OTROS MODOS, ENSAYOS Y ESTADOS

OTROS MODOS, ENSAYOS Y ESTADOS

No es frecuente leer textos que analicen el impacto del neoliberalismo sobre las políticas culturales tanto de “consenso”, a cargo del Estado, como sobre las de “disenso”, a cargo de las iniciativas independientes. En este ensayo que presentamos, Andrés Labaké arriesga diagnósticos pero también se adentra en un análisis profundo sobre los cambios acaecidos en materia de gestión cultural y promoción de las prácticas artísticas en la Argentina de Cambiemos.

 

OTROS MODOS, ENSAYOS Y ESTADOS

Neoliberalismo, políticas culturales y prácticas artísticas contemporáneas [1]

Por Andrés Labaké

 

 

Cualesquiera que sean las pseudotolerancias de que haga alarde el orden capitalista

bajo todas sus formas, códigos y discursos, continúa sometiendo toda la vida deseante,

sexual y afectiva a la dictadura de su organización, fundada sobre la explotación,

la propiedad, el poder masculino, la ganancia y el rendimiento (…)

Félix Guattari [2]

 

I

La supremacía de la forma sobre la función, el concepto o el contenido que caracterizaba las prácticas artísticas de la modernidad, hoy configura los modos de hacer política o economía. Es extraño creer y esperar que por el mero traslado al sector privado, la supervivencia de las instituciones públicas auspicie acciones de interés comunitario independiente y/o críticas a la propia voracidad de las empresas. Contrariamente, todo se agrava si, bajo la lógica de la rentabilidad y la ganancia, el Estado abandona sus tareas y sus responsabilidades. El neoliberalismo intenta constituirse en una nueva logia de poder, caracterizada no sólo por la concentración y acumulación de la propiedad de los medios de producción y del capital financiero, sino por el dominio y el control de los procesos de significación. Se ha convertido en un modo de construcción de subjetividad. Nos dice Jorge Aleman:

El sujeto está todo el tiempo confrontado a una exigencia frente a la cual no da la talla y con respecto a la cual siempre está endeudado. (…) el neoliberalismo es una especie de fábrica de deudores y es una mezcla de llamado a la felicidad, una especie de convocatoria a “todos juntos”, “todos felices”, para luego estar en falta con respecto a eso mismo.[3]

El marketing es el instrumento y el dispositivo del control. Deleuze distingue la antigua sociedad disciplinar determinada por el encierro, de la actual “sociedad de control”, aunque quizás estén dándose ambas simultáneamente. La sociedad de control se ejerce sobre la subjetividad. El neoliberalismo hace uso de las redes y los medios de comunicación, como técnica de poder en la que convergen la libertad y la explotación bajo la forma de autoexplotación.

 

II

Podríamos decir que gran parte de la modernidad se fue definiendo por la capacidad que tuvieron sus distintos espacios de regirse en forma autónoma. Supuestamente escindido de todo contexto y contaminación, el arte pudo desmarcarse de toda funcionalidad utilitaria, de lo religioso, de lo ético y de lo político. Pudo delimitar un terreno propio y ensayar una serie de operaciones endogámicas que ya no respondían a contingencias exteriores como tampoco a la voluntad del príncipe o del poder religioso y/o político. El gesto iconoclasta del arte moderno tuvo el propósito de revelar en la obra de arte, su pura presencia, su “supremacía”, al liberarlo de la ilusión mimética y de la intención comunicativa. Aunque frecuentemente caracterizado como formalista, el arte moderno es demasiado heterogéneo como para ser subsumido bajo este único criterio; más bien puede ser caracterizado por su particular reclamación de la verdad, inmediatamente revelada. Cada obra parece enunciar “esto es una obra de arte” pero, más allá de este reclamo de verdad, la obra de arte moderna perderá su filo y pasará a ser meramente decorativa, cualesquiera sean sus formas.[4] Así, el sueño de las vanguardias de que toda la vida estuviera planteada en términos estéticos tuvo un desencadenamiento de la mano del mercado, y no del pensamiento utópico-político. La forma asimilada, lo bello conciliado y tranquilizador que no deja resto ni falta, fue cooptado e incorporado por el mercado.

Ángeles RODRÍGUEZ. Vengadores. Esculturas de cerámica. 0,15 x 0,50 mts. aprox. 2012.

La Posmodernidad renuncia a aquél reclamo de verdad de la Modernidad, pero no enuncia uno propio y, aunque permanece crítica y deconstructiva, no parece haber tomado posición alguna. La obra de arte posmoderna es al mismo tiempo presente y ausente, verdadera y falsa, real y simulada.

Luego, el arte contemporáneo. Durante la última década, en el mundo global hegemónico se ha producido intencionalmente un vaciamiento de sentido sobre lo que llamamos inicialmente arte contemporáneo con el propósito de desarmarlo, de volverlo inocuo e inofensivo, de restarle su capacidad y potencialidad disruptiva e inquietante, arrastrándolo hacia una producción de cierta espectacularidad vacua, de entretenimiento turístico o hacia una nueva producción objetual complaciente. En efecto, se trata de un vaciamiento con el cual desligaron los eslabones en los que el concepto “contemporáneo” se enlazaba, dejándolo capturado y a la vez a la deriva en un plano discursivo superficial, acomodado a lógicas de comercialización.

Me interesa entender al arte contemporáneo como aquél que enuncia y opera poéticamente en y sobre un contexto, con un posicionamiento ético. Un arte que no intenta reproducir las representaciones y las formas establecidas, sino que se propone investigar y abrir preguntas críticas sobre los procesos y aparatos que las controlan. Producciones que resistan y/o interfieran en el código hegemónico de las representaciones culturales y los regímenes sociales dominantes.

Entre sus especificidades singulares, la más interesante es el hecho de que el arte configura una constelación de abordaje y de construcción de significaciones y subjetividades, un espacio de producción de conocimiento. Es una práctica poética que nos constituye y a la vez constitutiva de contextos colectivos. Práctica que irrumpe, y que propone desplazamientos en los cuales las imágenes, las acciones, los dispositivos, los procesos y los objetos ensayan e inscriben su enunciación en un territorio de conflicto abierto e inevitable, entre presentación y representación, entre lo visible y lo invisibilizado. En esta proposición los procesos artísticos son lugares epistemológicos “en los que los artistas se presentan como investigadores y pensadores que desafían con sus trabajos los consensos antropológicos y filosóficos sobre los órdenes sociales, sobre las redes de comunicación o los vínculos entre individuos”.[5]

 

III

Con el paso del tiempo, por agotamiento, por ahogo económico o porque evidenciaron haber estado buscando ser parte del sistema mercado-arte, varios de los grupos y colectivos de artistas autogestionados, que surgieron en Argentina luego de la crisis del liberalismo del 2001, fueron desarticulándose. Hoy parece crecer una tendencia individualista de adaptación y condescendencia a los discursos que quiere re instaurar el actual proceso neoliberal. Se percibe que un sector importante de artistas va diluyéndose en obras y procesos que nuevamente parecieran escindirse de todo contexto y se encapsulan en terrenos puramente formalistas, en una doble paradoja de regresar al paradigma de la modernidad y a la vez elegir estar a merced del poder de turno como lo es el mercado.

Bajo la presente hegemonía de empresas transnacionales, el arte pareciera depender de grandes galerías, museos, bienales y ferias con alto poder económico concentrado.

No propongo un análisis lineal, ni caer en la dicotomía hegemónico-anti hegemónico. Hay un amplio territorio en el “entre”. Considero que se torna necesario un arte que procure moverse por fuera del sentido único marcado por aquella hegemonía, evitando responder incondicionalmente a sus requerimientos y funcionalidades. Poéticas que no puedan ser tan fácilmente aplanadas, explicadas ni vaciadas por la razón especulativa, por la lógica de la mercancía, por la inmediata “transparencia” o por la alta velocidad de la comunicación mediática y de las redes virtuales.

Si desmantelar y destruir la estética del mercado parece imposible, al menos habrá que intentar perforarlo, desgarrarlo, enrarecerlo para replantear posiciones.

Si el neoliberalismo se adueñara de todo el orden simbólico, se trataría de un crimen perfecto. No habría ninguna forma de establecer ya algún tipo de resistencia o de intención política ni de recurso a legado histórico o a una herencia simbólica. Hay algo en la propia constitución del sujeto, que nos vuelve a cada uno una existencia mortal, hablante y sexuada, que no puede ser capturada del todo. Si los dispositivos del neoliberalismo capturan esto, ya no habrá nada que hacer. [6]

El arte tal vez sea una práctica con capacidad y potencia productora de otros sentidos y subjetividades, de otros modos de vincularnos y vivir juntos en la medida que intente desprenderse de los lenguajes y de las estructuras cómplices del orden social, político y económico. Las imágenes, los objetos y las poéticas no son inocentes.

 

IV

En este “mientras tanto” es interesante debatir sobre la acción y responsabilidad del Estado, en el ámbito de las artes. Propongo, una diferenciación entre arte y cultura que conlleva una diferencia entre la gestión de ambos. Si la cultura es el conjunto de las prácticas, las costumbres, los discursos, los modos de organización, de funcionamiento y de relaciones que hemos ido incorporando y aceptando; el arte es un accionar que explora los límites y provoca desplazamientos en las formas y los discursos establecidos e imperantes. (…) “tiene que ver con la política por actuar en una instancia de enunciación colectiva que rediseña el espacio de las cosas comunes”[7]. Por esta razón entiendo a las políticas públicas en arte como la generación de condiciones de posibilidades alternativas, como un apoyo y un acompañamiento a los procesos que emergen, desbordan y se desarrollan en el campo comunitario. Por un lado resulta imprescindible la participación colectiva, autónoma y autogestiva, y por el otro resulta indispensable la acción del Estado con una política presente y activa en pos del fomento de la formación, de la investigación y de la producción artística, ya que esto permite mayor independencia en la investigación y en la producción crítica.

Gaspar NUÑEZ. S/T. Instalación. Traducción de la serie “Mineros” de Juan Carlos Iramain, realizada con cemento vertido en moldes de silicona sin contramoldes. Medidas variables. 2017

Es necesario que las instituciones y los programas públicos en artes sean entendidos como espacios físicos y simbólicos de encuentro, como laboratorios de experimentación, de construcción crítica de pensamiento, discurso y subjetividad. Que los equipos de gestión tengan predisposición colaborativa, que estén perceptivos y permeables a cada contexto particular. También es importante reelaborar constantemente la construcción de pensamiento y discursiva para poder reflexionar, reconfigurar y adaptar las prácticas y los programas. Es fundamental que haya políticas federales de descentralización y fortalecimiento de cada región y ciudad; es decir que se generen y construyan programas a partir del estudio y el trabajo en cada contexto, con sus propios actores e interlocutores, para colaborar con el crecimiento y el enriquecimiento local, fortaleciendo y potenciando cada escena a fin de poder desplazarse de la estructural e histórica dependencia hacia la centralidad bonaerense.

En esa línea, también es imprescindible generar e incentivar redes entre las diversas regiones. Armar tramas descentradas; proponer cruces y espacios de construcción y traspaso de saberes en forma horizontal en todo el país. Efectivamente, resulta indispensable dejar de pensar e imponer programas-fórmulas desde oficinas centrales, sin conocimiento de las comunidades en donde se los intenta aplicar.

Insisto en la necesidad de concebir la gestión pública como la oportunidad y el deber de generar condiciones de posibilidad para que se desarrollen proyectos alternativos a los cánones, circuitos y a la lógica del mercado planteada la más de las veces como única opción. Por eso, en cuestiones más específicas, se debe trabajar en pos de re pensar, defender y hacer respetar los derechos de los trabajadores en artes, especialmente de los artistas visuales. Urge establecer e implementar, que las instituciones públicas y privadas financien a los artistas en la producción de las obras, proyectos y muestras, como también que reconozcan sus honorarios. No hay sino un fomento a la investigación y producción poética crítica. El Estado debe desarrollar políticas que tiendan a mediar, distribuir los recursos, generar participación e inclusión simbólica y económica.[8]

 

V

Cíclicamente surgen objeciones y ataques a este tipo de políticas. Con un discurso funcional al liberalismo, estas críticas argumentan que con esas políticas “los gobiernos populistas” tratan de manejar y cooptar la producción de los artistas para controlar el desarrollo de proyectos autónomos. Sin embargo, lo que se constata es exactamente lo contrario, pues con políticas públicas presentes en el fomento de la producción artística se logra una mayor independencia y una mayor investigación poética crítica que ancla en problemáticas comunes y se desplaza razonablemente de los funcionamientos del mercado.

Por otro lado, en cada escena artística siempre están quienes lo esperan todo del Estado a título e interés exclusivamente personal y, si no los favorece individualmente, suelen criticar sus políticas, cualesquiera sean éstas.

En nuestro país hoy existe un silencio que termina siendo cómplice del importante desvío de presupuestos públicos a manos e intereses privados y que acompaña la gran desarticulación de los programas de fomento, experimentación y producción diseñados por el Estado hasta 2015 ¿Qué actitud ha tenido nuestra comunidad ante esta desarticulación de lo colectivo y lo público? Diferentes posicionamientos y reposicionamientos. Mayoritariamente cierta anestesia, cierta actitud temerosa en algunos, de re acomodamiento en otros, cínica en varios, funcionales en la mayoría. Se trata de nuevos o viejos creyentes en el sistema que, enmascarados, continúan su individual camino con la ilusión de salvarse.

Tal vez estamos en un momento en el que el modo de funcionamiento social predominante sea el cinismo. ¿O es que logra convencer el énfasis en la pura forma y el simulacro implementado en programas oficiales de cultura, bajo los sugerentes disfraces del perezoso “todos juntos”? Se trata de un “como si” que vela la ausencia real de acontecimiento. Vaya como ejemplo la gran pantomima de los estériles “Laboratorios” y “Diagramas de una nueva cartografía del arte en Argentina” llevados a cabo durante los festejos por los 200 años de la declaración de la independencia en Tucumán, al inicio de la gestión del actual Ministerio de Cultura de la Nación, en 2016.

 

VI

Mientras seguimos accionando y pensando en pos de construir y ensayar una nueva forma de vivir juntos, otra invención política, que nos permita perforar y desplazarnos del capitalismo, probablemente lo mejor sea reconocerlo en su dimensión más atroz, e intrínseca para que, con base en ese conocimiento, podamos articular acciones y políticas de colaboración que de algún modo suturen algunas asimetrías, y remen contra corriente o hacia otra dirección y sentido. Porque el neoliberalismo es el extremo más perverso y cínico del capitalismo, exacerba sus características y bases constitutivas, de exclusión, explotación, control, domesticación y desigualdad económica. Detectemos y reconozcamos esta “pulsión de muerte” que es el capitalismo neoliberal, esta intención de aniquilamiento radical del tejido simbólico, esta intención de cooptación de la producción de subjetividad, y abordémoslo. Resistamos, confrontemos, interfiramos, busquemos construcciones, proposiciones y soluciones provisorias que nos desplacen de él. Produzcamos otros modos de construir colectivamente, otros ensayos políticos, de gestión, de vínculos, de comunidad, de arte, que sean una alternativa al hegemónico sistema imperante, que intencionalmente asfixia toda singularidad, y sólo juega en el plano del rendimiento y de la rentabilidad.

Tenemos que inventar y ensayar otros modos de producir, de subjetivar, de vincularnos y de vivir juntos si queremos otra cosa que no sea pura mercancía e interés individual.

 


[1] Texto configurado a partir de la presentación realizada en el 6º Foro de Arte Contemporáneo y Políticas Culturales. Museo de la Universidad (MUNT) San Miguel de Tucumán, Setiembre 2017.

[2]Félix GUATTARI, Para acabar con la masacre del cuerpo (1973). Recherches N° 12. París.

[3]Jorge ALEMAN, Nota en la Sección de Psicología de Página /12 . 20 de Abril 2017.

[4] Boris GROYS, Topología del arte contemporáneo. http://fernandomiguez.com.ar/wp-content/uploads/2013/01/boris-groys-la-topologia-del-arte-contemporaneo.pdf

[5] Néstor GARCÍA CANCLINI, La sociedad sin relato, (2010). Katz Editores. Buenos Aires.

[6]Jorge ALEMAN, Op. Cit.

[7]Jacques RANCIÈRE, En los bordes de lo político, (2007) La Cebra .Bs As.

[8]Bajo estos posicionamientos y criterios, durante mi desempeño como Director entre 2005 a 2015, en el Fondo Nacional de las Artes, pensamos y realizamos las políticas, programas y ensayos de gestión. Lo mismo debe aplicarse para el Centro Cultural de la Memoria “Haroldo Conti” durante el período 2011 a 2015, en el que coordiné el área de Artes Visuales.


Andrés Labaké
Artista, arquitecto, docente, teórico y curador. Entre 2005 y 2015 se desempeñó como Director del Fondo Nacional de las Artes y durante el período 2011-2015 coordinó el área de artes visuales del Centro Cultural de la Memoria “Haroldo Conti”. Actualmente desarrolla actividad docente, de análisis de producción de obra y seguimiento de proyectos de artistas. Asimismo dicta seminarios teóricos de arte contemporáneo argentino, realiza curadurías, escribe textos críticos sobre artes visuales y asiduamente participa como jurado en salones nacionales.

Imagen de tapa: Valentina DÍAZ. Efecto marea. La urgencia del vínculo. Instalación interactiva con textil tejido a máquina en punto jersey. Medidas variables. 2017.