Decálogo del Neoliberalismo

Decálogo del Neoliberalismo

ISSN 2545-8353

 

¿Qué es el neoliberalismo? ¿Quiénes le dieron cuerpo? ¿Cuándo surgió? ¿En qué circunstancias? ¿A qué proyecto interpela? ¿Qué se busca con él? ¿Qué queda del Estado de Bienestar? ¿Cómo se las arregla para vincular siempre “populismos” con “corrupción”? Ante la desregulación de los mercados ¿qué queda de los derechos del ciudadano? A éstas y muchas más preguntas responde este perverso decálogo del neoliberalismo en tanto doctrina no sólo económica, sino cultural que Hugo Ferullo desgrana minuciosamente. El lector sacará sus conclusiones.

 

Decálogo del neoliberalismo

Por Hugo Ferullo

 

Históricamente, el proyecto neoliberal empezó con el esfuerzo intelectual de un grupo relativamente pequeño de pensadores y hombres de acción convocados en el año 1947 a una región entre las montañas suizas, donde se reunieron los treinta y nueve participantes iniciales de lo que se conoce como la Sociedad Mont Pélerin, que cuenta hoy con más de quinientos socios y con el apoyo explícito de prestigiosas Universidades, como la Universidad de Chicago, la de Freibourg, la London School of Economics, la Virginia School, además de enormes organizaciones no gubernamentales conocidas como think tanks, tales como la Heritage Foundation o el Atlas Economic Research.

Hugo BELLAGAMBA. Rosita Hamlet, Acrílico sobre cuerina (detalle). 1,83 x 1,30 m. 2013.

Más allá de los aportes decisivos de pensadores como Milton Friedman y, sobre todo, de Frederick Hayek, lo que se construyó durante las décadas que siguieron a la famosa reunión de Mont Pélerin fue una asombrosa red internacional de instituciones e intelectuales interconectados que dio lugar a la creación y difusión de un verdadero pensamiento económico, político colectivo, dirigido esencialmente a producir argumentos de todo tipo con el fin principal de combatir activamente al llamado Estado de Bienestar, y que había crecido sistemáticamente en tamaño y en funciones regulativas y redistributivas durante las décadas posteriores a la segunda gran guerra.

Nacido como un proyecto político de alcance global, no resulta fácil determinar con precisión lo que significa hoy el término neoliberalismo. Está claro que no se trata de una teoría surgida en entrañas académicas de la disciplina económica, ni tampoco de las ciencias políticas ni de ningún otro saber especializado con pretensiones estrictamente científicas. Con el término de neoliberalismo se alude más bien, como lo subrayan autores como Philip Mirowski[1] y Rajesh Venugopal[2], entre muchos otros, no a un concepto económico con intenciones analíticas sino a una noción con pretensiones más bien descriptivas, referida al ámbito definido por la vieja economía política, esto es: un ámbito en el que lo se trata de analizar es la relación de poder entre las distintas clases que integran una economía determinada y las instituciones jurídicas y políticas que surgen de este reparto de poder.

Más allá de la amplitud y ambigüedad conceptual que caracteriza al término, intentaré resaltar, con trazos gruesos, una suerte de decálogo que contenga los aspectos más salientes que se asocian con el neoliberalismo:

  1. El neoliberalismo es un proyecto que busca instaurar, en cada país en particular y en el mundo en su conjunto, una verdadera “sociedad de mercado”. En esta sociedad, el Estado tiene que ser lo suficientemente poderoso como para imponerle democráticamente (o no), una visión según la cual el funcionamiento efectivo de los mercados constituye la única vía válida para definir toda la organización política relacionada con la asignación de recursos de los que la sociedad dispone, sean éstos eficientes (o no).
  1. La función esencial del mercado, es decir aquello que define su contribución central al funcionamiento concreto de las complejas sociedades modernas, es el procesamiento óptimo de la información. Esto significa que sólo el mercado es capaz de procesar la maraña de informaciones interconectadas que la complejidad de la vida social moderna necesita manejar. Se concluye así que lo que el mercado dictamina es necesariamente lo único y lo mejor que se puede conseguir, tanto en la vida económica individual como en la economía en su conjunto y corresponde a los ciudadanos aceptar sin resistencia lo que el mercado les exige.
  1. El punto de llegada de la humanidad no es otro que el ideal de la “sociedad de mercado” a la que aludimos en el primer punto, en donde se supone que impera la optimización de los resultados económicos que un mercado bien informado permite alcanzar. Éste no es solamente “el” dato clave para describir la realidad (“lo que es”, verdaderamente”); sino que también es lo que la sociedad “debe ser”, si lo que se pretende es eficiencia y justicia conmutativa, ligada esta última a un principio económico asociado con la “productividad marginal”. Así pues, cada ciudadano obtendrá lo que se merece en términos de su propia contribución al proceso productivo.
  1. El pleno empleo, la justicia distributiva, el bienestar general o cualquier otra noción que haga referencia a un objetivo colectivo, son entelequias que no hacen más que engañar a la gente acerca de lo que realmente le corresponde a cada uno extraer individualmente del resultado colectivo de la actividad económica de un país. En este marco, la desigualdad económica que surge como resultado de la instauración de la sociedad de mercado sería algo bueno porque garantiza el cumplimiento estricto de los principios básicos de la justicia conmutativa, además de incitar a los agentes económicos más pobres para que busquen emular la conducta de los ganadores del mercado que son, por definición, los más eficientes y, desde luego, los más ricos.
  1. Corresponde al Estado conducir a la sociedad hacia su estadío ideal de “sociedad de mercado”. Así, éste y no otro es el objetivo político principal del proyecto neoliberal, controlar para demoler todo lo construido en etapas históricas anteriores bajo el imperio del llamado “Estado de Bienestar”. La única política pública aceptable es la que persigue adecuar las funciones y la estructura del Estado a las exigencias de los mercados, de manera que toda política tiene necesariamente que ser “amigable” con estos. Por lo demás, la política misma opera como si de un mercado se tratase y, en consecuencia, lo mejor que puede hacer es buscar la mejor manera de “privatizar” los servicios como la educación, la salud, la cultura, la producción científica y tecnológica, etc., a sabiendas que no existen como “bienes públicos” meritorios ni existe por lo tanto ningún derecho por parte de los ciudadanos que garantice su acceso a estos. Así, en momentos de la globalización, las iniciativas internacionales de instituciones como el Fondo Monetario Internacional tienen como objetivo principal someter a los Estados-naciones y disciplinarlos bajo las exigencias del funcionamiento de los mercados a escala mundial.
  1. Puesto que el objetivo de la política es respetar y hacer respetar los mandatos del mercado, no existe contradicción alguna entre la esfera pública y el llamado sector privado de la economía. El proyecto neoliberal busca que los intereses privados eclipsen totalmente a la esfera de lo público-estatal en contra de todas las precauciones que pensadores del liberalismo clásico, como Adam Smith, señalaron oportuna y claramente que había que tener frente a las grandes empresas privadas. En efecto, el interés de éstas no sólo no coincide con el bien de toda la comunidad, sino que muchas veces va en su contra ya que, paradójicamente, el proyecto neoliberal tiende a evitar la competencia, al buscar exclusivamente optimizar la renta monopólica. Esto equivale a decir que las corporaciones privadas no se equivocan en sus decisiones al colocar a CEOs de estas corporaciones en puestos de gobierno a fin de que se ocupen de diseñar y dirigir las políticas públicas. Según el pensamiento neoliberal, lejos de plantear un problema, esto definiría una situación caracterizada por la más deseada virtud.
  1. El capital físico y el financiero poseen primacía absoluta sobre el trabajo humano y el propietario de un bien de capital tiene absoluta libertad de asignarlo en y dónde quiera, mientras que el trabajo es un mero insumo cuyo costo corresponde minimizar para conseguir el máximo de ganancia que las empresas pueden extraer de su participación libre en los mercados autorregulados.
  1. Por supuesto que el funcionamiento libre de los mercados puede, por problemas de coordinación de “corto plazo”, ocasionar problemas en la marcha de la economía. Pero frente a estos problemas nada tiene que hacer el Estado, puesto que es el propio mercado el que corrige, de la mejor manera, sus propios defectos de funcionamiento, tanto en el corto como en el mediano plazo. Al Estado, cuyas fallas son consideradas siempre mucho peores que las fallas de mercado, hay que ubicarlo siempre entre las causas de los problemas y nunca entre las propuestas de solución de los mismos.
  1. Lo que el neoliberalismo conserva del liberalismo clásico es la “libertad de elegir” que tiene la gente cuando se enfrenta a decisiones económicas (o de cualquier otra naturaleza). Ahora bien, como “el mercado” sabe más que todos los agentes económicos individuales (apabullados por una masa enorme de información que no pueden, definitivamente, procesar con sus limitadas capacidades), la libertad de los individuos los lleva necesariamente a capitular todo “derecho humano” que el mercado no esté dispuesto a respetar. Cualquier negación política de este principio básico, conduce inevitablemente a prácticas “populistas” asociadas necesariamente con la ignorancia y, en muchos casos, con la corrupción.
  1. La libertad “positiva”, es decir, aquélla que capacita para ser y hacer lo que cada uno cree que vale la pena ser o hacer en aras de la propia plenitud humana, está fuera de toda consideración. La única libertad que debe respetarse a rajatabla es la libertad que Isaiah Berlin definiera como “negativa”, esto es: la capacidad que tienen los sujetos individuales de obrar y decidir, dentro del marco legal existente, sin obstáculos ni interferencias, libres de regulaciones impuestas por el Estado. Según el neoliberalismo, no sólo la eficiencia y la justicia distributiva, sino la propia libertad de los ciudadanos queda garantizada por el funcionamiento de mercados desregulados permitiendo que los pobres tengan el mismo derecho que tienen los ricos de elegir dónde dormir: si en un lujoso hotel o en el desamparo de la calle.

 

Hugo BELLAGAMBA. Hugo, Paco y Luis, Instalación (fragmento). Yeso policromado, televisor, proyector de DVD y objetos de limpieza. Medidas variables. 2012.

 

[1] MIROWSKI Philip, The Political Movement that Pared not Speak its Own Name: The Neoliberal Thought Collective And Eraser (2014) INET Working Paper Nº 23.

[2] VENUGOPAL Rajesh: Neoliberalism as Concept. (2015). Economy and Society, Vol. 44 , Pp 165-187.


Hugo Ferullo
Licenciado en Economía en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Tucumán. Doctor en Economía en Universidad Lumiere Lyon 2. Profesor Titular Regular en la Disciplina Economía, Cátedra Economía I, Facultad de Ciencias Económicas de la UNT. Libros Publicados: “El Malestar en las Modernas Economías de Mercado. Sobre la Economía Social, el Tercer Sector y la Sociedad Civil” Ediciones Macchi. Buenos Aires, Año 2000. “Luces y Sombras del Pensamiento Económico Moderno”, Editado por la Universidad Nacional de Tucumán, Año 2006. “La Complejidad Social del Pensamiento Económico”, Editado por Editorial Unsta (Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino), Octubre de 2010.
 


Imagen de portada: Hugo BELLAGAMBA. S/T. Acrílico sobre cuerina. 2,00 x 1,25 m. 2012.

Hugo Bellagamba | hugobellagamba@gmail.com | Cel: 3814771381