ACERCA DEL PASADO Y LAS COMPLEJIDADES DEL PRESENTE
El 9 de Febrero de 1975, mientras para algunos comenzaba la alegría del Carnaval, para otros se abrían las puertas del terror del Operativo Independencia en Tucumán. En el juicio que concluyó con la lectura de la sentencia el 15 de setiembre del presente año, la justicia probó que aquél día comenzó un plan sistemático de exterminio con secuestros y desapariciones forzadas en Centros Clandestinos de Detención y que no se trataba de una guerra, sino de crímenes de lesa humanidad. Desde una visión socializante de la construcción de la Memoria en el siguiente ensayo Tina Gardella nos invita a analizar el legado del Juicio al Operativo Independencia en Tucumán.
ACERCA DEL PASADO Y LAS COMPLEJIDADES DEL PRESENTE
Lo que dejó el Juicio del Operativo Independencia
Por Tina Gardella
De entre las miles de personas secuestradas en los distintos centros clandestinos de detención que tuvo lugar en Tucumán antes y después de la Dictadura Cívico-Militar del 76, se encontraban sobrevivientes que atestiguaron durante la sustanciación del Juicio por el Operativo Independencia. También lo hicieron familiares, amigos, vecinos y conocidos de quienes no sólo hoy no están, sino de quienes ni tan siquiera se sabe qué fue de ellos.
Al juicio también asistieron allegados a estos testimoniantes en su condición de familiares del familiar, amigos del amigo, vecinos del vecino y conocidos del conocido. Es decir, quienes desde el presente se relacionan con esa ausencia o presencia sobreviviente y también aquellos que, desde una pertenencia institucionalizada a algún organismo de derechos humanos, abonan los procesos de memoria, verdad y justicia con su vocación reparadora de construcción y reconstrucción de lazos comunitarios.
Del mismo modo, la escena del juicio también estuvo integrada por quienes, desde la perspectiva del estrado ocupado por los jueces y desde donde se ubican los imputados y sus abogados defensores, se hallaban sentados hacia la derecha del recinto judicial. Sin grandes alteraciones, miraban y escuchaban desde esa ubicación las narraciones de los testigos acerca de lo que hicieron y les hicieron los victimarios imputados de “esos seres queridos y/o conocidos” entre los cuales, aunque algunos fueron condenados, asombrosamente otros resultaron absueltos según sentencia del Tribunal.
Una de las primeras cuestiones discutidas con los periodistas que cubrían los juicios de lesa humanidad, el primero fue en 2008 y desde allí se sucedieron otros once, fue cómo nombrar a unos y otros asistentes. Así, como una estrategia para desenmascarar la teoría de los dos demonios, desde el Diario del Juicio Tucumán insistimos en que histórica y políticamente sólo las víctimas tenían derecho a ser representadas por familiares y compañeros, en tanto que a los imputados debía presentárselos como parientes, amigos o conocidos. Consecuentemente, en su crónica del sábado 16 de Setiembre posterior a la sentencia del Juicio por el Operativo Independencia, La Gaceta utilizó esta diferenciación para aludir a una y otra dimensión semántica. En efecto, atravesado siempre por el pasado, el presente nos interpela poniendo en tela de juicio nominaciones y categorías que aparentan nimiedad pero que, a través de las palabras, preservan sin embargo la carga simbólica acerca del lugar que otorgamos a la dimensión política del entramado socio-histórico en nuestras comunidades pues las cuestiones que tienen que ver con la construcción de Memorias van más allá de una simple conexión con el pasado a fin de poder avanzar sobre la terminología que elegimos para referirnos a él.
Por otra parte es sabido que los pueblos originarios y sobre todo los mapuches del sur, consideran que lo que se tiene por delante es el pasado, no el futuro y que esa es la razón por la que podemos verlo: porque ha sucedido, de manera que no hay construcción de un proyecto a futuro si no conocemos el pasado y lo que de él deseamos transformar. El problema es que ese pasado no sólo es resistido sino alterado e incluso negado para ocultar el feroz ataque a la construcción de las memorias y, de absoluta actualidad, para promover la siempre vigente posibilidad de construir un enemigo interno.
Ése y no otro es el marco de la absolución de algunos imputados en el Juicio del Operativo Independencia. Sus víctimas residentes en pueblos o comunidades pequeñas en los que “todos se conocen”, que los padecieron y que por esa razón los denunciaron, hoy están estudiando la posibilidad de mudarse, de buscar otra casa, de construir otro hogar, de iniciar otros vínculos… ¿Podrán? No se trata únicamente del lugar del trabajo o de los costos económicos que una mudanza conlleva. Quien se mudó alguna vez, sabe muy bien lo que eso significa. Mas todas estas consideraciones quedan relegadas porque la pregunta no pasa por si los familiares pueden o no afrontar las consecuencias de la sentencia del Operativo Independencia. La cuestión verdadera es si es justo que tengan que hacerlo.
Esos testimoniantes, directos o indirectos testigos del terrorismo de Estado que aplastó cuerpos, palabras y sueños, trabajaron inmensamente para poder dar cuenta de lo sucedido en todas y cada una de las audiencias. Acompañados y contenidos por profesionales destacados; valorados, mirados y escuchados atentamente, desde adentro o desde afuera, asumieron su condición de víctimas, su estadío en la comarca del horror hasta no poder nombrar, hasta no saber decir, hasta no poder recordar… No sin esfuerzo, entre la verticalidad personal y la horizontalidad comunitaria, pudieron articular la construcción de memoria, verdad, justicia.
Sin embargo, ahora víctima y victimario se cruzarán en el kiosko de la avenida de la ciudad para comprar el diario del domingo. En otra localidad, más pequeña, víctima y victimario se mirarán mientras uno con su auto frente a la casa del otro. Escenas de la post sentencia…
Sabemos que la historia no es una cosa fija, ni siquiera un simple proceso continuo. Porque el pasado no es sino todas las complejidades de este tiempo, todos los estratos de la arqueología, todos los punteados del destino, todos esos encuentros, más allá de las audiencias, que nos permiten escapar de la cadena de estereotipos, de la despolitización de la memoria y del destrato hacia nosotros mismos.
Pero dejemos a la justicia con sus ritos y protocolos, con sus pruebas y dictámenes. La pregunta es por el lugar de lo político en tanto constructor de vínculos socio-histórico-culturales que guarda y resguarda las memorias de la comunidad. Memorias que cobran mil formas, pero que en los juicios de lesa humanidad tienen en los testimonios su principal constructo de significaciones.
¿Podrán intendentes y delegados comunales trabajar estas problemáticas en tanto su comunidad entera es la afectada y la territorialidad es un soporte de la construcción de la memoria colectiva?
¿Dejarán de ser los temas de Derechos Humanos sólo incumbencia de una Secretaría y de los Organismos de Derechos Humanos de los cuales tanto aprendimos?
Las preguntas también son colectivas. Nos incluyen. Y las respuestas deben ser ahora. Porque en los tiempos actuales y con las políticas implementadas a nivel nacional, ninguno está exento de ser construido y considerado como enemigo interno.
Imagen de tapa: Juan Pablo SÁNCHEZ NOLI, Encuentro, Entrada al Pozo de Vargas. Fragmento de ensayo fotográfico sobre la desaparición de Enrique Alberto Sánchez y hallazgo de sus restos en el Pozo de Vargas. 2014