Milagro, la Iglesia y lo Espiritual

Milagro, la Iglesia y lo Espiritual

Desde la redacción de SinMiga no buscamos que una de las mujeres más estigmatizadas de nuestro país escribiera acerca de su detención, sobre las vicisitudes de su juicio o sobre las acusaciones que pesan sobre ella pues, tergiversados o no, estos temas se publican cotidianamente en los medios hegemónicos. Por el contrario, Milagro, escribiendo desde la cárcel en un gesto de gran generosidad para nuestro primer número, nos presenta un texto intimista, un pequeño Milagro le da lugar a la voz propia revelando el proceso en el que fueron tomando cuerpo las intuiciones de un particular mundo. Esa búsqueda espiritual y de la identidad ancestral, que relata a través de su historia de niña a mujer, es un aspecto que sintetiza, con la sencillez y frontalidad que caracteriza las luchas populares, su concepción de la vida como un todo armónico.

 

Milagro, la Iglesia y lo Espiritual

Mi vida es la de una mujer que se educó en el respeto a la verdad. Mi madre me inculcó eso desde chica: me dijo que nunca mienta y que pase lo que pase, la verdad es lo más importante. Yo cumplí con ese principio, y a veces ese principio me llevó a situaciones difíciles pero que me dejaron, siempre, la sensación de haber hecho lo que había que hacer.

Por ejemplo, de niña iba siempre a la Iglesia y pertenecía a la comunidad de la Virgen Niña, donde participábamos de distintas actividades religiosas con otros chicos en Santa Teresita,  barrio Gorriti.

Un día de lluvia, me acuerdo que llegó una señora muy humilde con un bebe en sus brazos y sus zapatillas mojadas, para pedirle al párroco, el Padre Teodoro, que la bautizara. El cura le dijo que sí, pero que consiguiera unos pesos para la ceremonia. La señora le dijo que no tenía dinero para darle, que solo quería el bautismo. Entonces el padre le dijo que no podía bautizarla todavía, que volviera después, cuando consiguiera la limosna.

Yo me indigné mucho. Volví a la casa y le dije a mi mamá -que era muy católica- que nunca más volvería a la iglesia. Mi mamá se enojó un poco pero me entendió, y con mi papá, finalmente, avalaron mi decisión y le reclamaron al Padre Teodoro. Me acuerdo de su nombre porque nosotros (los chicos) le decíamos “Teodoro Pico de Loro” por su nariz ganchuda.

Me alejé de la iglesia desde entonces, porque consideré muy injusto que no se bautice a un bebe por no tener unos pesos… Luego, en la secundaria, me alejé más todavía cuando me enteré de que los conquistadores llegaron a nuestro continente con la Cruz en la mano para matarnos y  esclavizarnos, desesperados por apoderarse de nuestro oro… El oro, que era un símbolo espiritual relacionado con el Sol, el Padre Inti. En cambio, a nosotros, los hermanos, nos interesaban la Pacha, la Madre Tierra y la distribución de sus recursos. Si nos ofrecían una bandeja de oro y otra de semillas, nosotros elegíamos las semillas, sin dudar. Todo esto se puede ver en las terrazas de cultivo de toda la América Andina, en Cusco, en el Valle Sagrado, en Ollantay Tambo, en Machu Picchu, en el Tiwanaku…

En Roma hay una iglesia, creo que se llama Santa María La Mayor, cuyo cielorraso está cubierto por finas placas de oro, del primer oro del Perú que los reyes de España le regalaron al Papa de entonces, con el sacrificio y la muerte de nuestros pueblos.

Todo eso se lo dije en persona al Papa Francisco cuando viajamos a Roma con un grupo de hermanos. Él me entendió, nos entendió, y en esa misma entrevista hizo algo inesperado, algo histórico: a través de nosotros, pidió perdón a los Pueblos Originarios por lo que les hizo la Iglesia durante la conquista. ¡Un Papa pidiéndonos perdón!

Dijo, además, que mantuviéramos eso en reserva hasta que él lo hiciera público en el momento y el lugar adecuados, para que ese pedido de perdón se conozca en todas partes.

Desde entonces, ya de vuelta en Jujuy,  siempre veíamos o nos informábamos sobre los mensajes de Francisco, esperando que cumpliera su promesa, hasta que finalmente hizo público ese mismo pedido de perdón en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, durante el II Encuentro Mundial de Organizaciones Populares, en el 2015.

Nosotros, con mi marido, sentimos una enorme alegría frente al televisor. ¡¡¡El Papa había cumplido su palabra!!!

Quiero agregar algo más sobre el tema. Asistimos también a una misa en la capilla de Santa Marta, oficiada por Francisco, donde éste me hizo una imposición de manos.

Sigo creyendo en Dios, a mi manera. Creo en la Pachamama, en los Apus, en el hermano fuego, la hermana agua, en el Espíritu. Y todos los años celebramos ceremonias como el Inti Raymi, el agradecimiento a la Pacha en el mes de agosto y otras, dirigidas por chamanes aymaras y kallawayas del Tiwanaku, a los que invitamos a oficiar al templo de los pueblos originarios que hemos construido en el Cantri de la Tupac.

Eso lo hacíamos antes de que nos pongan presas; después, eso quedó a cargo de la voluntad de los compañeros y compañeras, que hacen lo que pueden.

No me quiero olvidar tampoco de que en el mes de mayo de 2010, en el Bicentenario, organizamos una gran marcha de los Pueblos Originarios hacia Buenos Aires para ver a la Presidenta Cristina y demandarle el tema de las tierras. Hicimos un enorme esfuerzo para esa Marcha.

De Jujuy, participaron los Coyas y los Guaraníes; de los Valles Calchaquíes, los Diaguitas, los Lules, los Vilelas; de Córdoba, los Comechingones; de Cuyo, los Huarpes; del sur, los Mapuches, y del este, los Mocovíes, Qwon, Tobas y otros pueblos  hermanos.

Conseguimos audiencia con la Presidenta, le dejamos un petitorio e hicimos un acto en Plaza de Mayo.

Aclaro que también hemos levantado una iglesia católica en el barrio, por pedido del ya fallecido obispo Marcelo Palentini. Me acuerdo que vino él a dar la primera misa y ofrecer ese templo a Ceferino Namuncurá. Ese día, el obispo me preguntó por los fieles y yo le contesté: “Mire, padrecito, la iglesia la construimos nosotros; el tema de los fieles, ya es un asunto de ustedes”.

También respetamos y agradecemos las ceremonias de los hermanos del Evangelio y hacemos ceremonias humanistas del Mensaje de Silo, sobre todo la Ceremonia de Bienestar.

Nosotros creemos en la espiritualidad del ser humano, en toda su dimensión. El respeto a la espiritualidad es una de las cosas más importantes para nosotros. Por eso, por la inspiración de nuestros abuelos, creo que la Tupac es más que una organización social: es una forma de sentir la vida, sin ataduras, en libertad, que busca la dignidad y la felicidad de todos.

Milagro Sala.


  • Fotografías: Gentileza de Raúl Noro.