CRONICA DE UN REGRESO
CRONICA DE UN REGRESO
Día Uno. Sarandí
Junio, en veinte, sopla gélido por la tarde corta, que amenaza llevarse el sol en apenas un rato, por esta parte sur del continente. Los Buenos Aires, no son buenos en este tiempo, pero no amedrentó la llegada de los miles, aquellos a los que tantos querrían poseer el poder de convocarlos, pero que solo se aglutinan entre convergencias de lealtades y esperanzas.
Los brazos, levantados, culminan por dedos en victoria, acaso queriendo presagiar el advenimiento de lo deseado. Los rostros sonríen, congelando la franqueza de la alegría compartida, esa que emerge en los instantes en que las almas se reúnen, en pos de la sonoridad de la palabra esperada.
Sorprende la presencia juvenil, bullanguera y saltona, confiriéndole a la reunión, un sesgo de tiempo por venir, de lo que ha de acontecer, y les permite surgir en el tiempo de su gestación. La convicción del regreso trae consigo la posibilidad de restablecer el futuro de todos.
Las banderas estan izadas por sobre la cúspide de tanto amor expresado en la presencia, y es allí donde cunde la ofrenda, la que es capaz de llevarlos mas allá del tiempo de la espera.
A veces, un cántico es coreado como buscando la complicidad de la consigna, esa que repercute adentro, bien cerca del cobijo de las identidades.
Están allí, arropándose unos a otros, en la sapiencia soberana de que el instante de estar unidos, tiene la fragilidad efímera que le ha conferido, desde siempre, su historia de pueblo.
Algunos trajeron a sus hijos, por la decisión imperiosa de transmitirles lo que consideran suyo, y no conciben una herencia mejor que la de dejarles la expresión de un sentimiento.
La esperada, ha colmado el escenario con su presencia de líder. Los insta a organizarse, para ser lo que merecen. Les ahuyenta las lágrimas cubriéndolos de comprensión y de aliento. Les dice que es una más a sumarse, aunque todos saben que es mucho más que una, allá donde se alcanza la intuición de lo necesario.
Y convida el espacio con unos cuantos, que son todos, porque el valor símbolo está prendido en cada uno de los que suben al escenario, acaso representando una varianza de edades y ocupaciones con la pretensión de que sean lo que son, porque eso es el ser de una nación.
Las frases con que les habla, portan la sencillez de lo querible, conducen a la comunión con lo propio y, sobre todo, registran la tonalidad del amor, expresado en esas pocas formas en que puede ser dicho.
Es ya la noche de este primer día de lo por venir. Todos en sus casas, los que la tienen, o en sus lugares de estar, incluso aquellos a los que el sistema no les quiere posibilitar la tenencia de un lugar para estar, todos han de mirarse, recordar lo vivido, emocionarse, compartiendo en cada gesto, la probanza corpórea de la renovación de la esperanza.
Italo Barrionuevo
Junio, en veinte, sopla gélido por la tarde corta.
Imagen: Captura de internet (fotografía de Adrián Escándar)
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