EL DÍA QUE MURIÓ EL TIGRE

EL DÍA QUE MURIÓ EL TIGRE

EL DÍA QUE MURIÓ EL TIGRE

(Cuento para los argentinos, que somos niños.)

 

Un día, en la selva, murió el tigre. Murió sorpresivamente, cuando nadie lo esperaba. Muchos habían intentado cazarlo y matarlo, sobre todo los gorilas. Allá, en la selva, a los gorilas no les gusta que el tigre ande rondando en lo que creen que son sus dominios. Hacía ya mucho tiempo, casi cincuenta años, que no aparecía un tigre que se les parara al frente y los desafiara.

Aquel día, cuando murió el tigre, muchos animales se pusieron tristes porque el tigre los había ayudado mucho. Sobre todo, a los animales más pequeños, esos que no pueden hacerse sus guaridas y, además, tienen dificultades para conseguir alimentos.

Los gorilas, que son más grandes y con más fuerza y que dan miedo por su aspecto, estaban acostumbrados a aprovecharse de todos los animales más chicos, los hacían trabajar recogiendo las frutas de los árboles y, luego, se comían las más ricas y jugosas y les dejaban las frutas que estaban feas o sólo les permitían comer las sobras. Por eso los gorilas estaban cada vez más gordos y los otros animalitos cada vez más flaquitos y débiles.

También, los gorilas construían sus guaridas con las ramas más fuertes y lindas y dejaban, para que los otros animales construyeran sus nidos, las ramitas más feas y quebradizas. Los gorilas, para hacerles creer a estos animalitos que eran buenos, permitían que las gorilas, de vez en cuando, les regalaran algunas frutas o las ramas que ya estaban usadas.

Además de los gorilas, estaban los elefantes y los rinocerontes, que también eran malos y hacían trabajar a los animales más pequeños, los maltrataban y les pegaban cuando no recogían la cantidad de frutas que les decían que debían recolectar.

Un tiempo atrás, un tigre que había llegado desde los llanos (y que no era el tigre de este cuento, sino otro tigre),  les había dicho a los animalitos pequeños que, entre todos, podrían hacerle frente a los gorilas y que, si así lo hacían, todos comerían frutas frescas y jugosas y que todos vivirían en lindas guaridas y no les haría frío en el invierno. Pero todo ello era mentira, porque ese tigre era, en realidad, amigo de los gorilas, quienes siguieron aprovechándose de todo lo que la naturaleza daba en esa selva. Tanto les mintieron a los animalitos que hasta permitieron que vengan buitres y chacales que vivían lejos de allí y se queden con los árboles más grandes y más lindos que había en la selva.

Pero un día apareció el tigre de este cuento, juntó a todos los animalitos y les comenzó a decir que tenían que unirse para que los animales más grandes no les pegaran y, así, poder comer, ellos también, las frutas ricas y jugosas. Al principio, los animalitos no le creyeron porque el tigre era un poco desprolijo, siempre andaba con las rayas de su traje cruzadas y algo despeinado. Además era un poco peleador y, a veces, rugía fuerte.

Poco a poco fue convenciendo a todos los animalitos de la selva y, cuando ya eran muchos, se animó y les dijo a los gorilas que debían compartir con todos los animales las frutas que sacaban de los árboles.

¡Qué enojados se pusieron los gorilas! Se pararon en las sendas que hay en la selva para que puedan caminar los animales y ¡no dejaron pasar a nadie! Y se quedaron allí mucho tiempo.

Los gorilas, para asustar al resto de los animales, hacían que los gorilas que tenían voces más fuertes y que todos podían escuchar, estén todos los días hablando de los peligros que había en la selva y de que, si seguían así, se acabaría la fruta y ya no tendrían nada para comer. Estos gorilas malos eran ayudados por otros animales, los mandriles y chimpancés, que vivían en las partes más alejadas de la selva y que repetían lo mismo asustando a los demás animales. Estos mandriles y chimpancés eran unos tontos porque ayudaban a los gorilas sin darse cuenta que ellos, también, en realidad, sólo recibían las sobras que los gorilas les dejaban.

Al tigre lo ayudaban los chanchos y algunos zorros. Y ya se sabe que los chanchos son sucios y los zorros son unos pícaros. Entonces, muchos pensaron que esa ayuda era por algún interés. Pero el tigre sabía que tenía que juntar a todos los animales que pudiera porque los gorilas tenían mucha fuerza y eran muy malos.

Como había que seguir juntando la fruta para alimentarse, un día el tigre reunió a todos los animales en un claro de la selva y dijo: ¡que se vote! Entonces comenzaron a votar acerca de qué debían hacer para que, en la selva, se pudiera seguir cosechando y repartiendo la fruta. Y todos votaron. Ocurrió, entonces, que la votación terminó en un empate y el que debía desempatar era un chivo que se decía amigo del tigre, pero el chivo este era un mentiroso. ¡Y votó a favor de los gorilas!

Entonces, los gorilas dejaron que los animales pudieran caminar por la selva, pero siguieron enojados. Lo que más los enojaba era que el tigre había logrado que unos gorilas, que eran los más malos, y, que en otro tiempo habían matado algunos animalitos que se animaron a hacerles frente, fueran a un juicio para que se los castigue por ser tan malos. Pero eso nunca lo decían en voz alta. Lo que decían era que el tigre era un pícaro y que estaba llevándose, para su guarida, mucha fruta sin que nadie supiera.

Así es que, el día que murió el tigre, los gorilas se alegraron porque creyeron que, si el tigre que les hacía frente estaba muerto, ellos podrían volver a aprovecharse de los animalitos más chicos.

Lo que no sabían estos malvados gorilas era que el tigre, junto a su tigresa, que era valiente como él y muy inteligente, ya había tenido muchos tigrecitos que no iban a dejar que se aprovecharan de los débiles, como era su costumbre.

 

 

Italo Barrionuevo

Por Yerba Buena, en un octubre triste del 2010.

 

Nota del autor: Todos los ficticios de este cuento son personajes. Cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad.


Imagen de tapa | Laly Barliner, Néstor. Tela sublimada, guata. 35 cm. 2012