Hoy más que nunca, por todes: Tucumán de nuevo en la mira
Hoy más que nunca, por todes: Tucumán de nuevo en la mira
“Hoy la comunidad trans sufrió un nuevo ataque de odio. Justicia por Lucas”, exigió una voz quebrada por la bronca y la tristeza. Era 2 de mayo y en Tucumán se estrenaba por primera vez en pantalla grande el mediometraje documental Los Pájaros: identidades transitando el vuelo. El documental relata en primera persona el testimonio de varones trans; de sus procesos, obstáculos y logros en la construcción de una identidad trans-masculina que socava los estereotipos de la masculinidad hegemónica. Cuando concluía la proyección, con el teatro Rosita Ávila colmado de personas convocadas por la temática y las sensibilidades a flor de piel, palabras que narraban un nuevo ataque de trans odio pedían justicia por Lucas, dejando un sabor amargo de déjà vu colectivo. Nuevamente la comunidad LGBT+1 había sido golpeada.
El día anterior a las 9 de la mañana, Lucas Gargiulo, varón trans, volvía a su casa cuando su paso fue obstaculizado por la presencia de tres hombres. En un principio Lucas pensó que se trataba de un robo, pero el encuentro devino en una agresión sexual brutal acentuada por el ensañamiento al darse con un cuerpo trans. Lo que parecía un hecho de inseguridad derivó primero en la ridiculización de la identidad, cuando le bajaron los pantalones a la voz de “puto, te vamos a volver macho”, y terminó en lo que conocemos como una violación correctiva. Este término busca nombrar aquella incitación moral que dictamina que es válido castigar todo lo que se salga de la norma establecida: una persona biológicamente asignada mujer debe ser heterosexual y sumisa a la sombra de un hombre. En este sentido, los agresores creyeron pertinente corregir la expresión de género masculina de Lucas, mediante la agresión sexual.
Casos como el de Lucas son invisibilizados desde el aparato estatal ante la falta de registros oficiales. Persiste la ignorancia sobre las identidades trans y, mucho más, respecto de lo que significa una “violación correctiva”.
Los medios de comunicación hegemónicos no hacen sus coberturas de acuerdo con los manuales de tratamiento periodístico respetuoso y con perspectiva de derecho. De esta forma los transfemicidios, travesticidios y otros crímenes de odio hacia la población LGBT+, aún se encasillan exclusivamente en la sección de policiales, y no son tratados con la seriedad, responsabilidad y complejidad propias de este tipo de casos.
Si supimos del caso de Lucas fue porque él decidió contarlo. Ante la falta de respuestas en las instituciones, hizo uso de aquella herramienta que encontró a su alcance: las redes sociales. A partir de ahí la viralización, el interés y la sobreexposición de los medios que, al acecharlo por una entrevista, pasaron por alto respetar su intimidad al invadir sus distintos espacios de resguardo.
La ausencia de reconocimiento de lo diverso, de lo que se ubica por fuera de la norma cis heterosexual, provoca que tanto la sociedad como los medios de comunicación elijan ahondar en detalles morbosos en torno a los casos de abuso sexual, cayendo en revictimizaciones innecesarias. Por ello es decisión política de esta nota no reproducir su contenido.
Las deficiencias en las actuaciones policiales evidencian la falta de capacitación en perspectiva de género y se convierten en nuevos actos de violencia y discriminación. A Lucas no se lo escuchó. No le tomaron la denuncia por violación, que con insistencia pidió dejar asentada. Solo fueron registrados el hurto y los golpes. Acciones como esta dejan al descubierto la vulnerabilidad en la que se encuentran les pibes trans, a quienes no se les escucha ni se les cree. El poder de “juez y parte” funciona como una herramienta de abuso de poder por parte de la policía, sostenido por una estructura social clasista y patriarcal, y por un sistema en donde la propiedad privada es más importante que la vida.
“Cuando les dije a los policías que soy un chico trans no quisieron asentar que me violaron” dijo Lucas. ¿Qué razones llevaron a ese agente a obviar el hecho? ¿No puede un varón ser víctima de abuso sexual? ¿Cómo puede un varón trans afrontar solo las desidias estatales?
No existen registros oficiales de los crímenes de odio hacia la comunidad LGBT+ y su inexistencia es un obstáculo para identificar y detener los patrones de esta violencia sistemática. A partir del relevamiento de algunos casos que alcanzaron dominio público, se observa que una constante es la falta de calificación desde el inicio como crímenes de odio. Su investigación y posterior judicialización omiten visibilizar el móvil discriminatorio de estos ataques.
A su vez, la falta de cifras desalienta el impulso de políticas públicas y atención estatal reforzada. Frente a este panorama desfavorable son les propies activistas o las mismas víctimas quienes realizan monitoreos y relevamiento de datos para suplir esta falla estatal sistemática. La Agencia Presentes, un medio especializado en la temática, cataloga a Tucumán como una de las provincias más violentas de la Argentina para las personas LGBT+.
Pese a que el país es pionero en el reconocimiento de los derechos de las personas LGBT+ (Ley 26.743, que reconoce el derecho a la identidad de género, Ley 26.618 de Matrimonio Igualitario), la fuerte estigmatización persiste. La letra dura de las leyes queda estanca si no está acompañada por herramientas que fomenten la igualdad y coadyuven a cambios sociales reales.
En Tucumán no hay compromiso político para la implementación de la ley de Educación Sexual Integral. Esto se traduce como un aval más para la vulneración de derechos del colectivo LGBT+ y la cultura de la violación2. Tucumán es la provincia que cajoneó un proyecto de Ley de Cupo Laboral Travesti y Trans sin siquiera discutirlo. El 30 de abril Lucas había salido con sus amigues a festejar que había conseguido trabajo, por la dificultad que esto representa para las personas trans3.
Según un informe de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) y Fundación Huésped de 2014 (el último disponible), sólo el 18% de las personas travestis y trans han tenido acceso a trabajos formales. La precariedad laboral es una de las características que afecta a la población trans. La proporción de quienes trabajan en el sistema formal es baja y, como consecuencia, sólo 1 de cada 10 hombres y mujeres trans tiene aportes jubilatorios.
El desprecio por lo que escapa de la norma está a la orden del día. Los ataques de homo- lesbo- trans- odio continúan. En la Argentina durante 2018 hubo al menos 147 crímenes de odio en los que la orientación sexual, la identidad o la expresión de género de las víctimas fueron motivo de discriminación y violencia: 67 personas murieron, siendo la mayoría mujeres trans4.
Recordemos algunos casos como el de Eva Analía ‘Higui’ que estuvo presa por defenderse de un ataque sexual correctivo en 2016; el asesinato de la Pepa Gaitán fusilada por el padre de su novia en 2010; la sentencia de Joe Lemonge condenado a 5 años de prisión por ejercer la legítima defensa al ser agredido por dos varones cis en su casa.
En Tucumán los transfemicidios de Ayelén Gómez (2017), Cynthia Moreira (2018) y Lourdes Reinoso (2018) son sólo algunos casos que llegaron a conocerse. En sus cuerpos se materializó el ensañamiento. La brutalidad deja entrever un mensaje claro y explícito de poder, de violencia y de odio.
“Tuve la suerte de contarlo, cosa que muches compañeres no pudieron”
Este lunes 6 de mayo, a partir de las 18, las organizaciones LGBT+ y de derechos humanos convocan una marcha que saldrá desde la Plaza Urquiza e irá a la Plaza Independencia para exigir justicia por Lucas. También se marcha para visibilizar la compleja situación provincial de la comunidad LGBT+ en general y del colectivo trans en particular.
Las palabras de Lucas se suman al himno colectivo: “hoy más que nunca voy a salir a luchar por todes ustedes”.
Valentina BECKER, S/T. Registro de la marcha del orgullo, en San Miguel de Tucumán. Fotografía digital full color
Medidas variables según impresión. 2018