Los museos y los usos públicos de la historia

Los museos y los usos públicos de la historia

A partir del reciente levantamiento de la muestra “Randa testigo” en el Museo de la Casa Histórica, María José Fernández Pascual reflexiona acerca de los museos como espacios simbólicos que habilitan ejercicios de la memoria (y del olvido) poniendo en diálogo las distintas temporalidades de nuestra historia. Desde la tensión visibilizar/invisibilizar, el museo se erige como espacio que propicia el debate y echa luz sobre las actuales disputas por el sentido. A pesar de las resistencias, sostiene, su guión museal tiene el deber de ser una llave que nos permita pensar las formas actuales de autorrepresentación colectiva.

 

 

Los museos y los usos públicos de la historia

por María José Fernández Pascual

 

El Museo Casa Histórica de la Independencia es un lugar que provoca emoción porque, en gran medida, nos remite a la infancia, especialmente, a la escuela donde aprendemos las primeras ideas asociadas a la noción de patria. Esta Casa, tantas veces dibujada en los cuadernos infantiles, es uno de los sostenes en los que se apoya la identidad colectiva nacional, es uno de los ejes del mito nacional. Esta asociación de lo material y lo inmaterial emociona y, en gran medida, lo hace porque es un recuerdo de la infancia. Estos conceptos fueron enunciados por el historiador Gabriel Di Meglio, actual Director del Museo Histórico Nacional en la conferencia “Historia en público. Museos” organizada por el Instituto de Historia Argentina y Americana E. Ravignani (UBA).

Lejos de pensar este sitio histórico como un espacio estático, y hasta inerte, podemos decir que se trata de un lugar en el que permanentemente se realizan complejas operaciones cargadas de sentidos, de intencionalidades, de uso colectivo. Este museo histórico, de ámbito público y de jurisdicción nacional, es un espacio hiper simbólico, un sitio privilegiado para observar qué y cómo recordamos, pero también qué deseamos olvidar o soslayar como sociedad. Por ello, los museos son espacios privilegiados para pensar las políticas de la memoria, para reflexionar cómo se construyen los imaginarios sobre el pasado, qué tensiones atraviesan a esas representaciones que pujan por imponerse y en las que siempre está en juego el presente. En los museos esta construcción se realiza a través de diversas operaciones de selección en las que se escogen objetos a exponer y temáticas a visibilizar, en las que se fijan cronologías y alientan tradiciones. Estas decisiones muchas veces generan tensiones entre distintos grupos de la comunidad y quienes no se sienten representados en esa selección pujan para que otras memorias sean incorporadas a los discursos institucionales.

Este museo que conmemora la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América tuvo durante muchas décadas un guión tradicional en el que predominaron los tonos heroicos y epopéyicos y en el cual las elites ocuparon un lugar protagónico. Desde 2008 la propuesta museográfica comenzó a ser repensada por un grupo de profesionales que actualizaron y problematizaron el guión, quienes abrevaron en un renovado campo historiográfico, es decir, en nuevas interpretaciones de la historia. Pero fueron, especialmente, las conmemoraciones del Bicentenarios impulsadas desde el Ministerio de Cultura de la Nación en 2015 y 2016 las que iniciaron un nuevo ciclo en el museo tucumano y propusieron otras dinámicas y formas para narrar los procesos políticos y sociales. Estos guiones se nutrieron de tradiciones historiográficas diferentes –la revisionista y la académica– y fueron importantes para repensar y cuestionar arraigadas tradiciones sobre cómo pensar la Independencia. Entre los cambios, por ejemplo, se invisibilizaron objetos que se exponían en las salas, como el Crucifijo expuesto en el Salón de la Jura, se incorporaron nuevos actores al relato, como los sectores populares, y se modificó la manera de narrar y exhibir los objetos del patrimonio. Esta situación generó polémicas públicas, en las que se pueden leer las disputas por imponer determinadas visiones del pasado y que siempre se conjugan en tiempo presente.

Las dinámicas de cambio continuaron hasta la actualidad, el Ministerio de Cultura de la Nación, a cargo de Tristán Bauer, impulsó políticas culturales que tuvieron por objetivo repensar a los museos como espacios abiertos que posibiliten el debate, ayuden a construir pensamiento crítico y procuren dar lugar a una pluralidad de voces. Dentro de este marco, las expresiones artísticas contemporáneas adquirieron un lugar destacado para posibilitar diálogos entre patrimonio y memorias históricas. El desafío de introducir proyectos artísticos contemporáneos en los museos implicó un notable cambio en las tradicionales maneras de narrar los guiones museales.

Es importante destacar que el museo tiene en su acervo numerosas representaciones artísticas, por ejemplo, retratos y representaciones sacras que fueron incorporados con una intención evocativa –en el caso de los retratos– y evangelizadora –en el de las obras sacras. Si partimos de la idea que las expresiones artísticas son complejas, polisémicas, metafóricas y se registran en un espacio y un tiempo determinado, también es importante señalar que cuando los objetos artísticos entran en relación con la memoria y se incorporan en un espacio museal se transforman: adquieren un aura especial, una teatralidad. En una obra de arte conviven varios tiempos históricos, muchas veces en ellas el pasado está condensado en el presente. En este marco interrelacional, que promovió el Ministerio de Cultura de la Nación, la Casa Histórica. Museo Nacional de la Independencia recibió la exposición colectiva Randa Testigo curada por la artista, investigadora y docente tucumana Alejandra Mizrahi.

“Randa Testigo” es una muestra disruptiva desde lo museológico y lo conceptual, ocupó el espacio museal de manera novedosa, vinculó el patrimonio del museo con randas antiguas y otras contemporáneas. Incorporó en un lugar central los trabajos de las maestras randeras, mujeres tucumanas del ámbito rural monterizo, y visibilizó, a través de la obra de arte “Revés de Trama” de la artista tucumana Carlota Beltrame, la conflictividad social y política que atravesó Argentina en los años setenta. El texto curatorial de Alejandra Mizrahi introduce el nombre propio de estas mujeres en las salas del museo, las personaliza, las coloca como protagonistas de la historia entendida como una construcción colectiva, en ellas se representan todas y cada una de las microhistorias de vida construidas con el esfuerzo diario. A lo largo de la muestra, la randa es utilizada como un hilo conductor con el que se narra y recorre la historia social y política de Tucumán, el guión recuerda lo ancestral de la técnica traída por damas castellanas en la época de la fundación de Tucumán, observa cómo la randa se utilizó para construir homenajes a la Independencia en los tiempos del Centenario en 1916, presenta también los paisajes del azúcar y sus gentes, en los que rememora la desolación que provocó el cierre forzoso de los ingenios azucareros por las brutales políticas dictatoriales de 1966.

Así, esa randa que permaneció y testificó aquel clima social convulsionado y violento de los años ’70, hoy es testigo del Tucumán contemporáneo con sus contradicciones y contrastes en el que se destaca el trabajo de estas mujeres. La randa es testigo y es protagonista, al igual que la Casa Histórica de la Independencia, de los claroscuros de la historia política y social de esta provincia. Para la historiadora Nora Pagano “los museos son fuentes que pueden ilustrar las dinámicas de lo social”, en este sentido estas dinámicas sociales se manifestaron en el museo tucumano y tuvieron como foco la obra “Revés de Trama”, pieza textil que evoca la toma de la Casa por la organización peronista Montoneros en 1971. Por medio de esta pieza la artista problematizó el hecho y habilitó agudas preguntas sobre los recuerdos, olvidos y las representaciones de la memoria.

La recuperación de este acontecimiento por la artista Carlota Beltrame generó la reacción de sectores de la comunidad tucumana. Los reclamos y cuestionamientos se extendieron al ámbito nacional y se enmarcaron en el contexto de la campaña electoral por las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) que se llevaron a cabo el 12 de septiembre, por lo que sectores opositores al gobierno nacional y provincial reclamaron de manera imperativa que la obra no forme parte de la exposición museal. Consideraban que el acontecimiento que rememoraba la obra artística era agraviante y no debía ser parte de los contenidos del museo de la independencia. Referentes parlamentarios nacionales de la Unión Cívica Radical mencionaron que presentarían en la Cámara de Diputados de la Nación y de Senadores un pedido de informes al Ministro de Cultura de la Nación por considerar que la presencia de Montoneros era una afrenta a los próceres del 1816. En los ámbitos parlamentarios provinciales, referentes del bussismo del Partido Fuerza Republicana se manifestaron en los mismos términos y exigieron al gobernador de la provincia que actuara para la remoción de la obra.

Este clima promovió la circulación de información falsa con fotos intervenidas digitalmente que recrearon las pintadas realizadas por Montoneros en 1971 en el Salón de la Jura. Esta manipulación en la que se infería un homenaje a Montoneros alentó a potenciar los agravios y amenazas en contra de las responsables de la muestra, ya que la violencia verbal se personalizó en la artista autora de la obra, la curadora y la directora del museo. Estos agravios fueron repudiados y la muestra Randa Testigo fue respaldada por las autoridades nacionales de patrimonio, el apoyo se extendió a sectores de la cultura entre ellos artistas, investigadores especialistas en museos, a los que se sumaron algunos dirigentes políticos que consideraron la propuesta como valiosa y manifestaron inadmisibles las expresiones de violencia. Las presiones y tensiones no cesaron hasta que las autoridades de Cultura de la Nación dieron por terminada de exposición “Randa Testigo”, a mediados de septiembre de 2021, mucho tiempo antes de la fecha de cierre proyectada para el mes de diciembre. Entre los argumentos, las autoridades manifestaron que las tensiones ponían en riesgo a los trabajadores del museo y al patrimonio del mismo.

La obra “Revés de Trama” en palabras de la autora “trató de repensar nuestros procesos históricos, la pieza tiene una densidad histórica fuerte que activa todos los prejuicios, los dolores, los malestares y también las simpatías”. En síntesis, se puede decir que las polémicas y la violencia con que se atacó a la obra expresa las problemáticas vinculadas a las políticas de la memoria. Evidencia las tensiones y pujas entre distintos actores sociales por el uso público de la historia en espacios –como los museos– en los que la historia y la representación del pasado y del presente entran en permanente debate. Una vez más, este hecho muestra cómo en el control de la memoria colectiva lo que está en disputa es el presente.

 

 


María José Fernández Pascual
Artista visual. Sus trabajos fueron seleccionados para participar del “Salón Nacional del Bicentenario en Artes Visuales”, Tucumán (2016) y del “XLVII° Salón de Tucumán para el ámbito nacional de Artes Visuales” (2019) entre otros. En su obra problematiza desde la técnica textil las tensiones que se producen en los territorios personales y sociales. Colabora en las intervenciones urbanas realizadas por el Grupo Intervencionista Tucumán (GIT), es miembro del colectivo de artistas Nómades. Se desempeñó como jefa del Área de Documentación y Registro del Patrimonio museal en Casa Histórica. Museo Nacional de la Independencia. Actualmente su línea de investigación está inscripta en la carrera de Historia de la UNT y se vincula con los usos públicos de la historia a través de los guiones museales. Es colabora de “ATARRAYA, Nuestras Historias”. Espacio de diálogo interdisciplinario, blog de Historia Política y Social iberoamericana, en el que publicó el trabajo: “Entre la cruz y el escudo. El Museo Casa Histórica de la Independencia”, México (junio, 2020).

Imagen de tapa: Ana María TOLEDO, Randa. 41,5 x 22 cm. 1960. Propiedad del Museo Folklórico Provincial “Gral. Manuel Belgrano”, Tucumán.