Testimonios del Ajuste: Leo Forgas
Las diferencias entre el Estado de Bienestar y el Neoliberalismo no pasan sólo por la macroeconomía. Pasan principalmente por la política. En el primer modelo, el conjunto de medidas que se toman tienden a proteger a la población, deseando su desarrollo integral económico, educativo y de contención. En el segundo, por el contrario, el factor humano es sólo una variable económica más, y por lo tanto, movible, desechable, incierta.
Sin Miga quiere compartir algunas historias de tucumanos y tucumanas, a quienes el Neoliberalismo ha decidido hacerles la vida más difícil, prácticamente por que sí, a partir del nuevo esquema de gobierno que prioriza la libertad del mercado por sobre la libertad de la gente.
TESTIMONIOS DEL AJUSTE
LEO FORGAS
SIN LIMITES
Una de las “promesas” que hizo el actual gobierno de Cambiemos en su campaña electoral fue la de no sacar los derechos bien otorgados que ya tenía el ciudadano y se veía al mismo Mauricio Macri manifestándolo durante sus spots publicitarios. Independientemente de haber tenido la certeza de que nada de eso se concretaría de manera real, la duda que muchos teníamos era saber cuál sería el límite, si es que de verdad, existía alguno.
La intención de quitar los subsidios a las personas con discapacidad es una clara muestra de que no hay sector de la sociedad ajeno a sus impopulares políticas, de manera tal que el hecho de que el ajuste afecte a uno de los grupos de personas más vulnerables evidencia, una vez más, su ya conocida insensibilidad social.
Hablo desde adentro. Soy Leo Forgas, tengo 24 años, uso bastones desde los cinco y estoy en tratamiento fisiátrico y fisioterapéutico desde los primeros meses de mi vida. Cuento con el debido certificado de discapacidad y utilizo la ley que me ampara por mi condición en distintas situaciones cotidianas, no como un mero beneficio, sino más bien como un derecho. Sin embargo, me parece atinado aclarar que no puedo ejemplificarme como un directo afectado por esa medida puntual ya que, por distintas cuestiones, nunca necesité de aquél subsidio. Esto no inhabilita la indignación.
Por mi realidad puedo ponerme en el lugar de los damnificados con más conciencia y naturalidad que cualquier otra persona ya que, más allá de no tener las mismas urgencias, sé muy bien lo indispensable que es para un discapacitado el derecho que hoy le están negando. Tratamientos, remedios, traslados son sólo algunas de las necesidades que aquél subsidio ayudaba a cubrir, en muchísimos casos, permitiéndoles la supervivencia. Ni más ni menos que eso.
En el gobierno dicen, -“Esta medida se tomó para regularizar el cobro y evitar que gente a la que no le corresponde se ‘lleve plata de arriba’ ”-. Palabras más, palabras menos, esa es la justificación y, a decir verdad, no se puede estar en contra de eso ya que conozco la situación desde adentro y sé que no son pocos los que inventan o mienten una discapacidad con el fin de sacar ventaja. Se trata de una actitud despreciable que, lamentablemente, está en todos los ámbitos. Ahora bien: no hace falta más que sentido común para darse cuenta de que el número de tramposos es ínfimo comparado con la cantidad de personas que verdaderamente necesitan la ayuda de un subsidio por parte del Estado. Cortarlo de manera indiscriminada es, paradójicamente, discriminar a todo un sector haciéndolo responsable por las acciones de unos pocos. Como agravante, inmediatamente después de anunciar el recorte, el gobierno manifestó que daría marcha atrás con su aplicación pero pasaron semanas y hasta el día de la fecha todavía hay gente que no ha vuelto a cobrar. Esa enmienda no es un motivo ni de celebración ni de tranquilidad porque no lo hizo convencido de que había cometido un error, sino empujado por el reclamo popular. Un reclamo popular que cada vez es mayor porque cada persona intuye que, probablemente, el nuevo límite que esta política de Cambiemos intente sobrepasar, puede tenerlo entre los próximos afectados.