EXISTO Y ELIJO

EXISTO Y ELIJO

María transmite existencia y sentimiento en este relato: nos lleva a pensarnos en la elección de realidades -a pesar de- no haber “con-vivido” con sus padres (nuestros desaparecidos). Una invitación a valorar y registrar los momentos de felicidad que hoy podemos construir.

 

EXISTO Y ELIJO

Por María Coronel

 

Hace varios años, salí de ver Matrix en el cine y le dije a mi amiga Turca: “creo que no existo”. Más allá de la risa que nos da a las dos acordarnos de ese momento, lo que sentía tenía que ver con imaginar realidades inventadas para transcurrir… Yo lo asocié a un padre y una madre de lxs que no tenía más que dos fotos en blanco y negro, en las que no me reconocía (después, encontrando más fotos en el camino, me di cuenta de que esas dos eran de una época de clandestinidad, estaban medio camufladxs). Era hija de dos seres planteados de modo bidimensional. Sin movimiento, sin sonido de voces, sin olores, sin nada que me diera un registro real de su existencia. Tampoco tenía fotos de mi hermana o una mía con ellxs, o sí: una foto mía en un cochecito y un brazo de mujer que acaricia al gato que estoy mirando. Una, como hija, va investigando y recuperando sus historias. Descubrí su militancia montonera, la caída de mi viejo en septiembre del ‘76 en un enfrentamiento con el ejército, marcado por la frase que rescató Rodolfo Walsh de ese día: “ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”. Supe también del devenir de mi vieja (viuda, y cargando dos hijas de 2 años y de 10 meses) para intentar huir del país – sin saber que su contacto ya estaba “chupado”-, y de su secuestro en marzo del ‘77 mientras cargaba no un arma, sino a mi hermana Lucía. Las desaparecieron dentro de la ESMA, a donde también llevaron al hermano de mi papá (mi tío Roberto, mi papá Gato) una semana después. Fue mi abuela paterna la que entendió, con el alma en pedacitos, que ya no podía hacer nada por su hijo o por su nuera, y puso la vida en encontrar a su nieta. Lo hizo. Tuvo la suerte que no tuvieron tantas Abuelas. La trajo de vuelta, me trajo la posibilidad de sobrevivir a una infancia dura, sin sentirme absolutamente sola. Fuimos dos contra el universo, siempre. La historia militante estuvo ahí siempre. El espíritu revolucionario de mis viejos. Pero éramos más que eso… Éramos una familia, teníamos una casa que nunca supe dónde fue pero donde mi papá me sacó mil fotos gateando por ahí, teníamos un perro y muchas ganas de estar juntxs. Por eso, las fotos que sí atesoro son dos que encontré mucho después que ésas en blanco y negro. En una, mi mamá está en la playa, con una bikini de estampado muy parecido al de una pollera que tuvimos nosotras en nuestra adolescencia. Se ríe, y se parece a mi hermana. Otra, donde mi papá está en short y sin remera, con cara de enojado -que lo hace muy parecido a mi hijo Simón-, y unos pelos absolutamente alborotados, que son los míos. Ésos eran, ahí sí me podía reconocer. En personas que se reían y se enojaban y estaban desordenados y no eran perfectos. Qué decir, no tengo imágenes en movimiento de ellxs, no tengo sus sonidos ni sus olores, no recuerdo sus miradas ni sus abrazos, pero lxs lloro a pesar de los años transcurridos, porque tengo inscripto su amor, de alguna manera, en la piel. En el cuerpo siento que querían vivir y pelearon para eso. Hubiese preferido toda la vida tenerlxs, pero lxs respeto, lxs amo profundamente y les agradezco mi vida y mis elecciones. Ya no siento que yo no exista. Existo y elijo, mis amores, mi militancia, mi futuro. Eso sí, saco miles de fotos, todo el tiempo, con mi hijo y mi hermana y mis amigxs. Registro los momentos juntxs porque me hacen feliz y en ese alboroto también construyo. Las imágenes en colores.

 


María Coronel
Hija de José Carlos Coronel y de María Cristina Bustos, militantes montoneros, asesinado el primero y desaparecida la segunda durante la última dictadura. Militante de HIJOS desde su fundación y hasta 2010, milita actualmente en la CTA de los Trabajadores y es coordinadora del Espacio para la Memoria y Promoción de los DD. HH. en la Escuelita de Famaillá.