EL MINISTRO DE PANTALONES CORTOS
No sin sarcasmo, la farmacéutica Rosana Herrera de Forgas analiza la ausencia de políticas públicas de salud en medio de la mayor epidemia de dengue que haya tenido lugar en nuestro país. En desigualdad de condiciones, sin vacunas y sin campañas de prevención e información los/las ciudadanos/as nos encontramos librados a las posibilidades que cada provincia esté capacitada para ofrecer. SinMiga propone una reflexión en medio de un abandono que quedará para el recuerdo.
EL MINISTRO DE PANTALONES CORTOS
por Rosana Herrera de Forgas
Desde que asumió este gobierno, se nos presentan a diario situaciones que nos golpean tan fuertemente, que sentimos la necesidad de reflexionar en voz alta para compartir la mirada sobre la importancia de la construcción colectiva del sentido de comunidad, aspecto capital en estos tiempos de tanto miedo, individualismo, dolor e incertidumbre, siempre tratando de hacer foco en la imperiosa necesidad de afianzar los vínculos sociales, porque es en momentos tan críticos como éstos, cuando sólo se puede emerger teniendo internalizado el sentido de la “otredad”.[1]
Si esta nota se tratara de un análisis político o sociológico, más allá de lo que podríamos diagnosticar como una realidad social extremadamente convulsionada a raíz de un gobierno de ultraderecha que no cesa de conculcar derechos, no podemos dejar de advertir gestos preocupantes en lo concerniente a la difusión (o no) y a la transmisión de la información (o no) por parte de los distintos actores públicos, que trascienden lo meramente referido a los desajustes emergentes de un atroz panorama epidemiológico y nos obligan a focalizarnos en las estrategias comunicacionales y/o en el déficit de ellas.
Al ministro de salud de la Nación, (de obligadas minúsculas) que se llama Mario Russo y que es un médico cardiólogo que se desempeñó mayormente en el sub sector privado -y en la función pública a nivel municipal-, nadie le conocía ni el rostro ni la voz porque estaba absolutamente desaparecido desde que asumió, -al punto de que muchos no sabían que existía- hasta hace unos días. Y decidió aparecer en público como si fuera cualquier hijo de vecino, sin ruborizarse, sin un atisbo de pudor ni de dignidad, pero con absoluta falta de respeto por la inteligencia de los argentinos, para aconsejarnos cómo debemos hacer para cuidarnos de esta epidemia de dengue que tiene al país entero patas para arriba.
No puedo avanzar en estas reflexiones sin confesar que en más de tres décadas de trabajar en el sector salud de mi provincia y en los subsectores público y de seguridad social, ni en las situaciones de emergencia más extremas que me tocara gestionar -que fueron unas cuantas-, jamás escuché decir a un funcionario del área de ningún rango jerárquico -ni siquiera a un empleado raso-, la cantidad de despropósitos que le escuché ayer a Russo. Tampoco puedo dejar de confesar que estoy acudiendo a mi gemelo más sereno y a mis conocimientos de lengua y de gramática para que, ni por un instante, se sientan habilitadas mi rabia y mi impotencia de transmutar en insultos o en agresiones, porque para ofender y agraviar ya tenemos una legión de libertarios rentados “con la nuestra”- Y con deliberada arrogancia, por el respaldo que me otorgan mi formación académica y mi experiencia laboral, le digo al mayor responsable de la salud pública de mi país que no sólo incurre en falacias imperdonables, sino que usa frases tan indecorosas las cuales bien podrían terminar en un meme, si Argentina toda no tuviera hoy indicadores de morbi-mortalidad alarmantes producto de la nula gestión de esta nueva tragedia sanitaria,.
En otro orden de cosas, también en tono de confesión, debo decir que yo crecí escuchando a mi padre sus relatos de cuando él era de pantalón corto o de cuando aún no había alargado los pantalones para referirse a esa etapa de transición en la vida de los adolescentes de entonces, cuando aún con la voz aflautada, empezaban a afeitarse y a querer que se los tratara como hombrecitos. No había vuelto a escuchar esos conceptos hasta su aparición, en que con el carácter de “bajada de línea”, el ministro nos advertía sobre largos de pantalones a usar como protección para que no nos pique el mosquito. Mientras declamaba que la Nación no es el supermercado de las provincias; que la decisión de vacunarse contra el dengue es una cuestión personal entre el paciente y el médico de cabecera; que se confunde bajo perfil con inacción; la novedad de que si no hay mosquito no hay dengue insertas en un contexto de incertezas y de vacilaciones que no hacen sino reafirmar que para LLA el Estado, reducido a la mínima expresión, no debe intervenir nunca en los asuntos que hacen al bienestar de la comunidad -tal como rezaban las promesas electorales de un enajenado que justamente llega al poder por la fascinación que esas mismas banderas despertaron en la mayoría de la sociedad-
El escenario sanitario nacional, especialmente en la región norte y centro del país, no podría ser más preocupante y es justo ahora cuando, en una suerte de federalismo mal entendido, este señor dispone que sean las provincias las que decidan qué políticas resultan más conveniente mientras anuncia, desconociendo el rol de rectoría que le compete al ministerio a su cargo, que la vacuna no entrará en el cronograma nacional gratuito y obligatorio. (Las razones de tamaña decisión deben ser solicitadas al prestigioso epidemiólogo Adorni, que oficia de vocero presidencial)
Dr. Russo, usando su ejemplo sobre vestuarios adecuados: pierda cuidado, el pueblo hace rato que está en condiciones de alargar sus pantalones.
Usted, definitivamente no.
[1] El filósofo francés Jean Paul Sartre utilizó ese término para estudiar a fondo la existencia de uno mismo a través de lo que sería la mirada del otro. Así estableció que la otredad se encontraba presente en el día a día de cualquier persona a través de la empatía, el rechazo, la tolerancia o la simpatía. El escritor mejicano Octavio Paz también abordó el término otredad y todo lo que éste lleva aparejado. Tan a fondo analizó la palabra que, incluso, es conocido por muchos como el poeta de la otredad.
Imagen de tapa: Jorge Augusto CRUZ, Contener, de la serie Piso 14 Dpto. 283. Toma directa de jóvenes enfermos de SIDA. Transferencia intervenida sobre prospectos de remedios antivirales VIH. 130 x 70 cm. 2018.