Neurociencia visual en Tucumán
Neurociencia visual en Tucumán
Soy Pablo Barrionuevo, Ingeniero Electrónico; Master en Luminotecnia y Doctorado en Medio Ambiente Visual e Iluminación Eficiente. Mi trabajo es la investigación científica. Vengo de una familia en la que mis hermanas y yo somos la primera generación universitaria, así que la trayectoria no fue fácil al principio. Es todo apabullante para alguien que nunca pisó el “claustro” universitario. A esto se suma que tuve que cambiar de provincia, de Salta a Tucumán, para estudiar lo que quería: Ingeniería Electrónica. Estas circunstancias y la situación económica nada holgada de mis primeros años en la facultad (1999-2002) nos hicieron la vida bastante difícil. Por suerte tenía compañerxs en la misma situación, así como mis hermanas mayores, por lo que entre todxs nos ayudábamos. Luego a partir de una serie de becas pude realizar mis estudios universitarios. En los últimos años de mi carrera me interesé por la investigación, allí es donde conocí a Luis Issolio y Elisa Colombo, que a la postre serían mis directores de maestría y doctorado en el Departamento de Luminotecnia, Luz y Visión de la Universidad Nacional de Tucumán. Al finalizar mi doctorado, partí hacia Estados Unidos a realizar una estadía posdoctoral por tres años y luego fui repatriado por el CONICET a mediados de 2015. Tengo que decir que además de mi esfuerzo y el de mi familia, fueron claves las políticas del Estado nacional (becas y repatriación) para que hoy haya llegado a ser investigador del CONICET, viniendo de una familia sin antecedentes de estudios universitarios.
Respecto a lo que me dedico dentro de la investigación, me interesa conocer cómo funciona la visión. Esto es, cómo somos capaces, a través de los ojos, de identificar personas o reconocer objetos que se mueven permanentemente, en condiciones muy extremas. Por ejemplo, el día más soleado o la noche más cerrada. En particular me especializo en la retina, que es un órgano que se encuentra cubriendo por dentro nuestros ojos y formado por un conjunto de neuronas, la mayoría de ellas sensibles a la luz. Se puede decir que estos fotorreceptores “tapizan” el globo ocular. La señal luminosa que ingresa a nuestros ojos es convertida en señal eléctrica que viaja en forma de trenes de pulsos para ser tratada por centros en el medio del cerebro y en la corteza visual, ubicada en la zona posterior de la cabeza. Pero la retina no sólo cambia fotones por pulsos eléctricos, también comprime la señal dejando la información más útil y realiza un procesamiento que permite, por ejemplo, la discriminación de colores, la adecuación al amplio rango de iluminación natural y la adaptación a patrones. Es decir que es un componente muy importante de la percepción visual. Aunque ya prácticamente se finalizó el relevamiento de las células retinianas, todavía no se conoce cómo funciona este circuito neuronal. Estudiar este circuito, de la misma manera que un ingeniero estudiaría un circuito eléctrico complejísimo, es a lo que dedico mis días.
Mi investigación particularmente indaga sobre cómo funciona el sistema visual para generar más conocimiento al respecto, lo cual es importantísimo al momento de entender las anomalías en este sistema o simplemente para conocer el proceso visual en una sociedad que cada día se basa más en lo que vemos. Una de las líneas que se desprende de mi investigación se relaciona con enfermedades retinianas. Actualmente estoy trabajando en un sistema para detectar precozmente el glaucoma, que es una enfermedad irreversible que afecta la visión de la periferia hacia el centro. Como nosotros usamos mayormente la visión central, los signos visibles de la enfermedad se detectan cuando la enfermedad está bastante avanzada. Por este motivo es esencial contar con una herramienta de detección temprana.
La ciencia argentina atraviesa un momento difícil. El mayor financiador de las investigaciones, que es el Estado, está recortando el presupuesto año tras año. A esta oleada neoliberal también la sienten nuestros colegas brasileños que sufrieron un fuerte retroceso en el financiamiento. Además, la apertura de las importaciones, el aumento de tarifas y la alta tasa de interés que otorgan las LEBACS, ahogan al aparato industrial, aliado estratégico del complejo científico en todo país que quiera desarrollarse. En este contexto es muy difícil pensar en que una empresa nacional invierta en innovaciones tecnológicas que puedan surgir de investigaciones como lo mía. Una de las razones por las que regresé al país es porque considero que la investigación científica y el desarrollo tecnológico son fundamentales para tener un país con mayor soberanía, inclusión social y crecimiento económico. Si los gobernantes a nivel nacional no entienden esto, nuestra ciencia terminará trabajando para intereses foráneos que son los que van a solventarlas. Es una injusticia enorme, teniendo en cuenta que la mayoría de nuestros investigadores se forman en la universidad pública. No obstante este panorama, una buena noticia en este sentido la dio hace poco el Gobierno Provincial de Tucumán, que por primera vez financió proyectos de innovación tecnológica. Este es un hecho histórico que vale la pena mencionarlo y en el que mucho tiene que ver la pujante comunidad científica de esta provincia.