HUÉRFANOS
Los mecanismos del poder juegan a las escondidas. Y ganan. Pero jugando contra la pobreza y contra la infancia perdemos todes.
HUÉRFANOS
Por Soledad Deza
Mucho se ha dicho sobre el caso de la niña de Tucumán. Demasiado. Y el problema es ese precisamente, el cuerpo gestante que desafía los mandatos de maternidad obligatoria se convierte en territorio de cruzadas religiosas, experimentos sanitarios y juegos políticos. La cruda realidad es que el interés superior de la niña está estuvo en boca de todos, pero la niña estuvo en la boca del lobo.
No hay triunfo cuando se debe mendigar la salud pública. Si en tiempos de democracia la desigualdad expondrá a quienes tienen escasez simbólica y material de recursos a quedar subyugadas en laberintos judiciales y hospitalarios, mientras que quienes pertenecen a un sector aventajado transitan sus infancias y adolescencias en Disney, entonces tampoco hay justicia social. Por eso si bien ayer respiramos hondo sabemos que no ganó nadie, perdimos todas y estamos solamente frente a una tregua.
Es sólo una tregua porque aunque “Lucía” ya no ruega por su dignidad, igual sufre los embates públicos de haber sido convertida en un envase y una noticia por quienes debían cuidarla en el Sistema de Salud; y sufre porque ese nombre ficticio no alcanzará para borrar la tortura sanitaria, la exposición mediática y el encarnizamiento judicial que la colocaron al borde de la muerte, teniendo solo 11 años de vida. También es una tregua porque quedó al descubierto una enorme maquinaria anti derechos que se articuló acompasadamente a la sombra de los poderes de gobierno para intentar que Tucumán retroceda en derechos. Y por eso, además de una tregua, es un grito de guerra para las mujeres tucumanas.
¿Será el efecto Bolsonaro que llega a nuestras tierras subtropicales sin estación seca para quedarse? Cierto es que aunque en Tucumán es de público conocimiento que la sexualidad y la reproducción parecen anudadas a prueba de escapismo -no hay ley de anticoncepción y no hay ESI- la ILE con más o menos trabas según las Instituciones de Salud era una política pública exigible y según el mismo Vigliocco informó en el año 2016 en el Expediente judicial N* 168/16, se aplica en nuestra provincia el Protocolo elaborado por el antiguo -extinguido- Ministerio de Salud. ¿En qué momento decidió el Sistema Provincial de Salud volver sobre sus propios actos y enclavarnos casi 100 años atrás?
Quizás esta avanzada política contra los derechos humanos de personas gestantes comenzó a pergeñarse cuando 29 legisladorxs intentaron sancionar una ley para prohibir la ILE apenas finalizado el debate de legalización de aborto en el Congreso. Quizás es un coletazo de una movida política regional conservadora y neoliberal que luego de dejar a la salud sin Ministerio, quiere aprovechar ese vacío para convertirnos en úteros llenos u ocupados al margen de toda libertad. O quizás sea otra expresión del Pacto Sacro-Patriarcal -ahora “democratizado” entre Iglesia Católica y Evangélica- que está acostumbrado en nuestra provincia a transar los derechos de las mujeres en mesas de señores con sotana y despachos con cruces. Quizás la cruzada antiderechos se fortaleció cuando se premió con el Ministerio de la Defensa al fiscal que instruyó el caso Belén, presa 29 meses por un aborto espontáneo y por la objeción de conciencia judicial. Quizás sea sólo que a las encuestas electorales no les mueve el amperímetro la agenda de las mujeres y bajo polarizaciones cuidadosamente traducidas a modo de paleta de colores -verdes o celestes- queda en evidencia que para los partidos mayoritarios la autonomía sexual, piedra básica de la igualdad y la libertad de los cuerpos gestantes, es suntuaria. Quizás sea el gobierno de los CEOS que quiere hacernos creer que la maternidad es un servicio público y que nuestras niñas pobres deben reproducir ad aeternum la fuerza de trabajo que sostenga la barbarie capitalista. Quizás sean todos esos “quizás” los eslabones de una cadena mucho más pesada construida para consolidar un orden político que permita el gobierno de los cuerpos y perpetúe la subordinación para quienes no quieren cuadran con los estereotipos patriarcales.
La verdad de los hechos está a la vista: la agenda de las mujeres no está en la agenda electoral y mucho menos en la agenda política. Ningún candidato y ninguna candidata -no hay “candidate” y eso también debe leerse como un agujero de la agenda feminista- se anima a pronunciar la palabra aborto sin sonrojarse y así, en puntas de pie, llegamos donde estamos: se judicializa la salud, se fiscaliza la autonomía, se viola la confidencialidad, se diseñan artilugios para torcer la voluntad y los funcionarixs de turno usan sus lugares de poder para dañar. El resto de la clase dirigente, mira para otro lado.
Foucault nos enseña que “El poder es tolerable sólo con la condición de enmascarar una parte importante del mismo. Su éxito está en proporción directa con lo que logra esconder en sus mecanismos”[1]. En Tucumán cayeron máscaras estas semanas, está todo al aire y por eso, no se tolera el abuso de poder.
[1] FOUCAULT, M., La voluntad de saber, Siglo XXI, Madrid, 1984.
imagen de tapa: Antonella APARICIO. S/T. Acrílico s/tela. 0,30 x 0,50m. 2012. Colección Eli Cárdenas.