LA RADIO ¿SIRVIÓ PARA IGUALAR CULTURALMENTE A LA SOCIEDAD?

LA RADIO ¿SIRVIÓ PARA IGUALAR CULTURALMENTE A LA SOCIEDAD?

Basado en su propia experiencia como hombre de los medios de comunicación, Vicente Guzzi reflexiona sobre las contradicciones de la radiofonía. Con excepción de las radios comunitarias, en su opinión hoy ésta se halla sometida a los dictados del mercado que ha conseguido minimizar el noble propósito para la que fuera creada. Una mirada quizás un tanto sombría sobre la que, no obstante, Sin Miga invita a reflexionar.

 

 

LA RADIO ¿SIRVIÓ PARA IGUALAR CULTURALMENTE A LA SOCIEDAD?

por Vicente Guzzi

 

Es lo que esperaban lograr “Los locos de la Azotea”. En realidad, el 27 de agosto de 1920, este grupo de jóvenes realizó la primera transmisión radiofónica de un recital de música, el de la ópera “Parsifal”, de Richard Wagner, historia archiconocida por lo que no tiene demasiado sentido hacer hincapié en ella. Sin embargo, conviene destacar que ésta no fue la primera transmisión radial, ya que gracias a la radiotelefonía “sin hilos”, barcos y aviones se comunicaban por radio con puntos geográficos en tierra firme, durante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial y si bien, radiotelefonía y radiofonía no son iguales, los elementos técnicos utilizados en ambas disciplinas por entonces eran los mismos.

Grande por cierto, ese mérito de realizar la primera transmisión de un recital musical en el mundo le corresponde a nuestro país en el tema de la radiofonía, pero…. (pareciera que siempre hay un “pero”), si uno presta atención a los objetivos de creación de la radio, convendrá recordar las palabras del médico Enrique Telémaco Susini, generador y organizador de aquel grupo de “locos”, quien supo afirmar, -“… se nos ocurrió que este maravilloso invento podía llegar a ser el más extraordinario instrumento de cultura y conocimientos, para nivelar las diferencias sociales y económicas entre la población”-, e “igualar culturalmente” a todos los sectores sociales de nuestro país. Fracaso total con las esperanzas e ideales de don Enrique Telémaco y sus discípulos. A esos incumplidos objetivos incluso podría agregárseles que la radio, en el mundo contemporáneo, es un medio de venta de mercancías-mensaje, que no tiene ningún interés en generar una formación colectiva y social de actitud crítica, a fin de evitarse eventuales cuestionamientos a los principios ideológicos que dan sostén a cada política editorial.

A lo largo de la historia, los resultados alcanzados muestran que nada se cumplió de aquellos fines altruistas, generosos y utópicos, desde el momento de la creación de la radio hasta estos tiempos de pandemia y consecuente cuarentena. Exceptúo en este preciso instante, las radios comunitarias y las emisoras rurales, que en muchos casos, y en precarias condiciones, hacen de sus emisoras zonas de encuentro de pobladores y de sus necesidades pues yo mismo, participé de la creación de tres de ellas, una en Capital Federal, otra en José C. Paz, y la tercera en Tucumán, Radio Noroeste, del desaparecido SERDEP (Servicio de Educación Popular).

Aun así, creo en verdad que los medios, en vez de ayudar a la construcción de sociedades solidarias, inclusivas, favorecieron el individualismo y la fragmentación social. “Es que los medios, y entre ellos la radio -al decir de un ilustre especialista barcelonés en comunicación, Emile Prado- en su estructura tradicional limitaron al máximo los canales de participación y despersonalizaron al máximo a sus receptores, creando una relación ilusoria entre emisor y receptor, al ejercer su influencia a través de la redundancia, la repetición y la persuasión”[1].

Se llega entonces a la conclusión de que, si los medios, y la radio en particular, cumplieran con los objetivos que dieron lugar a su creación, deberían informar -y haber informado- para tratar de ayudar a formar seres humanos libres, democráticos, y comprometidos en proyectos nacionales, populares y liberadores de la dependencia y del subdesarrollo material e intelectual que nos envilece, individualmente y como sociedad.

 

El auge de la radio como “maquinita social”

A estas alturas, uno podrá preguntarse, en materia radiofónica ¿cuándo tuvo un crecimiento internacional de verdadera importancia? Debe señalarse que éste coincidió con “la Gran Depresión” mundial de 1929, originada con la caída de la Bolsa de Nueva York, la cual, como se sabe, afectó a todas las sociedades del mundo, prolongándose por varios años. No es casual, entonces, que fuera en esa época cuando surgieron las llamadas “villas miseria” en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires, pobladas por miles de “cabecitas negras” que provenían de las provincias, creyendo que allí obtendrían mayores y mejores oportunidades de subsistencia.

Centro Cultural “Litania Prado”. Tartagal, Salta. Fuente: https://radioxradio.org/la-voz-indigena/

Prácticamente había concluido el primer ciclo de la gran inmigración extranjera, y los inmigrantes, en su gran mayoría habían decidido permanecer en este “bendito” país nuestro. Entre ellos se contaban muchos militantes anarquistas, de indudable influencia en la formación de las primeras organizaciones obreras las cuales, a fuerza de multitudinarias manifestaciones, reclamaban en las calles sus derechos como trabajadores. Durante este período se sucedieron muchas huelgas obreras, como la de “la Semana Trágica” de 1919, o las de los primeros años del gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear. Europa, por entonces, había comenzado a autoabastecerse y ya no demandaba tantas materias primas extranjeras con lo que, Argentina, empezó a quedarse sin mercados consumidores. Por otra parte, tras el crac de la bolsa neoyorquina, la situación económica local empeoró de tal modo y generó tal descontento social, que nuestras Fuerzas Armadas ,autoenunciándose como “la reserva moral del país”, concluyeron protagonizando un golpe de Estado; el primero de una serie que finalizó con la dictadura genocida de 1976.

Pero volvamos un poco atrás. Entre el golpe de Estado de 1930 y el de 1943, en el país tuvo lugar una democracia muy débil (exceptuando la dictadura de José Félix Uriburu en la que, obviamente, no hubo democracia), donde el fraude electoral era frecuente. Por lo tanto, puede decirse que, gracias a esta situación tan propia del subdesarrollo, los presidentes Agustín P. Justo y Roberto M. Ortiz, fueron elegidos merced a estas maniobras espurias que, lógicamente, generaron el enojo de los partidos políticos no conservadores, más el de la ciudadanía en su conjunto.

Regresemos ahora al crac financiero mundial de 1929 que -como señalé- sacudió al mundo entero. En los Estados Unidos, el presidente Herbert Hoover 1929/1933), y sus ministros se dieron cuenta de que para mantenerse en el poder debían generar alguna acción que socializara y disciplinara a la gran masa de seres humanos descontentos, quienes por la situación imperante, en cualquier momento generarían más repudios masivos y mayor violencia. Fue en esa precisa etapa que la “maquinita social” que conocemos como “la radio”, alcanzó su mayor auge pues con toda su capacidad de persuasión, llenó de una manera no precisamente creativa las numerosas horas en los días desesperadamente vacíos de los desempleados de EE.UU. y del mundo. En realidad, sería injusto no mencionar que, durante la misma época, conjuntamente floreció (por llamarlo de alguna manera), la industria del cine estadounidense, mayoritariamente destinada a la distracción sin complicaciones para las mayorías populares. En el caso específico de la radio, se trataba de la caja sonora que permitiría generar a los radioescuchas la ilusión de conocer y “de estar cerca” de los famosos, y quizás hasta aprender cómo alcanzar la fama y la gloria. Argentina no podía ser una excepción. Entre nosotros también se registraron fenómenos similares los cuales, desde una radio socializadora pero también disciplinadora, enseñaban qué era lo correcto o lo incorrecto en el funcionamiento de una sociedad, cuáles los modelos a seguir para formar una buena familia o adoctrinaban a los jóvenes para supieran distinguir adónde estaba el bien, adónde estaba el mal.

Así, en vez de igualar culturalmente a todos los sectores de la sociedad argentina, hasta el surgimiento de la televisión, la radio fue la “caja boba” que favoreció el sensacionalismo, la tilinguería social, la difusión del chisme, la opinión sin fundamentos, las denuncias destinadas a remover el morbo, las alcahueterías y los peores sentimientos de los, las y les radioescuchas.

 

Objetivo principal: desinformar

Entonces, según mi parecer, hasta la década del ‘60 cuando apareció la televisión, fue la radio la que dio origen al particular y posterior vínculo dialéctico destinado a la desinformación, a la confrontación, a la banalización de la noticia, a la farandulización de los espacios de entretenimiento, a los programas vacíos de contenido (al mejor estilo fascista), y a la difusión de modelos musicales que ni siquiera nos pertenecen, todos ellos hoy ampliamente adoptados por los medios audiovisuales. Efectivamente, en muchos casos con políticas editoriales conservadoras y reaccionarias, las radios en particular no han cambiado aquellos contenidos triviales, con el agravante de que la sociedad tampoco ha reclamado cambios, y esto ocurre porque desde los factores de poder tampoco hay interés alguno de que las mayorías puedan desarrollar un pensamiento crítico.

Radio de la Unión de la Nación Diaguita. Quilmes, Tucumán. Fuente: https://defensadelpublico.gob.ar/la-primera-radio-diaguita-ya-esta-en-el-aire/

En la década del ’80, con la enorme irrupción de las emisoras de frecuencia modulada (FM), se esperaba que se produjera una nueva bocanada de aire fresco con importantes cambios en la radiofonía argentina. Nada más alejado de la realidad, porque estas nuevas radios repitieron los mismos modos de estructurar la información que las radios AM (de amplitud modulada), con lo que el dial, de izquierda a derecha, o de derecha a izquierda, ofrecía casi los mismos espacios y casi los mismos contenidos.

Pero ¿cómo era y cómo sigue siendo el esquema comunicacional de la radio? A lo que podrá responderse que es autoritario, incompleto, unidireccional, vertical y jerárquico. Y para completar la idea, cometeré una herejía. Es que descreo de que la radio (o cualquier otro medio) sea un verdadero instrumento de comunicación porque incumple con los requisitos que demanda el fenómeno del proceso comunicacional: falta el feed back, que es el proceso de ida y vuelta, de acción y reacción, entre el emisor y el receptor… Pero en estas circunstancias, sólo hay un proceso, de ida, del emisor al receptor… Y algunas posibilidades -siempre filtradas- de dejar comentarios sobre lo que se está escuchando. Por otra parte no querría dejar de señalar a aquellos medios que se autoatribuyen “dar voz de los que no tienen voz” porque, si en verdad se quisiera hacer de la radio un medio público democrático, participativo e inclusivo (cuestiones que no son de interés de empresarios que buscan lucrar con una radio) deberían permitir que, dentro de sus programas, cada uno de los colectivos que conforman la sociedad efectivamente hiciera oír su propia voz, y no la de meros intérpretes de las necesidades populares.

 

Radio, democracia y silencios de radio

Podría llegar a suponerse que el uso de la mentira y el ocultamiento de la información es un fenómeno nuevo, impuesto por los medios concentrados… En realidad sí fue impuesto por los medios concentrados, como se comprueba al recordar que el 23 de junio de 1935, el comisario Ramón Valdez Cora (un policía de “gatillo fácil”, al servicio de los conservadores) disparó un balazo a Lisandro de la Torre, asesinando finalmente a Enzo Bordabehere, quién se interpuso entre el policía y el senador a fin de poder salvar a su amigo y colega. Era plena “Década infame” y De la Torre había denunciado a Federico Pinedo, abuelo del, hasta diciembre último, diputado nacional. Sobre atentado, nada dijeron los medios -ni las radios- que quedó disimulado entre los titulares y copetes “catástrofe” que anunciaban el accidente de aviación en el que había perdido la vida Carlos Gardel ¿Para qué seguir recordando?

En esta época en la que vivimos una democracia debilitada por golpistas, gorilas y cipayos de distinta laya, las transmisiones radiofónicas ya no sólo no alcanzan a llenar las horas de ocio, sino que, sobre todo en el caso de las emisoras comercialmente más importantes, se “fogonean” y martillan las cabezas de los sectores principalmente de clase media para que expresen con violencia el descontento generado por tanto tiempo de pandemia y de subsiguiente cuarentena y encierro. Y éstas lo hacen, aun a costa de poner en peligro la vida de centenares de miles de argentinos, sin sostener fundamentos sólidos que justifiquen una actitud tan temeraria. Ni hablar de la falta de contenidos de las consignas ni slogans fascistoides de los participantes de tales manifestaciones. Gracias al odio inculcado, los intereses que lo promueven, siguen discriminando y destruyendo los lazos sociales.

En plena pandemia, constatamos que las grietas no sólo existen sino que se han ahondado gracias a los intereses políticos y económicos de los actores más poderosos de la sociedad, que a través de los medios, imponen sus criterios e intereses por sobre los ideales de aquellos jóvenes locos que desde una azotea buscaban favorecer la creación de una sociedad mejor.

 

 

[1] Emile Prado. Estructura de la información radiofónica (1981). ATE, Barcelona.


Vicente Guzzi
Es periodista desde 1966. Formado y egresado en la Universidad Nacional y Popular de la Yeca (UNYe), se desempeñó en Radio LV12, fue redactor en Prensa de la Municipalidad y a partir de 1973 también conformó el equipo de trabajo del Informativo de Canal 10. Desocupado durante la dictadura genocida de 1976, al regreso de la democracia fue pro-secretario de Redacción del Diario La Voz (del mundo) y miembro del Consejo de Redacción de Radio Excelsior en Bs. As., editorialista, diagramador y redactor, de la Revista de distribución nacional “Campo Nuevo” y columnista de la Revista “Mate Amargo”. Ya en nuestra provincia, trabajó como periodista en Radio Nacional, fue miembro fundador de Radio Universidad de la UNT en donde se desempeñó como su primer coordinador general. Asimismo, en la década de los años 90, fue miembro fundador y sub- editor de política en “El Periódico” tiempo en el que también se desempeñó como columnista del programa televisivo de Canal 8 “Las peras del olmo”. Entre 1994 y 1998 fue Director de Radio Universidad. También fue coordinador de talleres de Comunicación Popular, en el Hospital Obarrio, en barrios vulnerables para el PROMEBA, y en radios comunitarias. Colaborador en la construcción de la radio comunitaria y popular del SERDEP (Servicio de Educación Popular- Tucumán). Fundador y primer secretario general de la Asociación de Prensa de Tucumán.

Imagen de tapa | Radio indígena. Tartagal, Salta. Fotografía de Normando “Corto” Villagra.