DIEZ AÑOS YA
Parece poco probable escribir sin ser asaltados por la emoción, en una fecha como la de hoy en la que se conmemora la inesperada muerte de aquella anomalía que fuera Néstor Kirchner en la sucesión de presidentes que la Argentina tuvo, más allá incluso de sus últimas dictaduras. Esta advertencia nos llegó por parte del autor de este apasionado texto, el actor y ex periodista Juan Carlos Di Lullo con cuyos sentimientos Sin Miga se siente identificada. Vayan sus sentidas palabras como un memorándum y una invitación a volver a caminar unidos.
DIEZ AÑOS YA
por Juan Carlos Di Lullo
Un manotazo duro, un golpe helado
Un hachazo invisible y homicida
Un empujón brutal te ha derribado.
Aquella mañana de octubre ¿cuántos argentinos habrán sentido que estos inmortales versos que escribiera Miguel Hernández (y que cantó Joan Manuel Serrat) expresaban cabalmente sus sentimientos, cuando en los zócalos de los televisores apareció la frase brutal e inesperada?
“Murió Néstor Kirchner”. Ese miércoles, en el que el tema era el censo nacional, la noticia cambió dramáticamente la agenda periodística y convirtió la fecha en una marca profunda para la historia política del país y de la región.
¿Cuántos argentinos sintieron esa mañana que habían perdido a un compañero, a un líder, a un modelo político, a un amigo, a un hermano, a un padre?
¿Cuántos temieron por la continuidad del proyecto político para el país y la región ante la sorpresiva pérdida de su inspirador?
¿Cuántos argentinos transformaron su tristeza y su congoja en esperanza y se volcaron espontáneamente por las calles de todo el país no sólo para despedir a Néstor, sino también para renovar su compromiso y su alineamiento con los ejes para la transformación de la Argentina trazados durante su gobierno y confirmados por la gestión de Cristina?
¿Cuántas argentinos y argentinas habían vibrando de emoción unos pocos meses antes, durante los festejos del Bicentenario del Primer Gobierno Patrio, cuando recuperamos el orgullo y el fervor por los aniversarios históricos y los símbolos de la Patria, mientras Néstor y Cristina caminaban por las calles estalladas de alegría junto a Hugo Chávez, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica?
¿Cuántos se habían asombrado ante el firme crecimiento económico y la recuperación de los salarios y de los haberes jubilatorios después del desastre que culminara en la represión violenta y criminal de 2001?
¿Cuántos incrédulos tuvieron que leer más de una vez la noticia de la cancelación total de la deuda con el FMI, para convencerse de que no se trataba de una falsa información?
¿Cuántos, que habían desconfiado de la dureza de la posición argentina en la formidable quita en el monto de la deuda externa y en la reestructuración de los pagos, entendieron finalmente la estrategia y celebraron el éxito de las negociaciones?
¿Cuántas gargantas se ahogaron de emoción al escuchar al Presidente pedir perdón en nombre del Estado por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura cívico-militar?
¿Cuántos ojos se humedecieron al presenciar la breve y concisa orden de descolgar los cuadros con las imágenes de los genocidas en el Colegio Militar, cuya coexistencia con la democracia plena era insostenible?
¿Cuántos pechos se inflaron de orgullo al escuchar al Presidente reivindicar los derechos y la soberanía de la Argentina sobre las Islas Malvinas y el Atlántico Sur al hablar en la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas?
¿Cuántos tucumanos se conmovieron profundamente cuando hizo detener el tren que lo llevaba a Tafí Viejo y bajó de la formación para rendir un homenaje improvisado y sincero a las víctimas de la dictadura, arrojadas salvajemente a las tinieblas del Pozo de Vargas?
¿Cuántos celebraron el desplante histórico a las aspiraciones hegemónicas de EE.UU. de imponer el ALCA en la Cumbre de Mar del Plata y sembrar al mismo tiempo la semilla de UNASUR?
¿Cuántos sintieron que estaba empezando una nueva época cuando, a horas de iniciado su gobierno, voló a Entre Ríos con su ministro de Educación para resolver expeditivamente una larga huelga docente por inaceptables atrasos salariales?
¿Cuántos argentinos escucharon el mensaje con el que inauguró su mandato bajo la sensación de que renacía la esperanza de un país más justo y solidario después de la frustración sufrida en el triste final de la primavera alfonsinista?
¿Cuántos tuvieron la sensación de estar ante una persona diferente al escucharlo anunciar: “no he pedido ni solicitaré cheques en blanco; vengo en cambio a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como nación”?
En su discurso inaugural, ¿cuántos sintieron un vuelco en sus corazones al escucharlo decir “me sumé a las luchas políticas con valores y convicciones que no pienso dejar en la puerta de entrada a la Casa Rosada”?
¿Cuántos?
Todos. Al menos, todos los que hoy, a diez años de su fallecimiento, seguimos convencidos de que su legado está vigente, vigorizado por la potencia que le entrega la militancia.
Todos los que agradecemos que su convicción haya persuadido a miles de jóvenes escépticos y desilusionados de que la política es el medio ideal para intentar la transformación de la sociedad y la única posibilidad de conservar y alimentar un país, una región y un mundo más libre, más justo, más solidario.
Todos los que, en las marchas callejeras o en los actos multitudinarios que el final de la pandemia nos permitirá volver a realizar, no podemos dejar de gritar esa infaltable consigna popular, aguda y desfachatada:
“Néstor no se murió!
Néstor no se murió!!
Néstor vive en el pueblo
la puta madre que lo parió!!!”
Imagen de tapa | Marcos Bauzá, Pueblo. Fotografía digital full color. 2016