LAS RESPUESTAS LOCALES A LA CRISIS. CIERRE DE INGENIOS Y RESISTENCIA POPULAR EN TUCUMÁN (1960-1970)

LAS RESPUESTAS LOCALES A LA CRISIS. CIERRE DE INGENIOS Y RESISTENCIA POPULAR EN TUCUMÁN (1960-1970)

Frecuentemente, la década de los años sesenta se recuerda por su “gloriosa” contracultura que dio protagonismo a un nuevo sujeto social: el/la joven quienes, bajo el amparo del movimiento hippie, el rock and roll o la libertad sexual tiñeron el planeta con la frescura de sus utopías. Si bien éstas influyeron las demandas de la juventud en América Latina, muy pronto se transformaron en amargo desencanto. Es que en nuestro territorio, a la rebeldía hippie se le sumó el modelo de la Revolución Cubana, tornándose bastante menos “inofensiva”. Así, mediante un plan cuidadosamente orquestado desde EE.UU., los gobiernos de nuestros países invirtieron no pocos esfuerzos a fin de asfixiar económica, represiva y políticamente cualquier rasgo de autonomía y/o insurrección y, cinco años antes que en Chile, la primera experiencia neoliberal tuvo lugar en nuestra provincia. En el ensayo que hoy presenta Sin Miga, María Celia Bravo, Florencia Gutiérrez, Lucía Santos Lepera, Leandro Lichtmajer e Ignacio Sánchez desmenuzan aquella traumática experiencia que Tucumán aún no termina de superar.

 

 

LAS RESPUESTAS LOCALES A LA CRISIS. CIERRE DE INGENIOS Y RESISTENCIA POPULAR EN TUCUMÁN (1960-1970)

María Celia Bravo, Florencia Gutiérrez, Lucía Santos Lepera, Leandro Lichtmajer, Ignacio Sánchez.

 

 

Acto de la Comisión Pro Defensa del Ingenio Bella Vista. 16 de enero de 1969. Fuente: Archivo del diario La Gaceta.

Imaginen la década del sesenta. Quizás lo primero que les venga en mente sea alguno de los procesos globales estudiados por la academia y recreados por el cine y la literatura: la liberación femenina, los procesos de modernización cultural, la radicalización política juvenil, la “edad de oro” del capitalismo, el “mayo francés”, la guerra de Vietnam. En una escala nacional, los sesenta se solapan con otros fenómenos: la inestabilidad política asociada a la proscripción peronista, los golpes de Estado y la tutela militar sobre los gobiernos civiles, los “-azos”. ¿Qué sucede si nos situamos en una escala provincial? A quienes estén familiarizados con la historia tucumana, la década del sesenta probablemente les remita a la crisis azucarera y la clausura de ingenios concretada por la dictadura de Juan Carlos Onganía a partir de 1966.

En efecto, las trágicas consecuencias sociales de la política económica del onganiato constituyen un capítulo relativamente conocido de la historia contemporánea de Tucumán. Sin embargo, numerosas aristas de ese proceso nos siguen resultando desconocidas o requieren de nuevos ejercicios interpretativos. El cierre de 11 de los 27 ingenios provinciales supuso el desmantelamiento de un tercio del aparato agroindustrial y la exclusión compulsiva de la actividad azucarera de miles de cañeros, proceso que tuvo como corolario un aumento exponencial de la desocupación, la migración masiva y la pauperización social a lo largo del territorio tucumano. Se trató no sólo de un ciclo de crisis inédito en la trayectoria provincial sino también uno de los capítulos más dramáticos –por su magnitud y velocidad– de la historia económica argentina. En ese contexto se desplegaron múltiples formas de resistencia, fenómeno que se expresó con fuerza singular en las localidades aledañas, cuya cotidianeidad se vinculaba inexorablemente al funcionamiento de las fábricas.

Mapa. Ingenios cerrados en el período 1966-1968. Realizado por el Laboratorio de Cartografía Digital (ISES-UNT/CONICET). Fuente: Instituto Superior de Estudios Sociales (UNT/CONICET) – Municipalidad de San Miguel de Tucumán (2016). 50 años del cierre y desmantelamiento de los ingenios tucumanos. 1966 – 2016 (p. 5). Tucumán. Disponible en http://ises.org.ar/pdf/2016-Ingenio%20Amalia%201966-2016.pdf

Volvamos al ejercicio propuesto al comienzo. ¿Qué significados tienen los sesenta para nosotras/os? Parafraseando al historiador Oscar Terán: ¿Cuáles serían “nuestros años sesentas”? (Terán 1991). Como lo sugieren las reflexiones que abren este texto, el juego de escalas es una opción posible para responder ese interrogante. En la construcción del conocimiento histórico se dan cita la interpretación del pasado y la reconstrucción de las tramas que jalonaron nuestro devenir individual y colectivo. En ese doble juego se dirime nuestra mirada del pasado y –también– del presente. Nuestra experiencia cotidiana sintetiza tanto lo cercano como lo lejano: lo global se resignifica y cobra sentido en nuestra vida diaria. Lo mismo puede decirse del pasado. Ninguna escala goza de un privilegio particular y no existen jerarquías en la construcción del conocimiento. La historia es un terreno múltiple y diverso. En palabras de Bernard Lepetit, al igual que todas las ciencias sociales la historia aspira a establecer, a partir del punto de vista que le es propio y utilizando las capacidades explicativas de la disciplina, los principios generales del funcionamiento social a una escala siempre particular (Lepetit 2015: 112).

Por lo tanto, “nuestros años sesentas” se condensan tanto en las ollas populares a la vera de un ingenio cerrado, la represión inmisericorde a las huelgas de obreros azucareros, como también las marchas de las y los estudiantes parisinos en mayo de 1968, las y los trabajadoras/es y estudiantes cordobeses en mayo de 1969. Las implicancias de las primeras, sin embargo, nos interpelan desde una cercanía que las segundas quizás no nos generen. En cualquier caso, cuestionar las jerarquías en la construcción del conocimiento sobre el pasado va a contrapelo de una noción arraigada, que atribuye a determinados procesos –en la historiografía argentina, por ejemplo, los desarrollados en el área metropolitana de Buenos Aires y la región pampeana– una cierta primacía a la hora de entender una etapa determinada. Marc Bloch afirmaba que la historia es la ciencia de los hombres (y mujeres, agreguemos) en el tiempo (Bloch 2001 [1993]: 58). En el ejercicio de localizar y territorializar emergen configuraciones específicas que pueden llevarnos a revisar interpretaciones canónicas o construir miradas diferentes sobre el pasado.

Partiendo de esa premisa, nuestra línea actual de trabajo propone analizar la crisis azucarera tucumana desde una perspectiva local. Este ejercicio, poco habitual en las investigaciones sobre el tema, pone de relieve las formas específicas que adoptó dicho proceso en las comunidades agroindustriales. Postulamos la centralidad de lo local para reconstruir los conflictos suscitados, los actores sociales involucrados y las instancias de articulación y disidencia, en el marco de un contexto pautado por las características particulares de cada comunidad.

Al analizar las distintas modulaciones que adoptó la crisis postulamos la noción de “cierres” de ingenios (en plural) y planteamos la necesidad de construir temporalidades amplias a la hora de explicar las formas de resistencia desplegadas por las comunidades azucareras. Esto implica no sólo descentrar la mirada en torno al decreto-ley de agosto de 1966, reconocido como un hito clave de ese proceso, sino también recuperar las diferentes estrategias ensayadas por el gobierno militar a la hora de concretar un objetivo que le demandó esfuerzos múltiples y sostenidos.[i] La mirada localizada también reconoce las mediaciones que hicieron posibles los cierres de ingenios, en particular las responsabilidades de las dirigencias empresariales en las decisiones que culminaron en la clausura de establecimientos. En un sentido complementario, caracterizamos a la crisis como el corolario de un proceso de deterioro sostenido que se remonta a las políticas azucareras nacionales desarrolladas desde el golpe de Estado de 1955 y profundizadas a mediados de la década de 1960 con el proceso de descapitalización y ahogo financiero plasmado durante el gobierno constitucional de Arturo Illia.

Demolición de la chimenea del ingenio Santa Ana. Noviembre de 1977. Fuente: Archivo del diario La Gaceta.

Recuperar las tramas locales de la protesta implica, asimismo, ponderar las formas exitosas de resistencia que en algunos casos (como los ingenios Bella Vista, La Trinidad, La Florida y San Juan) logró la reapertura de las fábricas. Esta perspectiva invita a analizar las tramas asociativas construidas históricamente en las comunidades, individualizando el rol de los distintos actores involucrados (dirigencias políticas, sindicales y agrarias, curas párrocos, maestras, comerciantes, trabajadores) así como la participación de sectores sociales amplios (vecinas y vecinos, niños y niñas). Enmarca a las Comisiones Pro Defensa, entidades puestas en marcha para resistir el cierre, en un movimiento amplio, fruto de históricas configuraciones locales, al que definimos bajo los términos de un “comisionismo defensivo” que abarcó a numerosas comunidades azucareras y tuvo manifestaciones particulares en cada una de ellas (Bravo & Lichtmajer 2019, Santos Lepera & Sánchez 2019). En efecto, las especificidades de este ciclo de protestas iluminan aristas clave de las experiencias de resistencia que conmovieron al mundo rural tucumano y antecedieron al ciclo de beligerancia popular que se desplegó en el medio urbano durante los “tucumanazos”. El carácter capitalino de estas protestas eclipsó las expresiones previas, cuya trayectoria es necesario recuperar para otorgar una mejor comprensión a los movimientos sociales acaecidos en la provincia a finales de los sesenta.

 

Una columna de trabajadores del ingenio Bella Vista que se dirigía a la capital provincial es interceptada por las fuerzas policiales en las proximidades de García Fernández. 12 de diciembre de 1970. Fuente: Archivo del diario La Gaceta.

 

Esta línea de investigación recupera interrogantes cruciales para analizar un período bisagra de la historia contemporánea de la provincia. Nos motiva el pasado pero nos interpela el presente. A pesar del tiempo transcurrido, las consecuencias de dicho proceso contribuyen a explicar algunos rasgos de la estructura social y económica provincial, la dolorosa cotidianeidad de las otrora pujantes comunidades azucareras y los efectos múltiples de la diáspora en el devenir de miles de familias de Tucumán y la región.

 

 

 

 


[i] Mediante el decreto-ley 16.926 de agosto de 1966 la dictadura militar presidida por Onganía decretó la intervención de 7 ingenios azucareros de Tucumán (Bella Vista, Esperanza, La Florida, Lastenia, Santa Ana, La Trinidad y Nueva Baviera) con el objetivo de cerrarlos o desmantelarlos por considerarlos ineficientes. Sin embargo, el decreto no llegó a cumplirse tal cual estaba programado. Los ingenios Bella Vista, La Florida, y La Trinidad continuaron funcionando luego de negociaciones con los propietarios. En el primer caso, el grupo propietario Fiad-Gettas renunció a parte de su cupo de producción para saldar una deuda con el Banco Provincia. Por su parte, la Compañía Azucarera Tucumana (CAT) consiguió la reapertura de los ingenios La Florida y La Trinidad a cambio de desmantelar las fábricas Lastenia y Nueva Baviera. La mayoría de los establecimientos que cerraron lo hicieron a través de convenios suscriptos entre la Secretaría de Industria y Comercio de la Nación, el gobierno de la Provincia y las empresas propietarias. De esta forma se clausuraron los ingenios San José, Los Ralos, Amalia, Santa Lucía, Mercedes, San Ramón, Lastenia, Nueva Baviera, Santa Ana y Esperanza.


Bibliografía

  • Bloch, M. [1993] (2001). Apología para la historia o el oficio del historiador. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
  • Bravo, M. C., & Lichtmajer, L. (2019). Las formas locales de confrontación y articulación social frente a la crisis azucarera. La Comisión Pro Defensa del ingenio Bella Vista (Tucumán, 1965-1970). Cuadernos de Historia. Serie Economía y Sociedad, (23): 63–90. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/cuadernosdehistoriaeys/article/view/27293
  • Lepetit, B. (2015). De la escala en historia. En Jacques Revel (Dir.), Juegos de escalas. Experiencias de microanálisis (pp. 87-114). San Martín: UNSAM Edita.
  • Santos Lepera, L., & Sánchez, I. (2019). La clave local de la protesta: resistencia y represión frente al cierre de ingenios azucareros, Villa Quinteros (Tucumán). Cuadernos de Historia. Serie Economía y Sociedad, (23): 91–119. https://revistas.unc.edu.ar/index.php/cuadernosdehistoriaeys/article/view/27295
  • Terán, O. (1991). Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual argentina 1956-1966. Buenos Aires: Puntosur.

María Celia Bravo
Doctora en Historia (UNT). Postdoctorado en la Universidad Nacional de Río de Janeiro (Brasil). Investigadora Independiente del CONICET (Instituto Superior de Estudios Sociales, CONICET/UNT). Profesora Titular de la cátedra de Historia Argentina II y directora del Doctorado en Humanidades (Facultad de Filosofía y Letras-UNT). E-mail: mceliabravo@hotmail.com
Florencia Gutiérrez
Licenciada en Historia (UNT) y Doctora en Historia (El Colegio de México). Investigadora Adjunta del CONICET (Instituto Superior de Estudios Sociales, CONICET/UNT). Profesora Adjunta de la cátedra de Historia de la Historiografìa (Facultad de Filosofía y Letras-UNT). E-mail: florenciagutierrezb@yahoo.com
Lucía Santos Lepera
Licenciada en Historia y Doctora en Humanidades (UNT). Investigadora Asistente del CONICET (Instituto Superior de Estudios Sociales, CONICET/UNT). Jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra de Historia General de la Cultura (Facultad de Artes-UNT). E-mail: luciasantoslepera@gmail.com
Leandro Lichtmajer
Licenciado en Historia y Doctor en Humanidades (UNT). Investigador Adjunto del CONICET (Instituto Superior de Estudios Sociales, CONICET/UNT). Auxiliar Docente de la cátedra de Historia Argentina II (Facultad de Filosofía y Letras-UNT). Fue becario Fulbright en la University of California-Riverside (2020). E-mail: leandrolichtmajer@gmail.com
Ignacio Sánchez
Profesor en Historia (UNT). Estudiante del Doctorado en Humanidades (Facultad de Filosofía y Letras-UNT). Becario doctoral del CONICET (Instituto Superior de Estudios Sociales, CONICET/UNT).

Imagen de tapa: (fragmento) Adrián SOSA, Horas y espadas. Machetas zafreras grabadas con el retrato de Hilda Guerrero de Molina (centro) y diferentes escenas de la zafra. Medidas variables. 2021


Adrián Sosa
Nació en 1994 en Monteros (Tucumán). Es Lic. en Artes Plásticas por la UNT, artista visual y docente. Realizó la Diplomatura en Gestión Cultural de la Universidad San Pablo-T, además de cursos y talleres con artistas como Agustín González Goytía, Verónica Meloni, entre otros. Participó de las residencias “El Pasaje” (Tucumán, 2017), “Casa de Piedra” (Catamarca, 2020) y está seleccionado para la residencia “Bandera de agua II”, en Entre Ríos. Participó de las ferias MAC, Mercado de Arte y Galería “Le Pasage”. Con la curaduría de Belén Romero Gunset, en 2018 expuso en “Las preguntas del paisaje”, muestra colectiva en Espacio Tucumán de la Representación del Gobierno de Tucumán en la CABA. Segundo premio del 11º Premio Itaú de Artes Visuales 2019-2020, Becario del Programa para jóvenes artistas de la Universidad “Torcuato Di Tella” (2021).