Género, sexualidad y escuela: desafíos actuales

Género, sexualidad y escuela: desafíos actuales

Paralela a la creciente conquista de derechos de la mujer en el mundo contemporáneo, aparece la resistencia que refleja los ecos de un patriarcado residual. Ante las tensiones entre ambas posiciones, surge la necesidad de repensar la realidad actual de la escuela media y los modos en que ésta incluye en su lógica, las problemáticas de género

 

Género, sexualidad y escuela: desafíos actuales

Por Paula Storni

 

En marzo de 2018, cinco profesoras de una institución de nivel medio de nuestra provincia, deciden reunirse para organizar una jornada de actividades para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. La participación de lxs estudiantes en las distintas actividades propuestas resulta exitosa y el equipo organizador evalúa la posibilidad de dar continuidad a estas actividades tomando en cuenta el manifiesto entusiasmo de la participación estudiantil. En curso de las actividades del 8M en la institución, desde posiciones diferentes y en polémica, lxs estudiantes revelan un interés participativo superior al que ponen de manifiesto en las aulas en el marco de las clases que se dictan de manera cotidiana. Ese mismo día, fuera del tiempo y el espacio escolar, en el espacio público de la Plaza Independencia, la jornada se corona con la participación de lxs estudiantes de la institución a la marcha del 8M convocada en nuestra ciudad. Y las repercusiones no se agotan allí. Con el correr de los días, las expresiones de disenso se hacen sentir. Algunas madres y padres de lxs estudiantes, algunas voces de autoridad institucional cuestionan lo que perciben como una “bajada de línea”. Reclaman la falta de consulta sobre la conveniencia de abordar algunos temas y se cuestiona especialmente la “unilateralidad” de la propuesta, entendiendo que se ha expresado “sólo una mirada” sobre estas cuestiones: la “feminista”.

Las identidades de género así como las luchas en torno a ellas se desarrollan siempre en contextos locales, con historias específicas, mezcladas con otras identidades también locales, como las de clase, las étnicas, las generacionales, las religiosas, etc. ¿Qué identidades y posiciones sociales se expresan en estas polémicas en torno al género que atraviesan nuestras aulas de nivel medio? ¿Por qué el emprendimiento de las docentes, el entusiasmo de lxs estudiantes, la reacción de madres, padres y autoridades?

Esta realidad, que es hoy la de muchas instituciones educativas del país y la provincia, abre interrogantes para pensar en los desafíos que se nos presentan a quienes participamos en la tarea de educar a lxs jóvenes del nivel medio.

Las voces que en torno a este último 8M se hicieron oír en la escuela no han salido de un repollo, sino que resuenan en un contexto más amplio. Basta recordar que desde hace algunos años, temas como el de la violencia de género han alcanzado un amplio estado público, así como las polémicas que se suscitaron en torno a las leyes de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género.

Cuando el último 8M llegó, hacía días que, más allá de las puertas de la escuela, el contexto estaba agitado. El fantasma del feminismo recorría las pantallas, con la circulación en los medios de comunicación de destacadas referentes del movimiento y con el debate sobre la despenalización del aborto en el Congreso. En nuestra provincia, el Ministro de Educación Dr. J. P. Lichtmajer emitía una circular que ordenaba a las instituciones de los distintos niveles educativos la planificación y realización de actividades tendientes al abordaje de temáticas vinculadas con la fecha: educación por la igualdad, violencia de género, lugar de las mujeres en los campos científicos y educativos, educación sexual integral, entre otros.

Las imágenes de la multitudinaria participación de lxs ciudadanxs a nivel mundial visibilizó el hecho de que los logros en materia de derechos de las mujeres no sólo representaban una conquista histórica en el campo legal sino una importante transformación en curso que amplía las fronteras para entender el mundo desde una mirada feminista. Es manifiesto el crecimiento de la toma de conciencia sobre estas cuestiones y el éxito de las transformaciones a nivel cultural alcanzadas por los movimientos feministas. Mirado desde las instituciones educativas locales, este paisaje que es reflejo de las conquistas alcanzadas nos interpela a quienes formamos parte del campo educativo a reflexionar acerca de algunas cuestiones fundamentales sobre los vínculos entre escuela y sexualidad.

 

¿Qué hace y qué puede hacer nuestra escuela?

Basadxs en el estudio de casos recientes de alumnxs y maestrxs trans en escuelas primarias de Santiago del Estero, Luisa Paz y Jorge López[1] concluyen que la escuela argentina es intrínsecamente conservadora, porque se autopercibe como portadora de la misión de salvaguardar los buenos valores, siempre amenazados por algún apocalipsis de la cultura y las buenas costumbres. Nuestra escuela es una institución que de muchas formas resiste a los cambios y conquistas a nivel social. Pero, frente a las posiciones conservadoras dentro de la institución, aparecen, en la otra orilla, las voces de la opinión pública, conscientes de que la profundidad y continuidad de las transformaciones dependen en gran medida del papel que la educación formal desempeñe en el abordaje de las cuestiones de género y desigualdad. Así, por ejemplo, en marzo de 2018, una encuesta realizada por la Universidad Nacional San Martín a casi 3000 ciudadanos de todas las regiones de nuestro país,[2] reveló, entre otros datos, que más de la mitad de los encuestados considera que la herramienta más útil para combatir la violencia de género es la educación (52,6%). El segundo lugar es para la justicia y las leyes (33,1%) y el tercero para la condena social (7,4%). Este orden de elección se sostiene sin importar sexo, edad o nivel educativo. Sin embargo, los varones eligen la educación más que las mujeres (58% y 48%) y las mujeres prefieren la justicia y las leyes más que los varones (38% y 28%, respectivamente). Un análisis detallado muestra que casi todas las regiones eligieron en primer lugar la educación como la herramienta más útil para combatir la violencia de género.

La escuela media y la educación formal en general se presentan, por un lado, como espacios de constricción y límite y, por otro, como territorio de vivencia activa de las sexualidades juveniles. En su rol de reproductora de los preceptos del aún dominante patriarcado, incentiva y promueve los mandatos de una sexualidad “normal”. En el transcurso de la escuela media, lxs jóvenes transitan su adolescencia, forman importantes grupos de pares y exploran y construyen una identidad genérica y sexual. El mandato de hacer de sí mismxs “varones y mujeres normales” entra en conflicto no sólo con las identidades alternativas y disidentes que aparecen, sino incluso con la inquietud y la libertad de exploración y construcción de la propia identidad genérica y sexual. Lxs docentes de escuelas medias nos enfrentamos a diario al desafío de contener y acompañar las trayectorias de las otras sexualidades que cotidianamente encuentran en la escuela un espacio de libertad de expresión que con frecuencia no hallan en el seno de sus familias. Es fundamentalmente en los grupos de pares en los que aparece tanto el deseo como el mandato de sexuarse.

En esa contradicción/paradoja de una escuela liberadora y restrictiva, la sexualidad aparece como parte de un currículum que se evita, aun cuando está vigente una Ley Nacional que desde el año 2006 establece, entre otros puntos, que “todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal”.

¿Es posible hoy pensar en la posibilidad de incluir una “pedagogía feminista” en la escuela media? Este desafío implicaría revisar el currículum oculto de la escuela para dar cuenta del lugar que la sexualidad ha venido ocupando en este contexto y del momento en que la cuestión de género ingresa a la escuela.

Los discursos hegemónicos escolares referidos a la sexualidad la abordan desde un enfoque médico-biologicista binario que pone el acento en la descripción y diferenciación de los aparatos reproductivos masculinos y femeninos y en los mecanismos de prevención del embarazo y enfermedades de transmisión sexual, y deja de lado las cuestiones en torno al deseo, las emociones y los sentimientos.

¿Qué significa la integralidad de la sexualidad propuesta en la Ley? Se refiere tanto a una educación integral como a una sexualidad integral. En primer lugar, expresa un tratamiento desde lo multi e interdisciplinar que requiere repensar el carácter disciplinar de la organización de los contenidos en la escuela media. En segundo lugar, la integralidad apunta a una enseñanza que atraviesa todos los niveles del sistema educativo. Y en tercer lugar, una perspectiva que asuma la integralidad de la sexualidad implica abandonar la identificación sexualidad-genitalidad y el discurso dominante del heteropatriarcado. Una sexualidad integral abarca las dimensiones biológica, psicológica, social, afectiva, ética y se sostiene desde los presupuestos de la perspectiva de género y la defensa de los derechos sexuales.

Marcela ALONSO, Besito al patriarcado. Fotografía digital, toma directa. Medidas variables. 2017.

Los discursos dominantes sobre la sexualidad, aún muy presentes en la escuela, empiezan a problematizarse a partir del avance de las luchas feministas y de los movimientos sociosexuales que son los primeros en echar luz sobre las posibilidades de incluir la ESI en la escuela. En el año 2006, lxs mismxs estudiantes producían trabajos que ponían en evidencia el interés genuino por ciertas problemáticas vinculadas con las cuestiones de género. Así por ejemplo, un alumno de una institución privada de nivel medio de nuestra provincia, planteaba la hipótesis de la existencia de un tratamiento desigual hacia varones y mujeres por parte de lxs docentes en relación con la evaluación académica y actitudinal. La evidencia obtenida del análisis de datos de documentación de la institución (planillas e calificaciones, fichas de seguimiento de conducta, actas de exámenes, etc.) y la observación etnográfica de clases, pusieron en evidencia que los alumnos varones eran asociados por sus profesores con el desorden, la improlijidad, la mala conducta, el bajo rendimiento académico y la irresponsabilidad para el cumplimiento de tareas de gestión y organización de eventos. Las alumnas mujeres, en cambio, eran asociadas con el orden, la buena conducta, la madurez, el buen rendimiento académico, la responsabilidad, etc. Sus observaciones sintonizaban con los estudios que muestran como las normas heteropatriarcales tienden a producir en los cuerpos escolarizados femineidades disciplinadas y masculinidades indisciplinadas. Es sabido que no se educa a varones y mujeres de la misma forma, en relación con la posibilidad de “portarse mal”. Ésta y otras investigaciones de estudiantes ponen de manifiesto la progresiva importancia de la mirada de género para lxs jóvenes. Y, al mismo tiempo, hacen que como docentes nos interroguemos acerca de los modos en que participamos en la producción performativa de estas femineidades y masculinidades en la escuela.

 

La complejidad de los posicionamientos

¿Quiénes están a favor y en contra de la inclusión de la perspectiva de género en el campo educativo? La respuesta está lejos de ser simple. La o una educación laica y progresista a menudo se asocia con la dicotomía educación pública/ educación privada. Sin embargo, la realidad se muestra mucho más problemática y da cuenta de articulaciones y cruces complejos que ponen en evidencia la existencia de una matriz patriarcal que atraviesa y trasciende las fronteras simbólicas de clase, niveles o tipos de educación: laica o religiosa, pública o privada. En efecto, en los discursos que apoyan o resisten la entrada de la ESI a las aulas se manifiestan todas estas esferas del sistema educativo. En la histórica Escuela Mitre, de gestión pública, se planea un escrache en un grupo de wsp contra una mamá acusada de “feminista y abortera”. Se publica su foto y perfil de Facebook, incitando a una violencia sin límites, cuyo discurso recuerda a los Tribunales de la Inquisición. En una institución privada a la que asisten alumnos con un altísimo nivel adquisitivo, un grupo de alumnas de distintos cursos promueven debates sobre el Día de la mujer, el 24 de marzo o la despenalización del aborto, camuflan sus pañuelos verdes pero se expresan, y en los baños de mujeres pegan carteles que hablan de la importancia del cuidado del cuerpo, que es propio y es bello más allá de los cánones establecidos socialmente. Nadie sabe quién cuelga esos carteles de manera furtiva. La institución los saca y al otro día vuelven a aparecer en una lucha silenciosa. Algunos padres felicitan a lxs docentes por esta iniciativa. Otros, piden entrevistas para recibir explicaciones y razones de por qué se expone “una sola cara de la moneda”. El Gymnasium de la UNT, colegio tradicional de Tucumán, conocido por su formación libre, laica, crítica y progresista, protagonizó el año pasado uno de los debates históricos con respecto a la posibilidad del ingreso de mujeres a sus aulas. El 80% de alumnos, egresados y profesores de la institución se manifestó abiertamente en contra de la medida. El Colegio Los Cerros en Yerba Buena, católico y de clase alta, “adaptó” la entrada de la ESI a su institución bajo el nombre de la conocida línea de la “formación en el amor” que, aunque cuestionada por conservadora, representa una entrada concreta para el abordaje y la discusión de la sexualidad y la perspectiva de género en la escuela media. Mientras tanto, un gran número de instituciones públicas ni siquiera ha formado a sus docentes para el desafío o sigue trabajando los temas vinculados con la sexualidad desde la perspectiva biologicista binaria que, aunque pretendidamente “neutra”, acaba reforzando y naturalizando diferencias que son culturales. Pensemos, por ejemplo, en la Educación Inicial, que impone desde muy temprana edad una normalidad no dicha de manera explícita, sino una normalidad performativa que enseña y transmite con mucha fuerza: juguetes y juegos, roles y personajes asignados para los actos escolares, deportes “para varones” y deportes “para mujeres”, etc. Pensemos también en la formación de nuestrxs colegas profesorxs de educación física que trabajan de manera directa con los cuerpos, imprimiendo toda una serie de clasificaciones y valoraciones arbitrarias asumidas como naturales. Todo este complejo y variopinto escenario se hace presente en todo el sistema educativo, sin tener en cuenta diferencias de clase, económicas, de gestión, modalidad o formación.

Sin dudas, el lado normativista de la escuela impide un abordaje diferente de la sexualidad. En este campo, lxs jóvenes son estudiantes o alumnxs, lxs adultos son docentes o autoridades de gestión; y esos roles y funciones suponen implícitamente la anulación de las experiencias y vivencias de la sexualidad. “De eso no se habla”: el carácter sexuado de lxs actores de la escuela debe ser anulado. En estas condiciones, se hace muy difícil introducir un abordaje alternativo de la sexualidad; y continúa la reproducción del discurso medicobiologicista. Por ello, el conflicto hacia adentro de la escuela tiende a revelarse de muchas formas como una cuestión política generacional.

Las formas de militancia, participación y visibilización de lxs jóvenes desde las demandas por el reconocimiento de las diversidades sexuales representa una clave/llave para repensar las nuevas formas de participación política juvenil desde otras experiencias y motivaciones. Si el patriarcado resulta pues un discurso que ha atravesado históricamente todas las dimensiones de la vida social: familia, trabajo, política, escuela, amor y formas de relacionarnos, ciudad, etc., habrá que pensar en una nueva organización del mundo que sea capaz de romper con estas desigualdades. Y en este sentido, la escuela juega un rol fundamental. El alto índice de participación de los colectivos juveniles en el 8M debe hacernos pensar en estas cuestiones. Acaso de esta manera, el mundo adulto podrá comprender que esas nuevas luchas también denuncian injusticias tan fuertes como las desigualdades de clase y que inevitablemente se enlazan con éstas.

¿Por qué “generizar” la educación constituirá un desafío para seguir trabajando? Porque la Ley de Educación Sexual Integral tal como está planteada se sostiene sobre el reconocimiento de la perspectiva de género y los derechos humanos. Es decir, se necesita de docentes que asuman como injusta la existencia de desigualdades sociales que están sustentadas por relaciones de poder basadas en diferencias sexogenéricas. Y este desafío, claro, representa un reto tanto político como ideológico.

 

Las voces de lxs jóvenes

“Es imprescindible que se incluya la cuestión de género, la ESI en la escuela. Me parece más relevante que se enseñen cosas de importancia social como la cuestión de género y no cosas como las partes del pene que no tienen ninguna relevancia social. Es algo que se necesita enseñar de manera urgente” (Paula, 17 años)

“Todos deberíamos recibir información sobre las cuestiones de género debido a que todas nuestras vidas están relacionadas con eso. La ESI no sólo se basa en educación sexual sino que abarca otros aspectos” (Anónimo, 16 años)

“La conmemoración del día de la mujer estuvo muy buena porque si bien se centró en problemáticas que enfrentamos las mujeres, éstas son de incumbencia de todos e influyen tanto en hombres como mujeres. Las cuestiones de género deben enseñarse aun cuando existan distintas opiniones sobre el tema” (Lucrecia, 17 años)

“Lo que no me gustó de la Conmemoración del día de la mujer es que si bien dedicamos toda la mañana a distintas actividades que estuvieron buenísimas, pasa como siempre como con todo acto: queda ahí y no hay otros espacios para seguir trabajándolo. La ESI es fundamental porque nos permitirá comprendernos. Pensemos en el caso de un alumno trans para el que la escuela ni el mundo están pensados” (Lourdes, 17 años)

 

 

 

[1] Jorge López y Luisa Paz (2016): “El niño homosexual en la escuela primera. Tecnologías misotrans del cuerpo escolarizado”, Bellas Alas Editorial, Santiago del Estero.

[2] Fuente: Revista anfibia: Vázquez Lava, Vanesa y Masson, Laura: “Qué pensamos sobre la agenda feminista”http://www.revistaanfibia.com/ensayo/que-pensamos-sobre-agenda-feminista/


Bibliografía

  • Báez, Jesica et al: Generizando la lengua y la literatura desde la cotidianeidad del aula, Homo Sapiens Ediciones, 2017, Santa Fé, Argentina
  • Bach, Ana María (editora): Género y docencia. Reflexiones, experiencias y un testimonio, Miño y Dávila, Bs. As., Argentina, 2017.
  • Peker, Luciana: “La liberación masculina para cuándo” en Revista Anfibia, Universidad Nacional de San Martin, Bs.As, Argentina, 2018
  • http://www.revistaanfibia.com/ensayo/liberacion-masculina-para-cuando/
  • Vázquez Lava, Vanesa y Masson, Laura: “Qué pensamos sobre la agenda feminista” en Revista Anfibia, Universidad Nacional de San Martín, 2018
  • http://www.revistaanfibia.com/ensayo/que-pensamos-sobre-agenda-feminista/

Paula Storni
Profesora en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras por la UNT. Se desempeña como docente en las cátedras de “Cultura y Comunicación” e “Historia de la Comunicación” de la carrera de Ciencias de la Comunicación, así como en los niveles medio y de formación docente no universitaria. Su investigación se ha centrado en las prácticas de consumo cultural de los jóvenes y su vinculación con la escuela media. Ha publicado diversos artículos en revistas especializadas de Educación y dedicadas al estudio de juventudes. Está finalizando sus estudios de posgrado en la Carrera del Doctorado en Ciencias Sociales de la UNT.

Imagen de tapa: Marcela ALONSO, Linterna mágica. Toma fotográfica de escritura con luz. Medidas variables. 2011