LA TERCERA SUSTANCIA

LA TERCERA SUSTANCIA

LA TERCERA SUSTANCIA

por Virginia Helena Albarracín

 

 

Los científicos sabemos que nuestro trabajo conlleva una eterna tarea de convencimiento. Debemos convencer a nuestros pares que nuestros resultados son confiables, reproducibles y ciertos; debemos convencer a los agentes de financiación que nuestros proyectos son de excelencia, innovadores y plausibles de llevar a cabo; debemos convencer a los gobiernos que la ciencia y la tecnología son esenciales para el desarrollo y crecimiento genuino de un país; debemos convencer a nuestros compatriotas que nuestro trabajo vale y es útil para todos, a pesar de que los resultados no puedan verse a corto plazo y a veces, hasta debemos convencernos a nosotros mismos de que todo este esfuerzo vale la pena.

Programa “Científicos van a la Escuela”.

En ese convencer y persuadir, los intermediarios entre nosotros y les “otros” suelen ser los medios de comunicación y en los últimos años, las redes sociales. Es decir, hay una tercera sustancia -como en los perfumes- de la cual dependemos para que nuestros experimentos, proyectos y trabajo puedan ser financiados. Así, en la era de las fake news los científicos nos encontramos más débiles que nunca en nuestro afán de convencer a los “otros”.

Ejemplos de malos experimentos de divulgación abundan en medios y redes sociales, algunos por simple ignorancia; otros intencionalmente con el fin de desprestigiar a los científicos argentinos y justificar recortes presupuestarios. En este artículo voy a hacer mención a una nota publicada recientemente en un diario de Tucumán[1].

El título de la nota, “Crece la demanda laboral de expertos en ciencia y tecnología”, generaba expectativas pero el contenido no le hacía ningún honor. Es verdad que la demanda de expertos en ciencia y tecnología (CyT) se halla en aumento tal como lo venimos anunciando los científicos desde hace años, especialmente durante los tres últimos cuando los fondos para nuestro trabajo empezaron a verse comprometidos seriamente.

Las sociedades se organizan alrededor del conocimiento por lo tanto, invertir en la formación de profesionales en ciencia y financiar su trabajo de investigación, desarrollo e innovación es fundamental para el crecimiento de un país porque, es sabido, sin ciencia no hay futuro, tal como nos lo demuestran los ejemplos de Corea del Sur o Israel. En este contexto, es una verdadera tragedia el vergonzoso cierre del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en Argentina, justo en el momento en el que otros países de Latinoamérica como Chile y Colombia, los están poniendo en marcha.

Programa “Científicos van a la Escuela”.

Un dato curioso de la nota citada, es que para hablar de ciencia y tecnología se entrevista a CEOs de empresas consultoras o en telecomunicaciones, en lugar de dar voz a los verdaderos protagonistas de la investigación científica. Como agravante, para el entrevistador, la investigación en nuestro país se reduce al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). Biotecnología, nanotecnologías o tecnologías sociales, sólo por nombrar algunas, brillan por su ausencia confundiendo al lector desprevenido pues, incluso llega a contradecir el contenido del texto con la imagen con la que se ilustra la nota, en la que aparece una investigadora frente a su microscopio. Como si no bastara esto, uno de los entrevistados dice que los profesionales argentinos de las áreas de ciencia y tecnología son “buenos, bonitos y baratos”. Suena muy despectivo, y esta aseveración alarmó a más de un científico que se no se identifica con semejante adjetivación.

Paradójicamente esto es cierto ya que por el impacto de la devaluación de los últimos tres años los científicos hemos pasado a ganar mucho menos de lo que, con idénticas as capacidades, ganaríamos en otro país. Para dar un ejemplo, el sueldo de un doctorando en Europa está en el rango de los 800 a 1.100 €. En pesos argentinos, es lo que gana un profesor universitario full time o un investigador adjunto, es decir, un doctor con al menos diez años de formación universitaria, seis de experiencia profesional, con becarios y/o técnicos a su cargo. Lo que quiero decir, es que, al quedarnos en el país estamos condenados a ser mano de obra barata hipercapacitada.

Pero volviendo al artículo de referencia, el planteo es emigrar, ya que a nuestra alta capacitación le sumamos una especial habilidad para arreglarnos en situaciones adversas. Si bien esto es cierto, no debería mostrárselo como algo romántico, sino como una tragedia: la de la fuga de cerebros. Esto es, profesionales formados en su gran mayoría en universidades públicas, quienes, en lugar de trabajar aportando al crecimiento de nuestro país, deben buscar suerte en el extranjero resignando sus proyectos personales y/o familiares locales.

Por último, en aquélla nota no se nombra al sector público como un demandante de científicos quizás porque no se percata de su importancia o porque asume que el actual gobierno quiere desprenderse de sus científicos, en vez de valorizarlos. De cualquier forma, cabe destacar que el principal lugar donde deberíamos estar los científicos y tecnólogos es bajo el amparo del Estado, convirtiendo nuestro conocimiento en políticas públicas que redunden en el bienestar y la mejor calidad de vida de sus habitantes. Vaya como un ejemplo de evidente actualidad el hecho de que, los científicos podrían haber actuado como palabra autorizada controlando epidemias de agentes infecciosos como el hantavirus que hoy asola algunas regiones de nuestro país. Así, los científicos debemos también acercar los conocimientos y la forma de pensamiento racional a la sociedad con el propósito de contribuir a su apropiación y a la formación de una cultura responsable. Pero también debemos estar alertas a las fake news y militar la ciencia en otros espacios, en las redes sociales y en la calle, para alzar nuestra voz y combatir los intermediarios que tergiversan la información. Después de todo, una opinión no puede valer más que los hechos, palabra de científico.

El principal medio de comunicación de Tucumán en lugar de sembrar confusión debería contribuir a mejorar la cultura científica de todos los tucumanos.

 

[1] https://www.lagaceta.com.ar/nota/795230/actualidad/crece-demanda-laboral-expertos-ciencia-tecnologia.html


Dra. Virginia Helena Albarracín
Investigadora CONICET – Docente UNT y USPT – Responsable Científica del CIME Centro Integral de Microscopia Electrónica – Licenciada en Ciencias Biológicas Orientación Zoología – Doctora en Bioquímica – Posdoctorado Instituto Max Planck de Alemania

Imagen de tapa: Foto coloreada de bacterias tomadas con microscopio electrónico de barrido.