CONTAGIARSE DE PERONISMO
CONTAGIARSE DE PERONISMO
por Noemí López
Pensar el 17 de octubre -fecha semánticamente contradictoria y multiforme en la historia nacional y en su historiografía- supuso siempre para quien escribe estas líneas, su abordaje y reflexión desde la propia y no menos contradictoria experiencia de contagio de aquel movimiento que se instaló en mis entrañas cuando era muy joven y se quedó allí para siempre.
Nacida en un contexto familiar protestante y con una formación significativamente liberal (lo que ya implicaba una contradicción o al menos una rareza en si misma) y en los cuales -familia y escuela- el peronismo era rechazado y olía mal: la “Perona” por Evita, el dictador, el Perón que dio derechos y no obligaciones, que en la pared que miras todas las noches para dormir te encuentres con un banderín del 55 que habla de una “Córdoba Heroica” por citar solo algunas de las cualidades que mi entorno le otorgaba a este nuevo fenómeno político, y que hacían suponer que mi contagio resultaba hasta ahí al menos lejano, casi una utopía.
Sin embargo, en el proceso previo al mismo, de manera casi inconsciente fui transitando situaciones, en tanto otras emergieron del mismo momento histórico, que favorecerían mi posterior encuentro con el peronismo: el acercamiento y la re significación de la figura de mi abuelo materno –carpintero de los Talleres de Tafi Viejo y ferviente peronista- la primera persona que me mostró otro Perón y otro peronismo; mi corte con la iglesia evangelista; y sobre todo mi ingreso en el 71 a la Facultad de Filosofía y Letras donde mi contacto con los pocos estudiantes peronistas que existían fue casi inmediato.
Otro importante aporte a mi condición de peronista en construcción fue la lectura y análisis de textos de pensadores del campo nacional como Scalabrini, Hernández Arregui, Jauretche, como así también el cine del grupo Cine Liberación (La hora de los hornos, Los hijos de Fierro) y el cine de Favio. Conformábamos grupos de estudios con compañeros y compañeras en los cuáles se discutía peronismo y era muy importante el debate entre pares sobre algún texto o algún episodio histórico en particular.
Pero sin ninguna duda mi legítimo contagio se produjo en junio del 73 cuando junto a distintas agrupaciones peronistas partimos a Buenos Aires para esperar a Perón que regresaba al país, donde ya el peronismo había ganado las elecciones el 11 de marzo.
Cada una de las vivencias desde que subimos a un tren en el que no solo estábamos los peronistas universitarios de la JUP, sino también sindicalistas, compañeros de barrios y Unidades Básicas, la Rama Femenina, la UES, la JP y la JTP, fueron para mí, casi un examen de introspección no exento de contradicciones en el que comprendí que definitivamente ya me había contagiado.
Desde aquella Ezeiza de hace 47 años la historia argentina y la mía propia aparecen atravesadas por los distintas “versiones” de peronismo que se sucedieron a lo largo de casi 50 años: qué decir de nuestro movimiento entre el 76 y el 83 que no esté manchado de la sangre de tantos compañeros; la alegría de la vuelta a la democracia en el 83 participando en cada barrio en una campaña plena de esperanzas que terminara con el horror y la muerte; luego con la llegada de Menem otra versión de un peronismo más parecido a liberalismo (contradicciones si las hay….) tiempo en el cual quienes defendíamos las históricas banderas del movimiento, cuestionábamos vehementemente a quien pensábamos, nos había traicionado.
Luego llegaría De la Rúa y su nefasto gobierno que terminaría con una huida tenebrosa en el 2001 y había que esperar hasta el 2003 para que una nueva versión de peronismo llamado kirchnerismo desplegara a lo largo de 12 años una verdadera transformación de la sociedad argentina a partir de políticas de inclusión y beneficios a los sectores más postergados. Primero Néstor y después Cristina serán los principales actores de un proyecto que por más de una década otorgaron a la educación, la ciencia y la salud lugares privilegiados en sus políticas públicas. Resulta pertinente destacar que este fenómeno de una nueva “primavera” en nuestra historia sobre todo para aquellas generaciones que habíamos vivido el peronismo de los 70, fue además un fenómeno regional. La Patria Grande aparecía como la concreción del sueño bolivariano que en el siglo XXI se desplegaba a lo largo de América del Sur.
Sin embargo entre el 2015 y 2019 nuevamente la derecha con Macri a la cabeza impuso una política neoliberal cuyo fin último apuntaba una vez más a hacer desaparecer al peronismo y a las conquistas logradas durante los gobiernos de Néstor y Cristina.
Y hoy, nuevamente el peronismo instalado en el gobierno bajo la batuta de Alberto Fernández no sólo debe hacer frente a una pandemia instalada en todo el planeta, sino y junto a ella desarrollar acciones y políticas que permitan recuperar a un país devastado después de 4 años de un nefasto gobierno macrista.
Este casi medio siglo de contagio y de participación en todo aquello que apuntara hacia la vigencia de una patria libre, justa y soberana me permiten otorgarle a la emblemática fecha del 17 de octubre una enorme y significativa relevancia, no exenta de contradicciones y flaquezas pero con la convicción y la energía necesarias para continuar en la defensa de políticas inclusivas y de igualdad para nuestra tierra.
Imagen de tapa: Raimundo García Cardozo, Trapos (Plaza de Mayo). Fotografía digital full color. 2009