Género y hábitat: desafíos hacia ciudades más equitativas
¿De qué hablamos cuando hablamos de género? Género, es una categoría conceptual, analítica, y también una herramienta de transformación política. Devela las relaciones de poder y contribuye a evidenciar desigualdades. La mirada de género respecto del acceso a derechos económicos, sociales y culturales: trabajo, educación, salud, entre otros, ha permitido revelar la mayor restricción de las mujeres a participar de la vida social, política y laboral, las diferencias en las responsabilidades domésticas, entre otras. Actualmente, el género como categoría binaria de relaciones de poder (masculino y femenino), se ve interpelada en un escenario dinámico que reconoce nuevos sujetos e identidades.
Las desigualdades se producen en múltiples escalas y la exclusión no es sólo material, sino también subjetiva y simbólica. Incorporar una mirada sobre los derechos al hábitat y a la ciudad requiere iluminar esos procesos a partir de los cuales funcionan esas lógicas de subordinación, develando los mecanismos más impactantes por la naturalidad con que funcionan.
¿Qué desigualdades expresan nuestras ciudades? Particularmente desde la década del noventa, emergen de forma cada vez más contradictoria. La tierra y la vivienda se consolidan como objetos de inversión y especulación, dominados por su valor de cambio y alejados de su valor de uso. La localización de nuevos productos inmobiliarios destinados a población de alta renta se produce junto al crecimiento expresivo de villas y asentamientos informales de población de renta media y baja expulsada de las áreas mejor servidas de la ciudad por los altos valores del suelo.
¿Cómo se expresan en el espacio las desigualdades de género? En el aglomerado de Tucumán, la periferia urbana evidencia la persistencia de situaciones de privación material, a la que se suman asimetrías de género. Es posible identificar áreas de carencia material de vivienda e infraestructura, que coinciden con alta concentración de población joven de baja escolaridad y altos porcentajes de mujeres jefas de hogar con mayor carga familiar. Desigualdades históricas se suman a desigualdades emergentes. Su análisis requiere considerar las nuevas realidades familiares, las nuevas y diversas vulnerabilidades, asociadas no solo a la exposición a riesgos, sino a los recursos materiales y no materiales con los que pueden afrontarlos.
La atención a las dificultades de acceso al agua e infraestructura básica constituye un imperativo de la equidad. En ese sentido ha avanzado las respuestas socio habitacionales en la agenda pública en la última década, con una relevante inversión. Sin embargo, las lógicas de producción de ciudad actual acentúan las desigualdades de acceso al suelo y altos costos de servicios de transporte, a los que se suman índices de violencia y percepción de inseguridad que agregan una carga desproporcionada a ciertos sujetos; en su mayoría mujeres, pero también aquellos que no se autoidentifican dentro de categorías heteronormativas, entre otros, lesbianas, gays, bisexuales y transexuales.
Fuente: diarios locales.El diseño de las ciudades no es “neutro”. Las intervenciones replican una concepción de la vida cotidiana que responde a la división sexual del trabajo y se dicotomiza en espacios públicos y privados, productivos y reproductivos, ligados al trabajo y la familia e históricamente asociados al género masculino y femenino, aunque no exista separación taxativa en la vida cotidiana de las personas. Asimismo reproduce visiones esencialistas que atribuyen a ciertos sujetos y cuerpos, características que los ponen en situación de inferioridad y estereotipos que diluyen a las mujeres como sujeto social en el concepto de familia. Ello se evidencia en las formas de delimitación casa-calle, el diseño y equipamiento de los espacios públicos y la carencia de servicios que contribuyan a la interrelación de horarios, actividades y tareas; múltiples, diversas y complejas. ¿Cómo son nuestros recorridos diarios? ¿Quiénes y cómo podemos movernos en el espacio público en horario nocturno? ¿Qué características tienen nuestras plazas, nuestros parques? ¿Quiénes, con quiénes y cómo los usamos?
El ordenamiento y la planificación de la ciudad y el territorio, así como la calidad de los espacios públicos, influyen directamente en el acceso o exclusión de las personas a lugares de empleo, espacios de recreación y movilidad. Pensar en el hábitat incorporando la categoría género implica entonces, pensar en la vivienda en relación a equipamientos y servicios que permitan conciliar esas diferentes actividades considerando su localización en el espacio y en relación a los tiempos que posibilitan.
¿Qué acciones contribuyen a respuestas más equitativas? Jane Jacobs, una estadounidense crítica del urbanismo moderno en los años sesenta, difundió en el mundo la idea de la importancia de las ciudades mezcladas y más humanas. Sus aportes se realizaron sobre la violencia urbana, señalando que los tipos de calles seguras e inseguras, las razones de que algunos parques fueran parques urbanos y otros, trampas mortales se relacionan con la frecuencia y afluencia de personas: “Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura (…) Ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas que podríamos considerar propietarios naturales de la calle”.
La idea “lo personal es político”, del feminismo radical, implica dar lugar a la resistencia, especialmente en esos lugares donde el poder nos ha convencido que no cabe lugar para la política. Numerosas experiencias, también en nuestras ciudades, muestran formas alternativas de usar y apropiarse del territorio. Estrategias de resistencia activa llevadas a cabo por mujeres desde el espacio privado a partir del desarrollo de actividades comunitarias vinculadas a la reproducción y al cuidado, contribuyen a desdibujar la línea entre espacio público y privado y se constituyen en espacios “puente”, de conexión y transformación, de empoderamiento de las mujeres. Por otra parte, las expresiones en el espacio público de movimientos y grupos sociales, organizados y espontáneos a partir de la toma de la calle, son acciones que resignifican la idea de que la ciudad es de las personas y dan contenido a la propuesta de Henri Lefebvre sobre el “derecho a la ciudad”. Según el sociólogo francés, este derecho implica una mirada política que prioriza la satisfacción de necesidades de ciudadanía de sus habitantes.
Desde inicios del siglo XXI asistimos a un nuevo sentido de la participación ciudadana y el rol del Estado con la ampliación de medidas políticas de carácter redistributivo. El escenario actual nacional y regional se presenta al menos incierto ante la reinstalación de una agenda neoliberal. Frente a sus efectos en la ciudad, asociados a la privatización de los espacios urbanos, el énfasis en su uso mercantil, bajo una supuesta neutralidad, la propuesta es repensar el Estado, en su papel redistributivo de los beneficios de la ciudad para todas las personas. Frente a la ciudad productivista y mercantilista, privilegiar la ciudad próxima, la ciudad cuidadora, que permita cuidarnos y cuidar de otros, desarrollar ante todo la vida de quienes la habitan.
Natalia Czytajlo.