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Me puse el jean sin bombacha. No fue un acto de rebeldía, ni falta de bombachas limpias. Simplemente, fue el apuro. Que si no me vestía rápido y huía de mi casa, me quedaría encerrada para siempre.

El aire frío me hizo bien, la cara se me deshinchó.

Cuando bajé noté que en la vereda no estaban esos tipos turbios cuidando la entrada de esa casa que está junto a la mía. Si no nos hubiésemos dejado de hablar, seguramente sería un mensaje que te hubiese mandado. Ya no están las rejas, y el piso dejó de ser cemento gris.

Llegué al lugar donde daban la obra de teatro, una sala independiente, por la zona de warnes. En la espera repartían té o fernet. Había una tele chiquita de las viejas, de tubo, con un family game preparado para el que quisiera jugar. Estas serían algunas de las cosas ”hipster” que me resultan ”bien”. La obra me dejó una sensación horrible y hermosa. Consistía en un chico, que en una noche encerrado en su habitación se pasea por las distintas redes sociales tratando de conseguir una compañía con quien dormir y por ahí, hasta quizás, con suerte, tener sexo.

Después fuimos a comer a un lugar que recomendé yo y pedimos para compartir entre todos lo que recomendé yo. Todos alabaron mis elecciones, así como se aplaude a un asador. Y me sentí -tontamente- bien. Durante la cena se habló del family game, tanto de la maquinita expresión hipster que acabábamos de ver, como su expresión llevada al juego de la casita hijos perro casa hipoteca. Yo tuve un family game una vez y fue gracias a una extorsión. Una extorsión que llevé a cabo de manera errante, no calculada, como una intuición, me salió de la panza. Yo tenía unos nueve años y por alguna razón mi mamá me pidió que mienta que no íbamos a estar donde íbamos a estar todo el fin de semana. Así que a cambio de mi silencio pedí que me regalaran el family game. Fue tan fácil. Durante meses lo había estado pidiendo y no lograba conseguirlo, y de repente, frente a su necesitado rostro, obtuve en un segundo, el preciado family game. Fue tan fácil. Estúpidamente fácil. Malignamente fácil.

El actor de la obra se olvidó su gorra colgada en la silla. La olí. Su cuero cabelludo huele a cualquier otro cuero cabelludo, pero como un poco me enamoré, creo que su gorra huele especialmente bien. ”Yo me encargo” y la guardé en mi mochila. Todos me miraron raro. Quizás porque se dieron cuenta que me enamoré de alguien que es gay. Pero no me importa. Prefiero en este momento enamorarme de alguien gay que de alguien nocivo.

Qué raro es llegar a casa y que no esté mi perro saltándome. Ahora me haría bien bajar y caminar unas cuadras más con él, con la excusa de que haga pis, comprar un chocolate, o un agua, ahora que trago siento mi boca muy seca, que no tomo agua hace mucho. Después pensé que estuvo bien dejarlo en el hospedaje unos días, hasta que yo me acomodara, pienso que él es un animal muy necesitado para alguien como yo en este momento, pero al rato me doy cuenta que es al revés. Yo estoy demasiado necesitada para un animal así.

Sigue llegando el diario gorila a mi dirección. A los diarios acumulados los uso para juntar la caca del perro, pero ahora que no hay perro se me están apilando en la entrada. Los domingos leo el horóscopo de la revista que viene con el diario gorila.

“AMOR: Entrega conmovedora pero peligrosa. No es momento de avanzar sino de observar. Queda al desnudo con su inmensa capacidad de ternura. Confiar es una cosa, y ser ingenuo otra”.

Si no nos hubiésemos dejado de hablar, te hubiese mandado fortunas de memes del Diego:

El Diego en la montaña rusa. El del Diego en el cuadro de el grito. El del Diego como cruella de Ville. El del Diego con la momia. El del Diego cayendo en paracaídas. El del Diego como Lisa enferma en el parque de diversiones de krusty el payaso. El del Diego en el parque acuático. El del Diego en la tapa de disco de Queen.

Estamos viendo el partido del mundial contra Francia.

Estoy triste y hago esfuerzos por mostrarme menos triste ante los demás, hago chistes y los hago reír con éxito. (En un momento dentro mío llego a la conclusión de que me da igual y de que este momento de mi vida no tiene por qué ser menos feo que este momento de la vida de los demás. Y no es tan fea, de hecho está muy bien, sólo el chico que quiero no quiere estar conmigo. Y ya. De todas formas el partido terminó, Argentina quedó fuera del mundial, la tristeza de los demás se asemeja a la mía). Los días anteriores y siguientes me vi con el total de 21 personas de contacto directo y escuché sus problemas para no tener que hablar de los míos. Falté a terapia 2 veces. Fumé 4 porros. Bebí 7 tubos de vino. No puedo llevar la cuenta de cuántas veces puse en loop el audio, el último audio (nota mental: me gusta como título para algo “el último audio”) en donde su voz se quiebra, en donde dice que me quiere y yo no le creo, y la siguiente vez que lo pongo le re creo, pero después en la siguiente lo odio, y la vez siguiente lo extraño. Dejo el cel. Agarro el cel. No, lo dejo. Luego de varios intentos fallidos, logro dormir y duermo trece horas seguidas. Tengo la piel divina. Me siento regia. Agarro mi celular que está allá, y te escribo un mensaje que al final no te mando, porque mandártelo implicaría la incomodidad de que me dejes esperando, una hora, dos días, once días, o para siempre.

A veces prefiero que desaparezcas, que te desintegres, como los meteoritos que caen, haciéndose chiquititos, tan chiquititos que al llegar a la tierra no generan impacto alguno. Me encantan las analogías. Si fuésemos los protagonistas de esa película, yo sería Sandra Bullock y vos George Clooney, flotando sin gravedad en ese lugar oscuro frío y solitario. En la película Sandra Bullock se queda sola la mayor parte de la película. No la vi, pero me lo contaron. Maldición. Hasta en mis propias analogías me ubico en un lugar incómodo, inhóspito, inconveniente, silencioso.
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Maia Tarcic
Actriz y guionista audiovisual. Tomó cursos de dramaturgia con Mauricio Kartun y Ariel Barchilón. Realizó un taller de escritura de guiones de series para tv y web del Laboratorio de Cine con Lucas Bucci y Patricio Vega. Escribió y dirigió su ópera prima teatral ”Bitácora” estrenada en el Margarita Xirgu y re-estrenada en diferentes temporadas en el Teatro NUN y en el teatro del Club Cultural Matienzo. Escribió y dirigió los cortometrajes ”Rita”, “Todos los días”, ”Siempre que nos vimos fue en invierno” y “Aeropuertos”. Es alumna del programa de cine de la UTDT. Actualmente se encuentra escribiendo una serie para el canal de la UN3 y dicta clases de escritura creativa y escrituras autobiográficas. En Mayo del 2019 lanza su libro de relatos cortos ”Besar una puerta” de la mano de la editorial Pánico El Pánico.

Imagen de tapa: Daniel RIVADEO, Happy Birthday. Óleo s/tela, 0,95 x1,20 m. 1980