DORA BARRANCOS

DORA BARRANCOS

El 13 de septiembre de este año, la ex directora del CONICET, Dra. Dora Barrancos, en la H. Legislatura de Tucumán, recibió un homenaje que destaca su trayectoria y aportes en los ámbitos de la investigación, la docencia, la difusión de las Ciencias Sociales y la construcción de la democracia. Esta iniciativa fue propuesta por la Legisladora Silvia Rojkés y se suma a una larga lista de distinciones honoríficas recibidas por la socióloga en referencia a sus contribuciones al ámbito de la historiografía argentina. Asimismo, en “Central, Espacio de Ideas”, plataforma de encuentros para la construcción de un pensamiento progresista y crítico en el marco de la escena política tucumana, Dora Barrancos ofreció una amena conferencia cuya transcripción presentamos.

 

 

DORA BARRANCOS

Una siempre está motorizada por la sensibilidad y el afecto. Desde el punto de vista existencial, epistemológico y político siempre he creído que lo que nos cambia primero es el orden de la sensibilidad porque mi generación es una generación que tuvo una gran sacudida en el orden de la sensibilidad y de los sentimientos, pero esa convulsión nos llevó a un segundo conato propiamente intelectivo, al uso de logicidades, de razonamientos. Obviamente no quiero decir que se trata un gran hiato porque, sobre todo más recientemente, la humanidad conforma esa circunstancia que los fenomenólogos y las fenomenólogas han descripto muy bien en dónde las emociones son decisivas, tanto como la mismísima inteligencia. En efecto, sin emociones, sin equipamientos de sensibilidades y sentimientos, no podemos aprender nada. Mi generación es una generación que dio un vuelco gigante pues, de provenir de hogares antiperonistas, de tener un instructivo apegado a un cierto dictatum político, pudo realizar una hazaña completa: desautorizó de manera casi absoluta ese “no entrañable” vínculo con las mayorías populares.

Hay generaciones que irrumpen fuertemente y mirando América Latina se podría decir que hay una generación que tuvo un rol fundamental, que es la de la década de 1920. ¿Por qué? Porque estuvo cerca de la Reforma de 1918 y porque estuvo cerca de los grandes movimientos estudiantiles que abrazaron una suerte de alianza (por primera vez) con los sectores trabajadores. Además, esa generación de 1920 acuñó el concepto de “antiimperialismo” (“imperialismo” ya existía como concepto pero no con la nervadura del sentido que adquiere a partir de los años 20). Luego le sucedió otra generación de alto impacto, y fue la de 1960. Y ahora estamos expectantes con las nuevas generaciones, también de gran cambio, y que resultan fundamentales para el vuelco de la sensibilidad y los sentimientos, porque finalmente adoptan la sensibilidad feminista provocando un derrame, una perspectiva que no estaba prevista en sus antecesoras que ya nos habíamos hecho feministas, justamente dentro de los coletazos de los años 60 y 70.Estamos en un cambio de época ¿Por qué digo que estamos ante un cambio de época? Ese cambio se revela en la amplísima demografía que tiene que ver con la adopción del feminismo y de diversas (diversísimas) maneras de expresar la resubjetivación de las niñas y de les adolescentes. Pero a eso se le suma un contagio notable: hay mucha masculinidad que sale del azoramiento y que se está apegando a lo nuevo. Algo que escuchamos decir mucho aún en espacios que parecen tan difíciles de conmover, aún en canteras que parecen graníticas, es bastante corriente leer, a veces a manera de humorada, que algún compañero diga -“soy un macho (un machirulo) en deconstrucción”-. Una manera de presentarse imposible de imaginar diez años atrás cuando éramos felices (pero vamos a volver a ser felices). A propósito, octubre tiene un sino popular en la Argentina y en el mundo, cierta genealogía… Octubre tuvo grandes conmociones, grandes revoluciones en las que se acuñaron modificaciones radicales. Entonces, ¿por qué insisto en que estamos frente a un cambio de época? Porque evidentemente en nuestro país y América Latina ha ocurrido una serie de modificaciones extraordinarias del mismo orden de la conquista de derechos y, ese mismo orden que amplía el horizonte de derechos, lo facilita, aunque también vivamos épocas de trastocamientos severos, muy graves. Me refiero concretamente a un trastocamiento como el que está viviendo Brasil que se encuentra en una encrucijada dramática, que es una verdadera tragedia. Es decir que, salvo esas circunstancias trágicas en que las que el cambio de época implica un retroceso extraordinario, debemos pensar que la reconquista de la democracia en nuestro país ha significado un avance excepcional en materia de derechos. Y es cierto que hubo una coyuntura aún más interesante –cuando éramos felices -, pero desde la democracia ha sido constante la conquista de derechos, como los de las mujeres, pero ha tenido una saga notable en la última fase de los años 80 y 90.

Podríamos repasar modificaciones del Código Penal, del Código Civil, pero con unos precipitados más notables ya en el siglo XXI. Por ejemplo, tenemos una ley integral contra de todas las formas de violencia hacia las mujeres, la Ley 26.485, que no tienen todos los países de América Latina. En realidad la Convención de Belém do Pará asume un status legal mayor que el de la Constitución; es decir que los países que suscriben a convenciones internacionales tienen un estatuto mayor (le guste o no a algún miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación) e implica un deber que funda un sentido más imperativo que el de la propia Constitución. Belém do Pará, año 1994 marca un hito. Esa notable convención que tiene además un aparato de seguimiento, nos está diciendo principalmente que todos los países han ampliado el cauce parcial de las conquistas legales para combatir el tejido de la violencia. Chile no la tiene aún, Brasil tampoco y lamentablemente no la podrá tener por una temporada. De modo que una ley integral como la nuestra, efectivamente cumple bien el propósito de poner en debate la violencia contra las mujeres de acuerdo con la Convención al tiempo que perfecciona nuestras discusiones. -“¡Tengamos la ley por favor, tengámosla!”-, decíamos. Tiempo después, desde luego, se tomó en cuenta el aspecto de la violencia política, así que ahora hay varios proyectos para que se la modifique de manera tal que incluya la dimensión de la violencia política, habida cuenta las fórmulas violentas contra las mujeres que actúan en la esa arena. Cristina es el ejemplo clarísimo de la ofensa, la humillación, la persecución, etc., Dilma Russeff, ¡ni se diga!, es otro gran ejemplo, o Bachellet que también ha sufrido bastante hostilidad aunque no con la perspectiva tan abusadora y brutal que hemos tenido en nuestro país en relación a Cristina. Y es que, en realidad, la saga feminista que se abre a partir de los ‘60 inauguró fuertemente (siempre lo digo de manera económica, y para que quede muy claro) una agenda distinta que forma parte de ese periplo llamado “segunda ola”.

Creo que una síntesis de lo que ocurre es que las feministas, las mujeres, recuperamos el cuerpo, no anatómica y fisiológicamente, sino el significado extraordinario, social, cultural e histórico del cuerpo, en el sentido de que el cuerpo femenino es el que ha sido el destinatario mayor de la humillación, del castigo, de la discriminación. Entonces, el cuerpo va a hablar muy alto porque adopta otra constitución imaginaria ya que arroja una nueva perspectiva acerca del deseo sexual, del erotismo, y de lo que mal llamamos “opciones de la sexualidad”. Aquí agrego que hay investigar la palabra ‘opción’ porque la gente no opta por su sexualidad- como dice una “standandapera” talentosa, lesbiana ella: -“¿Uds. creen que yo fui al supermercado a elegir entre ésta o aquella opción?”-. Así que pienso que “opción”, es un mal término, de modo que hablamos de “orientaciones” que pueden marcar otros significados… No los sexos porque éstos no marcan mucho, sino las sexualidades que sí lo hacen (esto es muy buttleriano, foucaultiano, pero es así). Es decir, ese feminismo de los años 60 y 70 tiene otros aspectos corrosivos: la vieja adhesión al maternaje que, primafacie, tenía un cierto espejo patriarcal, se transforma en un cierto desapego a los mandatos inexorables, pero no quiere decir que las madres se porten mal.

Con respecto al campo adversario, sobre todo por estos días, es notable que nos acuse de comprometernos con una vida y no con la otra. Entonces nosotras respondemos más fuertemente: – “somos las más vitales porque queremos elegir el momento, las circunstancias, la posibilidad de ser madres y no estar dominadas por la contingencia. Queremos, justamente, arbitrar para que no haya azar”. Lo que hoy vemos en todas las mujeres, sean feministas o no, es la actitud interrogativa:-“¿qué hacemos con nuestra prole?”-, precisamente porque nos preocupamos por el maternaje que no termina nunca…, porque estamos apegadas por el afecto y creamos lazos profundos con nuestres hijes. Seremos más consistentes o no incluso con afectividades que responden a un canon otro (porque hoy no nos obligamos a la cosanguineidad), pero finalmente maternamos. De hecho hay adopciones de madres, cuando nos dicen por ejemplo, -“me gustaría ser tu hija”. A mí me pasa algo simpático, porque la gente más joven de la militancia me dice: -“sos la abuelita que queremos tener”-. No puedo decir que no haya una situación de contradicción por las obligaciones que se crean, pero es muy difícil encontrar una madre desentendida por completo, y eso ocurre por la creación de derechos humanos que hemos ido consagrando para niñas, niños, niñes, adolescentes, y jóvenes. También entre los sectores populares asoman ciertos comportamientos de las clases medias con respecto a las expectativas, tal como ocurrió con la revolución demográfica cuando las mujeres por fin pudimos decir – “no voy a tener más que uno o dos hijos-”, y operamos silenciosamente. Implicó un cambio extraordinario en el paradigma demográfico en nuestra sociedad y fue una decisión de nosotras, no de los varones. Hoy mismo ocurre que alargamos, que prolongamos los lazos; hemos fortalecido la idea del cuidado, de seguir protegiendo. Los hijos varones eran los privilegiados que podían ir a la universidad pero, al mismo tiempo, soportaban un mandato muy patriarcal, el de tener que salir a trabajar. En relación al mayor alcance democrático de la universidad, porque se han creado más universidades en lugares en donde antes no las había, actualmente se ha extendido esta oferta y suele ocurrir que padres y madres de los sectores populares digan – “Yo prefiero que termine la carrera”- porque se ha debilitado la presión de antaño sobre les jóvenes, de impulsarlos al mandato inexorable del trabajo. Hemos construido una idea menos severa respecto a la obligación de que trabajen desde muy jóvenes y hoy se ha ampliado la locución -“¡Ay!, espero que se reciba”-. Eso era más propio de la clase media pero hoy se ha vuelto una posibilidad lexical entre los sectores populares e implica toda una construcción novedosa. Así que no se preocupen les pañuelos celestes, porque todavía somos tremendamente maternosas, al punto que aún nos enojamos con nosotras mismas por nuestros excesos y solemos enojar también a les hijes, ya que están bien cuidados en casa, pero hay que hacerles un poco incómoda la vida para que abran el ala y se vayan, pero ¡no podemos con nuestro genio! Y digo esto interpretando a muchas feministas porque los lazos familiares son lazos afectivos, familiares, pero no de “familia” en el sentido biológico y administrativo institucional. En nuestras sociedades latinoamericanas no podemos abandonar ese modelo, que no es el del mero “maternaje”, sino el de la afectividad profundamente ligada a un sentimiento de responsabilidad (en otras sociedades como la estadounidense por ejemplo, a los 16 años les jóvenes ya parten a un college en otro lugar).

Dicho esto, sin duda podemos decir que hemos sido las mujeres quienes arrojamos el precipitado notable de acontecimientos que fueron a parar en esta masividad de feminismos que hoy presenciamos. Por un lado, los viejos feminismos, por el otro, el de los ‘80 y los ’90, y finalmente el actual. He sostenido que teníamos cierta matriz de otros feminismos que exhibían cierto pedrigee. Porque teníamos costumbre de “círculos” y era notable que, aunque reclamáramos que hubiera alto consenso entre nuestras congéneres acerca del feminismo, paralelamente sosteníamos las lógicas de los ritos de iniciación. Era muy común usar lo que Laurita Mason llamó “el feministómetro”, y aunque se ha extinguido, hay formas sucedáneas Eso, en términos de Bourdieau se llama habitus, y aunque en parte se ha perdido, todavía existe esa demanda de pertenencia con todas las marcas de la tradición. Sin embargo, creo que actualmente hay una habilitación hacia los feminismos más variados y voy a enumerar las cuestiones que, pienso, los precipitaron en nuestro país:

  1. El combustible feminista que venía con fuerza desde los años 80 y 90.
  2. Los Encuentros Nacionales de Mujeres, que no eran específicamente feministas, pero que encendieron muchas hogueras. Me pareció siempre que lo más importante que sucedía en aquellos encuentros era que las mujeres de carne y hueso iban, se encontraban, hablaban de cosas diferentes y, al mismo tiempo, en esas disimilitudes encontraban sus similitudes; por eso de esas experiencias regresaban con un vuelco muy notable en sus perspectivas de vida. Muchas de ellas se tornaban feministas, otras no, pero a mí me parece -y siempre me pareció- que el rótulo “feminista” no es lo esencial. Lo que importa es la corrosión de las subjetividades tan fuertemente moldeadas por el patriarcado; lo que importa es la condición de insurgencia, de “insubordinación”, y eso puede aparecer aún en ciertos registros orales de muchas congéneres a las que no les gusta decirse feministas, porque es un rótulo que incomoda en ciertos contextos. Desde luego que los Encuentros Nacionales de Mujeres han sido una marca muy significativa. Imaginen, van a ser 34 ediciones con este próximo encuentro en La Plata. Me acuerdo que cuando comenzaron en el Teatro San Martín de Bs.As., no éramos más que 600 o 700, pero luego se tiñeron, se colorearon de mujeres que no eran las de los rituales feministas, y se fue generando un derrame cada vez mayor, convocando a muchísimas mujeres de extracción popular y también a muchas que provienen de pueblos originarios.
  3. Recientemente ha sido fundamental la modificación de la ley penal en Argentina. Hemos robustecido el propio Código Penal con la figura de “feminicidio” o “femicidio” aunque aún no figure esa palabra. Sin embargo, en la mayoría de los países de América Latina ya la tienen incorporada y dicen “feminicidio”, en otros “femicidio”. No importa, esto es una articulación semántica que no interesa mucho, pero aquella ley ya expresa todo lo que concierne a la configuración del homicida femicida. Esta adecuación plantea un contraste con la situación real del flagelo que significa la muerte de mujeres por causa de que “son” mujeres. Siempre recordaré el detonante que significó el asesinato de Chiara en 2015, adolescente embarazada y muerta por su novio que produjo una reacción concatenada. Meses antes, en 2014, se había convocado en la Biblioteca Nacional a un encuentro de comunicadoras y de gente de letras que se llamó “Ni una menos” y allí estuvieron entre otros afectados los padres de Wanda Tadei. Eran actividades de tipo literario, pero ahí se juntaron las primeras articuladoras de ese movimiento que finalmente coaguló a raíz del femicidio de Chiara, en un documento inicial que interpretó sensaciones de gran cabildeo, según cuentan nuestras compañeras. Se organizaron por las redes y dio como resultado aquella marcha multitudinaria del 3 de junio de 2015, momento en el que estaba también sucediendo un foro internacional convocado por Cristina Álvarez Rodríguez en La Plata, donde participaba nuestra querida y gran feminista mexicana Marcela Lagarde quien, por otra parte, fue la que hizo la adaptación del término “feminicidio”. Quien les habla estaba participando también de aquel Foro. Al finalizar las sesiones, todas nos volvíamos juntas y tomamos la autopista 25 de Mayo, y de repente no podíamos avanzar por el tránsito. Tuvimos la evidencia de que ese 3 de junio iba a ser histórico. Y así ocurrió. Marcela estaba conmovida y repetía -“¡qué impresionante!”. Finalmente, llegamos a la altura de Congreso y decidimos bajarnos para continuar caminando mezcladas con la muchedumbre. Nos impactaron los colores, nos emocionaron los carteles, gente que tenía diseños artesanales extraordinarios y desde luego, la abigarrada presencia de mujeres de los sectores populares con sus niños. Creo que aquella marcha fue un estrépito que llegó a las más jóvenes generaciones.
  4. Finalmente, la famosa primera huelga de mujeres hecha al actual des-gobierno. En fin, todo ese precipitado del paro de mujeres es la cuarta gran afluencia.

Existe un tópico de análisis muy interesante de Silvia Elizalde, que trabaja juventudes y estaba muy impactada por la experiencia sexual abierta de las chicas. Ella detectó la amplitud de las relaciones homoeróticas que luego migraban o no hacia otras formas de vinculación afectiva y sexual. Quiero decir, a raíz de estas investigaciones, que existen experiencias muy libres que se están dando entre las jóvenes, y creo que es un dato central para ver qué ha pasado, cómo está siendo esa revolución de la sexualidad libre. Acá hay psicólogas, psicólogues, que saben que la adolescencia siempre ha sido un momento de experimentación respecto de la sexualidad, nada nuevo en todo caso. Pero lo que hay ahora es una franca co-autorización, lo nuevo reside en que se autorizan entre ellas y que no es algo críptico. Cuando Elizalde comenzó su pesquisa no se contaba con la ESI – que es de 2006-, pero ya se sabe que la plasmación de la ESI depende de la voluntad del cuerpo docente que quiere cambiar y del alumnado que demanda, no del orden institucional que muchas veces incumple con la ley. Es increíble eso: depende de los docentes que quieren cambiar las cosas porque, hay docentes que están con las antenas bien prendidas y al tanto de las franquicias autorizantes y autorizadas que se dan entre los, las y les adolescentes, pero muches otres son refractarios a la ESI. Sin embargo, el hecho incontestable es que cada vez hay más clima de respeto en las comunidades de jóvenes (más allá de la existencia de casos de bullying), de chicas que se declaraban francamente lesbianas y de chicos que se declaraban francamente gays. Repito, aunque haya establecimientos en donde prevalecen las adversidades, la ESI comporta un incentivo a la libertad importantísimo. Entonces, yo creo que el fenómeno de irradiación de los sentidos más libres y menos atados a la normativa moral, heterosexista, etc., también se fue impregnando de contenidos antipatriarcales muy claros. Es decir, en esas osadías y franquicias hubo un combustible ígneo contra el sistema patriarcal pues, de otra manera, no se hubiese facilitado este derrame demográfico feminista. Argentina se puso al frente de lo que hoy es el gran espectáculo internacional de movilizaciones feministas con el “Ni una menos”. Ustedes recordarán que en 2017 Cristina viajó a Europa y se irritó al ser interrumpida en la entrevista que concedía a un periodista local cuando ella había dicho: – ”¡qué extraordinario lo que ha pasado con el ‘Ni una menos’!”-. Lo que más le preguntaban las parlamentarias era sobre ese tema y ella también se sentía muy tocada y dijo: “yo quiero hablar de eso, de la marca feminista que hay en el mundo”-. Es de un efecto muy conmovedor lo del derrame feminista porque no lo habíamos soñado, nunca imaginamos que pudiera haber un feminismo de masas como el que hoy lo tenemos.

Con respecto a los partidos feministas, cuando nos preguntan si sería bueno tener un partido feminista yo lo desaconsejo por completo porque la gracia que tiene el feminismo es que pueda ser transversal. Cuando hablamos de universidad feminista lo que queremos decir es que la universidad debe desapegarse de mandatos patriarcales, pero no obligará a todo el mundo a rezar el feminismo, sino que al asumir el feminismo tiene que desarraigar todas las disciplinas acuñadas patriarcalmente. No hay ninguna disciplina al margen del patriarcado. Algunas intentan zafar más o menos pero pensemos en medicina, en derecho, en ciencias exactas… Ya para terminar, debo decir que el feminismo confiere una marca notable, muy convulsiva en Latinoamérica en este tiempo. Voy a señalar algunos movimientos que tienen una inscripción feminista : el “Movimiento de la Paz” en Colombia, que convocó a miles de mujeres en un gran puente; el del Chile Rosa el año pasado (2018), con millares de jóvenes que se irguieron contra el patriarcado universitario. El mayo chileno fue extraordinario, con gran movilización y toma de universidades a raíz de que un notable profesor de derecho fue denunciado por una joven, auxiliar de su cátedra con la que estaba preparando una norma legal. Esta joven quedó sola en una sala contigua en donde se recostó a descansar unos minutos cuando el profesor se acercó y se le tiró encima. La joven debió encerrarse en un baño. En un lugar “sacramental” como la facultad de Derecho, en donde estaba trabajando con este profesor, ocurrió el asalto del macho hazañoso. Pero era un tiempo de ebullición, de modo que la denuncia logró que lo exoneraran, y se irradió una especie de #MeToo que llevó a la ocupación de muchas casas de estudio, a la huelga general universitaria que se recuerda como el Mayo Feminista Chileno.

Otro movimiento que todavía tiene mucho por hacer es Ele não en Brasil pero avizoro que crecerá hasta llegar a circunstancias trascendentes. Otra agencia de gran significado que crecerá en América Latina, es la red ABYA -YALA, asociación de militantes que provienen de grupos originarios y que está intentando un reconocimiento aún dentro de los feminismos. Creo que la revolución de las hijas es extraordinaria y debe ser así. Las feministas más viejas logramos una serie de conquistas y quizás nuestras hijas estaban recostadas sobre esos derechos que conseguimos. Pero son, tal vez, las hijas de nuestras hijas las que están pateado el hormiguero, o golpeando el avispero (la metáfora es un problema. No es bueno que sólo hablamos con metáforas). Pero deseamos que ese movimiento no vuelva atrás, que resulte imparable, aunque demore un poco más. Entre todes hemos conquistado la Ley de Identidad de Género, que necesita de una interpelación decidida porque nos constituimos con más de dos géneros. Creo que la ola es imparable, y juego ahí mi optimismo de apuesta, porque en materia de derechos en este país, algunas veces se involucionó de manera feroz; imagínense un país en donde se evaporó una constitución, la de 1949, que está vaya a saber dónde, en el éter…Si alguien la encuentra por favor recójala y avise. Sí, vivimos en un país en donde un decreto ley determinó la parálisis de la Ley de Divorcio Vincular en 1956 ¡Un decreto que paraliza la ley! Tenemos una memoria dura de tales retrocesos. Pero tenemos también una memoria dura acerca de la inexorable resistencia para que no se extingan los derechos porque somos insolentes y ¡vamos por mucho más!

 

 


Dora Beatriz Barrancos
Investigadora, socióloga, historiadora y una reconocida feminista argentina. Hasta mayo de 2019 formó parte del directorio de CONICET. Ha escrito varios libros y muchos de sus ensayos integran compilaciones colectivas. Entre ellos se destacan “Moralidades y comportamientos sexuales: Argentina, 1880-2011” (2014), “Evita, una mirada actual de una apasionada eterna” (2012) o “Mujeres, entre la casa y la plaza” (2008).