El arte no es un simple refugio.
Redefiniendo lo político, la democracia, pero muy especialmente el lugar del arte, Carlota Beltrame reflexiona sobre la polémica acción del colectivo “Socorro Rosa” realizada en San Miguel de Tucumán durante la marcha del Día internacional de la Mujer, el 8 de marzo próximo pasado.
El arte no es un simple refugio.
por Carlota Beltrame
Durante el transcurso de la movilización del día 8 de marzo que internacionalmente celebra a la mujer, en nuestra ciudad se realizó una acción frente a la iglesia catedral consistente en la parodia de una joven que, con los atributos de la Virgen María, abortaba un bebé. En una sociedad conservadora y provinciana como la nuestra, el escándalo no se hizo de esperar y tanto diatribas como voces en su defensa proliferaron por las redes sociales.
Me interesa aquí analizar un equívoco fundante de este debate pues, en la necesidad de impedir el fusilamiento mediático de las jóvenes autoras se coloca a la acción de “Socorro rosa” (tal el nombre del colectivo feminista) en el lugar del arte. En efecto, quizás con la esperanza de protegerlo de la agresión masiva de la comunidad, muchos le otorgaron estatus de performance como si el arte per se fuese un territorio donde todo vale, donde todo puede ser posible y, consecuentemente, pudiera convertirse en lugar de absolución automática para cualquier tipo de quehacer humano. Si por el contrario, consideramos que el arte no es un lugar de acogida de producciones meramente excéntricas, creo importante indagar sobre sus cualidades.
Siguiendo a Arthur Danto[1], decimos que la mera alusión a “objetos artísticos” presupone un tipo de artefacto que no lo sería aludiendo a la existencia de pares de opuestos; es decir, de objetos llamados “artísticos” en contraposición con otros que no lo son. Así, Danto modifica la pregunta por el arte y nos dice que, debido a la transparencia de sus fronteras ya no tiene sentido intentar definirlo, sino más bien preguntarnos por las condiciones de su existencia. La demanda es pertinente en un mundo ya sin dioses en el que también se ha desdivinizado al arte. Cualquier cosa puede llegar a serlo, mas no en cualquier circunstancia. En efecto, las obras de arte son aquellos objetos que han adquirido ese estatus por estar comprendidos dentro de un marco institucional específico denominado “mundo del arte” cuyo protagonista es el artista dueño de un cuerpo de obra maduro y coherente, pero también lo son el público espectador, los productores, los directores de museos, los marchands, los coleccionistas, la crítica especializada, los historiadores, las academias, las galerías etc. todos los cuales no sólo hacen hablar al texto artístico, sino que producen pensamiento crítico otorgando visibilidad y legitimación a los objetos que se reconocen como “arte”.
“El nuevo medio artístico será mucho más directo, porque ocurrirá en el propio cuerpo”, dijo en 1916 Oskar Schlemmer, arquitecto y posteriormente coreógrafo y docente en la Bauhaus. La acción de “Socorro rosa” ha ocurrido en el cuerpo lo que la hace visualmente indistinguible respecto de muchas performances artísticas, como las que se enmarcaron en el Accionismo Vienés de la década de 1960, movimiento en el que la violencia y el grotesco fueron sus categorías estructurales con el fin de desafiar las convenciones morales de una sociedad conservadora.
Como los artistas vieneses, y para alimentar la confusión, las integrantes de nuestro colectivo local han sido estigmatizadas por varias asociaciones religiosas así como por la comunidad en general, teniendo que refugiarse fuera de nuestra provincia. La tentación de comparar es demasiada ya que el “artefacto” y su contexto presentan un evidente “aire de familia”. Sin embargo sólo las performances del accionismo vienés pueden ser consideradas como arte, no así la acción de “Socorro rosa” pues el contexto que les es propio les otorga un estatus diferente a cada una de ellas. Efectivamente, decíamos que para ver una cosa como arte se requiere algo que no podemos desestimar, una teoría artística, un conocimiento de la historia del arte, un “mundo del arte”. Esta cualidad se aplica a los vieneses, no así a la acción de “Socorro rosa” cuyos fines han sido estrictamente políticos. Se me dirá que el “mundo del arte” no tiene un sentido acotado y ninguna institución-persona en particular es fundamental para producir arte, pero un artista invariablemente produce su obra inserta en aquél mundo, empezando porque se reconoce a sí mismo como tal. En cambio, “Socorro Rosa” es un colectivo feminista que brinda un servicio de información y acompañamiento para mujeres que desean interrumpir su embarazo.
En el esfuerzo por introducir al campo del arte la acción de la virgen abortando, se abusa de su “aire de familia” con las obras de los vieneses. La paradoja reside sin embargo en que no se lo hace con fines estéticos, sino para justificarla políticamente. Así, ante el avasallamiento del derecho a la expresión que el propio sistema avala, se ha buscado usar al arte como una válvula de escape sobornando al sistema con expresiones provenientes del aquél mundo para tornar más “aceptable” la acción de “Socorro rosa”. En este punto surge un nuevo problema pues, al hacer el ejercicio de separar los artefactos que son obras de arte de aquellos que no lo son, se evidencia que, como ya se ha expresado, la acción del colectivo ha tenido fines políticos antes que estéticos desnudándose la vulnerabilidad de sus integrantes que quedan excluidas de la protección simbólica que les brinda su pertenencia a la comunidad.
Aunque todo sirve, no todo vale en el arte. Éste no es un refugio para justificar cualquier producción humana que no provenga de su contexto específico, por eso, el fusilamiento mediático del que fueran víctimas las integrantes de “Socorro rosa” no debe combatirse con el argumento del arte, sino con el de la democracia.
Intentemos ahora acercarnos a una idea posible acerca de qué entendemos por “democracia”. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe nos dicen que el conflicto, la división y la inestabilidad no dañan la esfera pública democrática sino que, por el contrario, son condiciones necesarias para su existencia[2]. Estos autores también asimilan el antagonismo a la democracia pues para ellos, una sociedad de pleno derecho no es aquella en la que ha desaparecido el debate, sino aquella en la que las fronteras políticas se desplazan constantemente hacia uno u otro lado pues las relaciones de conflicto se mantienen, en lugar de borrarse. Así, para Laclau y Mouffe, lo que hay sin antagonismo es un consenso impuesto autoritariamente; sin embargo, el disenso no implica la expulsión de la utopía del campo de lo político ya que sin ésta una sociedad no podría construir ninguna meta superadora deseable, por eso, sin caer en totalitarismos ni equívocos, en el campo de la democracia la tarea de la política consiste en equilibrar las tensiones entre lo real imaginario deseable y la administración pragmática. En este punto regresemos a la manifestación de “Socorro rosa” que nos ocupa. Creo que en el contexto de nuestra actual democracia, la tarea de lo político es la de realizar el esfuerzo por construir argumentos en su defensa, no ya desde el arte sino, como ya expresé, desde el de la política en si misma pues, el derecho a la expresión en el disenso también es parte de la diferencia que la articula. En lugar de aferrarnos a la principal fortaleza de la democracia que implica reivindicar la convivencia con lo antagónico, como si de un “refugio” se tratara, concedemos estatuto de “arte” a una acción política al tiempo que toleramos su baja intensidad sin denunciar el escándalo ya institucionalizado de exponer a la violencia a las integrantes de “Socorro rosa” para que cualquiera pueda señalarlas y perseguirlas sin que, como lo advierte Giorgio Agamben[3], esto signifique delito alguno.
[1] Arthur DANTO. 1964. The Artworld. The Journal of Philosophy. 61. EE.UU.
[2] Ernesto LACLAU y Chantal MOUFFE. 1985. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia . S XXI. Madrid.
[3] Giorgio AGAMBEN, 1998. Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos. Valencia.