SOBRE PANDEMIAS Y LA PANDEMIA

SOBRE PANDEMIAS Y LA PANDEMIA

Desde una mirada retrospectiva, el biólogo Ricardo Montero (FCNeIML-UNT), nos interpela sobre la actual pandemia de la COVID-19: ¿No deberíamos habernos preparado mejor?. Nos invita a dar una mirada crítica sobre las pandemias que la humanidad ha enfrentado en diferentes momentos y cuáles han sido los factores desencadenantes y las responsabilidades involucradas en cada caso. Desde aquellas pandemias a la que hoy modifica radicalmente nuestra existencia a nivel global, quedan las incontables advertencias que no estuvimos dispuestos a considerar. Nos presenta así, la evolución y filogenia de la actual pandemia, la compara con otras previas y explicita las condiciones socioambientales que permitieron su surgimiento. Desde este lugar, el autor cuestiona su abrupta (¿abrupta?) aparición, nos desafía a repensar lo que hemos aprendido de ella y nos recuerda también, las propuestas que han realizado diversos actores sociales y que aún estamos a tiempo de implementar para enfrentarla.

 

 

SOBRE PANDEMIAS Y LA PANDEMIA

De virus, pandemias y nosotros: una historia en desarrollo[1]

por Ricardo Montero

 

Desde el inicio de la pandemia del COVID-19, nuestra sociedad ha cambiado de una manera más abrupta que en relación a otras revoluciones; no creo que haya habido cambios tan profundos en nuestro comportamiento individual y social, en un período de tiempo tan corto. En este momento, mayo de 2021, solo ha pasado poco más de un año desde los primeros indicios del SARS-CoV-2. Otras revoluciones (en el sentido de movimientos o cambios bruscos y generalizados) han cambiado a nuestra sociedad, pero en periodos de años, no de meses; desde la revolución agrícola, la industrial, las computadoras, internet y los celulares. Además, todos estos últimos modificaron nuestra sociedad, pero producto del cambio tecnológico humano.

Algunas de las principales pandemias que han ocurrido a lo largo del tiempo (Modificada de https://www.visualcapitalist.com/history-of-pandemics-deadliest/).

El desastre natural de aparición y dispersión del SARS-CoV-2, que causa la pandemia de COVID-19[2], solo es comparable por su extensión y globalización con el cambio climático global, pero en tiempos mucho más vertiginosos. No estamos acostumbrados a cambios globales. Los desastres naturales, por lo general, son relativamente acotados, aunque sean masivos: movimientos sísmicos, tsunamis, vulcanismo, huracanes, sequías.

Hemos sufrido cambios globales naturales en tiempos prehistóricos, por ejemplo, con las glaciaciones, o, más recientemente en tiempos históricos, con la mini-glaciación de la edad media. Estos cambios de temperatura global, aunque abruptos en el sentido geológico, se desarrollaron durante siglos o milenios. La baja de la temperatura durante la edad media, en el siglo XIV, provocó cambios sociales importantes, en la productividad de las tierras, en aumentar la urbanización y recluir a la gente dentro de las casas durante períodos prolongados. Otro cambio importante, pero no natural sino cultural, provino de los viajes de Marco Polo, que abrió la ruta de la seda con el intercambio de mercaderías (y enfermedades) entre oriente y occidente. Y estos cambios globales en las sociedades euroasiáticas —o por lo menos en la sociedad europea, que es el foco de la cultura occidental eurocéntrica (Diogo 2020)— fue el caldo de cultivo para la gran pandemia de la peste negra. El apiñamiento en ciudades medioevales, en casas por lo general monoambientales, con falta de ventilación y de higiene, favoreció que la peste negra diezmara entre el 30 y 50 % de la población de Europa, y quizás unos 75 millones de personas en Eurasia (en una época en la que la población mundial era de unos 360 millones de personas). La plaga resultó de una rara bacteria (Yersinia pestis) que había permanecido restringida durante siglos en el desierto de Gobi; el brote comenzó en los 1320s en Asia, llegando por el Cáucaso a Italia en 1347 y luego pasando toda Europa y volviendo a Rusia.

Otro cambio de incidencia global se produjo a raíz de la expansión colonialista europea, la primera globalización, que comienza en el siglo XV. Y su epítome lo encontramos en la invasión a América, que provocó un genocidio en los habitantes originarios. Y el genocidio fue militar, en parte, pero sobre todo sanitario. Los europeos (los euroasiáticos más precisamente) habían convivido con el ganado durante milenios, y estaban relativamente inmunizados contra la viruela; sin embargo, la transportaron y dispersaron durante la conquista de América. Esta grave enfermedad infecciosa permitió que Hernán Cortés conquiste Tenochtitlán y el México Azteca en 1520, dispersándose luego por el resto de América. Más del 90 % de la población autóctona fue barrida por la viruela (se estima 56 millones de personas). Y luego, en 1545, se expandió por América el sarampión (que ya había sido superado en Europa).

 

Juan Manuel BLANES “Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires”. Óleo sobre tela 230×180 cm. 1871 (tomada de Montero et al. 2021:16).

 

Ahora sabemos que los virus son uno de los agentes de evolución más rápidos y además muy abundantes. Los virus no se mueven, pero nosotros nos movemos y llevamos los virus con nosotros. Es por eso que, en el Antropoceno, estas modificaciones que otrora hubiesen provocado solo cambios locales en comunidades reducidas, ahora representan grandes problemas a nivel global (Gillings 2017). Pero los virus no son globales, somos nosotros quienes nos hemos globalizado en el Antropoceno, arrastrando con nosotros a los componentes de nuestro nicho.

 

Cantidad de muertes producidas por las pandemias históricas (Tomada con permiso de https://www.visualcapitalist.com/history-of-pandemics-deadliest/).

 

Los seres humanos somos uno de los ejemplos que, con la construcción de nicho, cambiamos las presiones selectivas en nuestro entorno. De esta manera, este nicho humano, superpoblado, denso y globalizado, tiene nuevas y distintas características. Una de las nuevas propiedades emergentes que nos afecta (puesto que somos la especie más globalizada), y afecta a los seres vivos que nos acompañan en la globalización (como el ganado, los cultivos, los animales de compañía, y los parásitos y simbiontes, desde ratas, palomas y cucarachas) es la posibilidad de contagios masivos a escala global. En otras palabras, la posibilidad de pandemias. Y la diseminación de enfermedades infecciosas no solo afecta a los seres humanos; sino que también resulta de fundamental importancia evitarlas entre el ganado y los cultivos que nos alimentan (Kedkovid et al. 2020, Woonwong et al. 2020).

.

¿Quiénes nos contagian?

A nivel global, son pocos los refugios naturales prístinos, no afectados por la acción humana (alrededor del 5 % de la superficie terrestre), que por lo general son las que tienen biodiversidad muy baja (como la Antártida). El 95 % restante tiene una variedad de impactos que pueden visualizarse en la imagen siguiente:

Datos sobre las modificaciones antrópicas de la superficie terrestre, basado en datos de Theobald et al. (2020). (con permiso de “Visual Capitalist”; https://www.visualcapitalist.com/use-our-visualizations/).

 

La fauna silvestre es reservorio de una gran cantidad de patógenos, muchos de ellos aún desconocidos. En ambientes relativamente conservados y en equilibrio, estos agentes infecciosos forman parte de ciclos silvestres naturales, en los que el contacto con las personas es nulo o inexistente. Las modificaciones ambientales provocadas por el hombre, como los cambios en el uso de la tierra y la fragmentación, pueden generar nuevos ambientes degradados, donde pueden ocurrir una variedad de alteraciones ecológicas. En esos nuevos ambientes, el contacto entre animales y humanos se vuelve más cercano y algunas enfermedades pueden verse favorecidas encontrando nuevos hospedadores como las personas, en las cuales muchos de estos patógenos pueden resultar letales (Sarem 2020).

La variedad de virus que se pueden encontrar en un refugio natural, también diverso en hospedadores, es enorme y variada (estimaciones entre 300 mil y un millón de virus potencialmente peligrosos para humanos). Por lo tanto, no es difícil pensar que algunos, solo algunos, harán el salto de especies. La gran mayoría será inocua para nosotros (no nos enfermarán), unos pocos serán mortales (y no se dispersarán), y aún menos combinarán las características para dispersarse y enfermarnos. Quizás sólo uno de cientos de miles; y esa excepción se llama SARS-CoV-2 y acabamos de encontrarla.

Si nos restringimos a las zoonosis[4], podemos hacer algunas predicciones en base a algunos presupuestos estadísticos. Los mayores causantes de estas enfermedades son los organismos más diversos y abundantes del planeta: virus y bacterias. Las enfermedades emergentes, son producidas por algunos de estos organismos que saltaron a los humanos a partir de un reservorio/vector, un animal en el cual el virus convive, más o menos en equilibrio, desde hace muchísimo tiempo. Y todos los animales conviven con virus, cada uno con distintos tipos de virus.

Las zoonosis representan cerca del 60 % de todas las enfermedades humanas, y el 75 % de las enfermedades emergentes (Jones et al. 2008). Muchas de ellas podemos contraerlas por el contacto directo con los hospedadores, pero más son aquellas transmitidas por picaduras de insectos y mordeduras de vertebrados. Uno de los vectores más problemáticos, por muchos factores biológicos y sanitarios, es el mosquito. Por medio de su picadura nos puede trasmitir infecciones, siendo las más comunes las que producen enfermedades como la malaria, dengue, virus del Nilo Occidental, chikungunya, fiebre amarilla y Zika. A veces los mosquitos son solamente vectores que lo transportan de un enfermo a otro, y otras veces actúan como reservorio del virus (como el dengue).

Diversos animales pueden transmitir muchas bacterias, hongos y parásitos potencialmente peligrosos para la salud humana, invertebrados, peces, anfibios y reptiles. Pero es mucho más difícil que estos animales nos contagien virus. La mayoría de los virus que nos contagian provienen de animales filogenéticamente mucho más cercanos a los humanos, principalmente los mamíferos. Esos virus ya se han adaptado a fisiologías y genéticas similares a las humanas. Por lo tanto, una mutación, un cambio relativamente menor, los convierte en infecciosos para nosotros. Hay casos excepcionales como la gripe aviar, en el que el virus saltó directamente de un ave a los humanos. Por lo general, entonces, tenemos que prestar más atención a los mamíferos como reservorios de virus potencialmente peligrosos.

Hay mamíferos que por su abundancia y proximidad con los humanos son reservorios ideales: ratas, vacas, cerdos, cabras, ovejas, perros y gatos. Los mamíferos domesticados o acompañantes del hombre. Por ejemplo, la epidemia de MERS del 2015 (Tabla 1) fue un salto de un coronavirus a partir de dromedarios en el oriente medio; posiblemente el reservorio original del virus hayan sido murciélagos, y que los camellos solamente fueron vectores asintomáticos, pero aún hoy no se está seguro. Sin embargo, la resistencia de los camélidos al coronavirus MERS sean claves para la lucha contra el COVID-19, y por eso en Argentina se están haciendo estudios sobre llamas y alpacas (Bok 2020) y en Israel sobre camellos y dromedarios.

Por otra parte, también hay mamíferos que normalmente no son próximos a los humanos, que viven en áreas silvestres, pero que son extremadamente diversos en número de especies; y recordemos que cada especie es el reservorio de un grupo de virus distinto. De ese menú, solo tenemos que ir probando y seguramente vamos a encontrar uno compatible para infectar a humanos, o que necesita solamente algunos cambios o recombinaciones.

 

¿No deberíamos habernos preparado?

Con todas las pandemias que hemos sufrido, al menos desde la plaga de Antonino hasta el presente (Tabla 1), ¿no deberíamos habernos preparado? Las pandemias, así como las armas biológicas, han estado entre las hipótesis de conflicto militares desde hace mucho tiempo.

El biólogo Jared Diamond analizó en 1997 los factores tecnológicos y biológicos que afectaron asimétricamente a las distintas culturas y poblaciones desde el comienzo de la evolución de las sociedades humanas. En su excelente libro “Armas, gérmenes y acero: breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años” postula, justamente, que estos tres factores (junto con la ecología de las poblaciones originarias) fueron los que incidieron en la predominancia de las culturas euroasiáticas — particularmente la europea— sobre las restantes. Los gérmenes fueron centrales en el desarrollo y evolución de los humanos. ¿No deberíamos habernos preparado?

En 2012, el escritor científico David Quammen escribía en su libro Spillover: Animal Infections and the Next Human Spillover [Desbordamiento: las infecciones animales y la próxima pandemia humana], donde hipotetizó que la siguiente pandemia sería causada por un virus zoonótico, procedente de un animal salvaje (muy probablemente murciélagos) y que los seres humanos entrarían en contacto con este animal en un mercado al aire libre en China. No fue magia, no fue una visión esotérica; fue un análisis basado en datos científicos.

En el 2015 Bill Gates dio una charla Ted previniendo que no estábamos (y no estamos) preparándonos para la siguiente pandemia (https://youtu.be/6Af6b_wyiwI). Otra vez, no fue la predicción de un gurú sino el correcto análisis de los datos y una visión globalizadora. ¿No deberíamos habernos preparado?

En 1980, cuando comenzó su carrera en salud pública en Estados Unidos, el Dr. Anthony Faucci estaba preocupado por la emergencia del Sida (HIV) en África; luego a lo largo de su carrera, las enfermedades emergentes brotaron en todo el mundo, y así lo pregonaba en el 2017. ¿No deberíamos habernos preparado?


Ejemplos globales de enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes en distintos momentos de la historia reciente. Algunos brotes de enfermedades infecciosas han tenido un gran impacto en la salud mundial, mientras que otros han aparecido como curiosidades, con poco impacto en la salud pública. Nótese que no está listado, todavía, el COVID-19.

 

Mapa del mundo dibujado a principios de la década de 1980 e indicando la enfermedad infecciosa emergente predominante en ese momento (VIH).

 

Enfermedades emergentes que se fueron acumulando hasta el 2017 (Tomado de Paules et al. 2017). Referencias: C. difficile = Clostridium difficile; CRE = Enterobacteriaceae resistentes a carbapenémicos; E. coli = Escherichia coli; H3N2v = variante H3N2; MDR = multirresistente; MERS-CoV = coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio; MRSA = Staphylococcus aureus resistente a meticilina; N. gonorrhoeae = Neisseria gonorrhoeae; SARS = síndrome respiratorio agudo severo; SFTSV = fiebre intensa con virus del síndrome de trombocitopenia; vCJD = variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob; XDR = extensamente resistente a los medicamentos.

El 18 de octubre de 2019, el Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud, en asociación con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates, llevó a cabo en Nueva York el “Evento 201”. Este evento, del que además participaron líderes mundiales de negocios, gobierno y salud pública, consistió en un simulacro pandémico de alto nivel en el que fueron expuestas las áreas en las que serían necesarias “alianzas públicas/privadas” para hacer frente a una eventual pandemia de coronavirus y disminuir así las consecuencias económicas y sociales a gran escala. Este fue un ejercicio teórico, simulando el brote de un coronavirus, transmitido de murciélagos a cerdos y luego a personas; se hipotetizó el brote en granjas de cerdos en Brasil y el ejercicio concluyó que continuaría al menos por 18 meses “hasta que haya una vacuna efectiva o hasta que el 80-90% de la población mundial haya estado expuesta”. Fue tan coincidente con el escenario que efectivamente se desarrolló a partir de diciembre de 2019, que las teorías conspirativas pulularon por las redes sociales: las ya famosas “fake news”. ¿No deberíamos habernos preparado?

 

Evolución y filogenia: Secuenciación del genoma viral y filogenia de la pandemia actual.

El SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad COVID-19, es de reciente aparición, habiéndose detectado en diciembre de 2019. Su abrupta (¿abrupta?) aparición en China, junto a la guerra comercial y política entre este país y los EEUU, sumada a la paranoia del señor Trump, han sido el caldo de cultivo para la diseminación de las más absurdas teorías conspirativas.

Desde los brotes de SARS en 2002 y MERS en 2012-2015, la posibilidad de transmisión de coronavirus desde animales a humanos ha sido probado (Cauchemez et al. 2013, Cui et al. 2019), pero para el SARS-CoV-2 no se ha identificado ninguna asociación animal específica (Wang et al. 2020).

El reservorio natural del virus probablemente sean murciélagos (Chiroptera) del grupo de los Yinpterochiroptera, que incluye a los zorros voladores de la familia Pteropodidae, y otros murciélagos medianos, como los de la familia Rhinolophidae. Particularmente se ha estudiado una especie, Rhinolophus sinicus, que se distribuye en China. El coronavirus detectado en ese murciélago y el SARS-CoV-2 humano comparten un ancestro común (Chan et al. 2020, Malik et al. 2020). Podría ser, entonces, que el murciélago de herradura chino podría ser el reservorio natural del virus. Sin embargo, no parece ser el vector directo desde donde ha saltado el virus a los humanos.

 

Izquierda: detalle de la cabeza de Rhinolophus sinicus, mostrando su peculiar hocico en forma de herradura (Credit Merlin D. Tuttle / Science Photo Library; https://www.sciencephoto.com/media/535241/view). Derecha: Distribución de Rhinolophus sinicus (basado en Sun 2019).

 

Hasta el momento, no se conocen, virus silvestres que sean 100% idénticos al SARS-CoV-2 humano. Hay virus similares (entre un 80 y 90% de similitud), pero que no tienen la capacidad de producir la COVID-19. Entre los virus silvestres conocidos y el virus humano, tiene que haber habido una mutación, o una recombinación, que habilite el salto hacia los humanos. Puede ser que este paso haya sido dado en alguna población o en algún vector silvestre todavía no identificado. Pero también existe la posibilidad de que este paso haya ocurrido en un entorno artificial, propicio como el del mercado húmedo de Wuhan (China), en donde el animal reservorio original haya contagiado a otros animales mantenidos vivos ahí, y apareció una cepa con la capacidad de infectar a los humanos. Quizás, entonces, la pandemia de COVID-19 no es un desastre “natural”, sino provocado o incentivado por nosotros mismos.

A partir de su aparición, la rápida secuenciación del genoma viral del SARS-CoV-2 permitió muchos estudios fundamentales para el conocimiento de la infección, la enfermedad que produce y la evolución de la pandemia. Por ejemplo, permitió conocer en detalle las proteínas de la partícula viral y de los receptores específicos que le permiten infectar a las células humanas. Pese a la gran notoriedad de la aparición de algunas en variantes con mutaciones preocupantes, la tasa de mutación del virus es relativamente baja.

Otros virus, como el de la gripe común, tienen tasas de mutación muy altas, lo que provoca que muchas cepas se extingan o se hagan menos virulentas, mientras que las que sobreviven provocan las reinfecciones periódicas, las “olas”, con meses o un año de diferencia. Esto también hace que las vacunas antigripales tengan una eficacia limitada (neutralizan solo a una parte de la población de virus), y que todos los años se deban desarrollar nuevas vacunas para neutralizar las cepas emergentes. La elevada tasa de mutación del virus VIH (que provoca el Sida) es uno de los factores que ha provocado que, pese a que ya transcurrieron más de 40 años desde su aparición, todavía no se haya obtenido una vacuna.

La baja tasa de mutación, entonces, provocará que el virus SARS-CoV-2 no desaparezca rápidamente por acumulación de mutaciones deletéreas, y permanecerá infectándonos durante mucho tiempo, pero a su vez permitirá que las vacunas sean más duraderas (en años), mientras dure la memoria inmunológica de nuestro organismo.

 

¿Qué condiciones son necesarias para la irrupción de una pandemia?

La humanidad actualmente presenta dos condiciones necesarias para la irrupción de pandemias: densidad poblacional e interconexión. Y esas son características necesarias nuestras, no de los virus.

Estamos criando en contacto estrecho otros reservorios de patógenos potencialmente peligrosos: el ganado y los cultivos. Hay en este momento mayor biomasa en el ganado doméstico que en todos los grandes mamíferos silvestres del mundo; hay más pollos en el mundo, que aves silvestres (tanto en biomasa como en número de individuos) (Bar-On et al. 2018). Y esos potenciales reservorios ya demostraron que no son solamente potenciales, sino reales, con los brotes de fiebre porcina, encefalopatía espongiforme bovina y la gripe aviar.

La viruela, a diferencia del coronavirus, no tiene reservorios silvestres, y todo el que se infecta se enferma (no hay asintomáticos que lo transporten inadvertidamente). Y además había una vacuna que genera inmunidad de por vida. Por eso fue más fácil (¿fácil?) erradicarla con una campaña de vacunación mundial. Con la vacuna neutralizamos el reservorio, que éramos nosotros mismos.

Entonces sí podemos, porque tenemos conciencia, modificar los factores internos para minimizar los efectos de una pandemia futura.

“Las interacciones y los cambios en la demografía, la conectividad humana, el clima, el uso de la tierra y la biodiversidad alteran sustancialmente los riesgos de enfermedades a escala local, nacional e internacional” (Shuman 2010). “La pérdida de biodiversidad conduce al incremento en la transmisión de enfermedades infecciosas como el Hantavirus y el West Nile virus” (Keesing et al. 2010). La solución es multisistémica; “estos enfoques implican la colaboración entre múltiples disciplinas y estados para proteger la salud de las personas, los animales y el medio ambiente” (Watts et al. 2010). Todo esto ya se dijo hace 10 años. ¿No debería habernos prepararnos mejor?

El cambio climático global está causando modificaciones importantes del clima de todo el planeta, inclusive de las regiones más remotas como en el desierto de Gobi en Mongolia (Zhang et al. 2020). Se cree que la peste negra del siglo 14 comenzó justamente en el este de Asia; algo disparó y despertó un virus que estaba confinado hasta ese momento en el Gobi y se dispersó por las rutas de la seda por toda Eurasia. No podemos saber qué monstruos despertará el abrupto cambio climático que estamos produciendo. Mantengamos un ojo abierto en Mongolia, pero también en China, Brasil, India. ¿No deberemos prepararnos mejor?

Las epidemias nacieron con la civilización. La revolución agrícola, la domesticación de plantas y animales, nos hizo sedentarios y aparecieron los asentamientos permanentes, pueblos y ciudades (Diamond 1997, Harari 2014). Comenzamos a vivir en comunidades mucho más grandes que los grupos gregarios de nuestros ancestros cazadores-recolectores. Los avances tecnológicos (domesticación, arado, industrialización) permitieron la producción y manutención de alimentos cada vez mayores. Y la acumulación de alimentos y la predictibilidad de su obtención, permitió la aparición de oficios no directamente relacionados con la producción; los principales a saber: los gobernantes, los políticos, los militares y el clero. Y también los comerciantes; el comercio fue aumentando, intercambiando mercaderías y movilizando personas, al comienzo solamente a escala regional, y hasta llegar a la actual globalización. No solo fue la revolución agrícola, también la revolución industrial, la revolución del transporte, la revolución de la ingeniería genética, y la revolución de la información. Todas ellas permitieron que la humanidad crezca exponencialmente, aumentando artificialmente la capacidad de carga humana de las regiones, y finalmente del planeta, hasta las condiciones actuales. Hasta ahora, la ciencia y la tecnología aparecieron con soluciones novedosas en momentos de crisis (Harari 2014).

Pero, ¿hasta cuándo podemos confiar en la aparición de tecnologías que nos permitan seguir creciendo de esta manera? No solo estamos produciendo un cambio climático global que se nos está yendo de nuestras posibilidades de reversión. También estamos llegando a límites de hacinamiento y globalización que hacen incontrolables los brotes de enfermedades emergentes.

 

Globalización y pandemia

Los problemas globales solamente tienen soluciones globales; es lo que pregona Greta Thumberg desde fines del 2018. “How dare you!” nos gritó en la cara (“¡cómo se atreven!”. https://youtu.be/xVlRompc1yE). La globalización planetaria es uno de los factores que propició la pandemia de COVID-19. Pero esa misma globalización es la que nos debería haber dado las herramientas para combatirla.

Sin embargo, lo peor de nosotros se disparó en esta pandemia: se exacerbaron los individualismos, los nacionalismos, la idea de competencia de salvarse solos. No entendimos que, globalmente, nos salvamos todos o no nos salvamos. Dos de los líderes del mundo, EEUU y la Unión Europea, se cerraron sobre sí mismas y no ejercieron el necesario liderazgo global; es más, esas dos naciones se atomizaron aún más, y los países europeos y los estados norteamericanos, comenzaron a competir entre sí por los recursos que comenzaron a escasear (mascarillas, respiradores). Vivimos momentos de zozobra e incertidumbre, de pánico y de salvajismo nunca antes visto, en los que las naciones ricas intentaron acaparar esos recursos, a fuerza de dólares. El nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el individualismo, los “libertarios”, y no faltaron los antivacunas y los terraplanistas; las teorías conspirativas más locas se generaron a la vuelta de la esquina.

Afortunadamente, luego de las fiebres atomizadoras de las respuestas nacionales en el mundo, creo que estamos entrando en razón. Hay algunas señales, al menos en el discurso, en la teoría, que espero se concreten en hechos y políticas. En realidad, no es necesariamente un sentimiento solidario, sino de miedo; no los reúne el amor, sino el espanto. Esperemos que organismos globales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), puedan organizarnos en el futuro inmediato; esta pandemia ha demostrado que la OMS fue ineficaz, o al menos poco eficaz, para asumir un liderazgo y coordinación efectivo. Una visión colectiva de la sociedad, más extendida en las culturas orientales que en las occidentales, es la que debería predominar para enfrentar más eficazmente a las pandemias por venir.

 

No tiene pandemias el que quiere, sino el que puede.
El futuro de la pandemia y de las pandemias.

Lo que avizoramos actualmente, es que la única forma de volver a la normalidad es alcanzar la inmunidad de grupo global. Para ello entre el 60% y el 80% de la población mundial debe ser inmune, por contagio o por vacunación. Ojalá que el virus mute y se haga menos virulento o se extinga, pero parece que ese no es el caso con el SARS-Cov-2.

Para muchos especialistas, incluida la OMS, el SARS-CoV-2 puede llegar a convertirse en endémico (como ya ocurrió con el virus N1H1, de la influenza, y el VIH, del SIDA) y a convivir para siempre con nosotros. Si eso ocurre, podremos neutralizarlo, aplacarlo, pero posiblemente no llegaremos extinguirlo. Habrá que vacunar a toda la humanidad.

Hasta ahora la única enfermedad infecciosa que parece que hemos erradicado es la viruela. Solo el tiempo dirá si la hemos erradicado definitivamente, si no se esconde en algún reservorio silvestre remoto. La erradicación se logró gracias a un programa global liderado por la OMS, entre 1966 y 1980, que se basó en vacunaciones masivas y un programa de vigilancia y contención. Posiblemente esta sea también la receta para el COVID-19.

Pero tenemos que prepararnos para otras pandemias. El COVID-19 no fue la primera ni será la última. No podemos controlar la eventualidad de un cambio evolutivo que convierta un organismo en patógeno; cuando los eventos poco probables se repiten en el tiempo se transforman en certezas.

“El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Este refrán, casi una humorada, era un dicho repetido por mi maestro, el Dr. Raymond Laurent. Y se aplica en muchos campos distintos, y dejo al lector con un momento de esparcimiento buscando ejemplos de aplicación.

No hemos aprendido de las lecciones pasadas. Por ejemplo, estas eran algunas de las propuestas que circulaban ANTES de la pandemia de COVID-19 (modificadas de Paules et al. 2017):

  • Vigilancia global para detectar brotes de manera temprana
  • Transparencia y comunicación en respuesta a brotes
  • Incorporación de infraestructura y desarrollo de capacidades a nivel nacional e internacional en las respuestas a brotes
  • Realización de investigación básica y clínica asociada con brotes de manera coordinada y colaborativa
  • Participación de las comunidades afectadas en decisiones de políticas
  • Seguimiento y Perfección de tecnologías de plataforma adaptables para vacunas, diagnósticos y terapias
  • Importancia de los mecanismos de financiación flexibles

No hemos llevado a cabo ninguna de estas recomendaciones; por lo tanto, no fueron lecciones aprendidas. Posiblemente la mejor respuesta fue la investigación científica colaborativa, pero ni siquiera eso fue muy coordinado en el 2020.

Podemos tomar también otras acciones como, por ejemplo:

  • Evitar las alteraciones ecológicas debe ser la primera medida de precaución. Prohibir la caza y el consumo de carnes silvestres es una tarea imposible; y tampoco es ético intentar impedir a muchos grupos de cazadores de todo el planeta, que dependen primariamente de esta fuente de alimentación. Pero eliminar los mercados de animales exóticos vivos y salvajes es un asunto completamente distinto, que minimizaría el contacto intenso entre diferentes especies.
  • Es necesario cambiar aspectos sociales y culturales que faciliten la transmisión. El teletrabajo ayudará en algunos casos a mitigar las aglomeraciones, sobre todo en los centros urbanos propiciando la descentralización. El distanciamiento social, la conciencia colectiva, la responsabilidad social, deberán ser aprendidos desde la primera infancia. El uso del barbijo se hará usual en las sociedades occidentales.
  • Es necesario un sistema de alerta temprana que detecte la aparición de nuevas infecciones lo antes posible.
  • Hay que dotarse del mayor nivel de conocimiento posible sobre la biología básica de los virus que infectan animales (no solamente al humano) para poder reaccionar adecuadamente en la preparación de vacunas y la búsqueda de compuestos antivirales.

Seguramente este es un listado absolutamente incompleto y poco exhaustivo. También haré un listado, necesariamente incompleto, de algunas lecciones que hemos aprendido en este último tiempo:

  • Aprendimos que nuestros sistemas de salud no estaban preparados para una pandemia, ni siquiera en las economías avanzadas.
  • Nos dimos cuenta de lo estrechamente entrelazadas que están la salud humana y la economía mundial.
  • Hemos visto cómo una crisis puede acelerar las profundas desigualdades en el empleo y la protección social de ciertos grupos.
  • Hemos descubierto lo dependientes que somos de las herramientas e infraestructuras digitales para mantener nuestras vidas, sociedades y economías en marcha.
  • Esta pandemia hizo evidente que cuando se produce una crisis, el apoyo de nuestros seres queridos es esencial.

No sé cómo seguirá esta historia. Personalmente tengo incertidumbres, miedos y esperanzas. Estamos en el medio del desarrollo de esta historia (Mayo de 2021). Por eso vuelvo a pedirle a usted, señor/a lector/a, que está en el futuro (no sé si cercano o remoto), leyendo estas líneas ya desactualizadas, obsoletas y perimidas; a usted que tiene seguramente más respuestas que yo (aunque posiblemente no todas); a usted le pido: ¡sea amable! No me deje tan triste: escríbanme pronto para que me cuente el final de esta historia… si es que tiene un final.

 

 

 

[1] Esta nota está basada en el Libro de Montero, R.; Adesomo, A.; Diogo, R. (2021). De virus, pandemias y nosotros: una historia en desarrollo. On viruses, pandemics, and us: a developing story. Spanish/English edition. Open access Independent publication. 446 pp. ISBN: 978-987-86-8749-0. Descargable gratuitamente de https://www.libropandemia.ar/.

[2] Es muy importante tener en cuenta que el nuevo virus es SARS-CoV-2 (en inglés, Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2) y es el que causa las infecciones. Las infecciones pueden ser sintomáticas, y entonces se habla de enfermedad COVID-19 (en inglés, Coronavirus Disease of 2019), o pueden ser asintomáticas. En las personas que cursan con una infección asintomática NO hay enfermedad COVID-19 (Mora González López Ledesma, Com. Pers.).

[3] Si bien la epidemia de fiebre amarilla de Buenos Aires fue un evento local, fue tan catastrófico para la capital de Argentina en 1871, que modificó la estructura social, provocó un éxodo (sobre todo de la clase pudiente) desde la ciudad urbana a los alrededores (poblándose zonas de quintas como, por ejemplo, desde Barrio Norte hasta Belgrano), e impactó fuertemente a las clases pobres.

[4] Las zoonosis incluyen a todas las enfermedades humanas transmitidas por seres vivos, que pueden ser virus, bacterias, hongos y parásitos.


Ricardo Montero
Biólogo, docente de la Cátedra Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, de la Universidad Nacional de Tucumán. En sus ratos libres se dedica a investigar en herpetología (el estudio de los anfibios y reptiles), particularmente de unas lagartijas sin patas, las víboras ciegas (que en realidad no son víboras, ni son ciegas… pero dejemos este punto para aclararlo en otro momento). mail: uesomontero@gmail.com

Bibliografía

  • Bar-On, Y. M., Phillips, R., & Milo, R. (2018). The biomass distribution on Earth. Proceedings of the National Academy of Sciences, 115 (25): 6506-6511.
  • Bok, M. (2020). Lucha contra el coronavirus ¿Cómo la llama y las gallinas nos pueden ayudar a combatirlo?. SIN MIGA. Disponible en: https://sinmiga.com/2020/12/11/lucha-contra-el-coronavirus-como-la-llama-y-las-gallinas-nos-pueden-ayudar-a-combatirlo/
  • Cauchemez, S., Van Kerkhove, M. D., Riley, S., Donnelly, C. A., Fraser, C., & Ferguson, N. M. (2013). Transmission scenarios for Middle East Respiratory Syndrome Coronavirus (MERS-CoV) and how to tell them apart. Eurosurveillance, 18 (24): 20503.
  • Chan, J. F. W., Kok, K. H., Zhu, Z., Chu, H., To, K. K. W., Yuan, S., & Yuen, K. Y. (2020). Genomic characterization of the 2019 novel human-pathogenic coronavirus isolated from a patient with atypical pneumonia after visiting Wuhan. Emerging microbes & infections, 9 (1): 221-236.
  • Cui, J., Li, F., & Shi, Z. L. (2019). Origin and evolution of pathogenic coronaviruses. Nature Reviews Microbiology, 17 (3): 181-192.
  • Diamond, J. (1997). Armas, gérmenes y acero. Debate Editorial.
  • Diogo, R. (19 de mayo de 2020) “COVID and pandemic stories”/or “COVID-19, Humans, and Pandemics”. Charla por Profs & Pints Online. Disponible en: https://www.crowdcast.io/e/plagues/register
  • Gillings, M. R. (2017). Lateral gene transfer, bacterial genome evolution, and the Anthropocene. Annals of the New York Academy of Sciences, 1389 (1): 20-36.
  • Harari, Y. N. (2014). Sapiens. De animales a dioses: una breve historia de la humanidad. Debate Editorial.
  • Huang, W., Tsai, L., Li, Y., Hua, N., Sun, C., & Wei, C. (2017). Widespread of horizontal gene transfer in the human genome. BMC genomics, 18 (1): 1-11.
  • Jones, K. E., Patel, N. G., Levy, M. A., Storeygard, A., Balk, D., Gittleman, J. L., & Daszak, P. (2008). Global trends in emerging infectious diseases. Nature, 451 (7181): 990-993.
  • Kedkovid, R., Sirisereewan, C., & Thanawongnuwech, R. (2020). Major swine viral diseases: an Asian perspective after the African swine fever introduction. Porcine Health Management, 6 (1): 1-11.
  • Keesing, F., Belden, L. K., Daszak, P., Dobson, A., Harvell, C. D., Holt, R. D., … & Myers, S. S. (2010). Impacts of biodiversity on the emergence and transmission of infectious diseases. Nature, 468 (7324): 647-652.
  • Malik, Y. S., Sircar, S., Bhat, S., Sharun, K., Dhama, K., Dadar, M., … & Chaicumpa, W. (2020). Emerging novel coronavirus (2019-nCoV)—current scenario, evolutionary perspective based on genome analysis and recent developments. Veterinary quarterly, 40 (1): 68-76.
  • Montero, R., Adesomo, A. & Diogo, R. (2021). De virus, pandemias y nosotros: una historia en desarrollo. On viruses, pandemics, and us: a developing story. Spanish/English edition. Open access Independent publication. 446 pp. Descargable gratuitamente de https://www.libropandemia.ar/.
  • Paules, C. I., Eisinger, R. W., Marston, H. D., & Fauci, A. S. (2017). What recent history has taught us about responding to emerging infectious disease threats. Annals of internal medicine, 167 (11): 805-811.
  • SAREM (2020). Los coronavirus y su relación con los ambientes silvestres. Comisión de Conservación de SAREM. Recuperada el 28 de noviembre de 2020, de https://www.sarem.org.ar/acerca-de-la-COVID-19/.
  • Shuman, E. K. (2010). Global climate change and infectious diseases. New England Journal of Medicine, 362 (12): 1061-1063.
  • Sun, K. 2019. Rhinolophus sinicus. The IUCN Red List of Threatened Species 2019: https://dx.doi.org/10.2305/IUCN.UK.2019-3.RLTS.T41529A22005184
  • Theobald, D. M., Kennedy, C., Chen, B., Oakleaf, J., Baruch-Mordo, S., & Kiesecker, J. (2020). Earth transformed: detailed mapping of global human modification from 1990 to 2017. Earth System Science Data, 12 (3): 1953-1972.
  • Wang, S., Trilling, M., Sutter, K., Dittmer, U., Lu, M., Zheng, X., … & Liu, J. (2020). A Crowned Killer’s Résumé: Genome, Structure, Receptors, and Origin of SARS-CoV-2. Virologica Sinica: 1-12.
  • Watts, N., Adger, W. N., Agnolucci, P., Blackstock, J., Byass, P., Cai, W., … & Cox, P. M. (2015). Health and climate change: policy responses to protect public health. The Lancet, 386 (10006): 1861-1914.
  • Woonwong, Y., Do Tien, D., & Thanawongnuwech, R. (2020). The future of the pig industry after the introduction of African swine fever into Asia. Animal Frontiers, 10 (4): 30-37.
  • Zhang, P., J.-H. Jeong, J.-H. Yoon, H. Kim, S.-Y. Wang, H. W. Linderholm, K. Fang, X. Wu & Chen, D. (2020). Abrupt shift to hotter and drier climate over inner East Asia beyond the tipping point. Science, DOI:10.1126/science.abb3368.

Imagen de tapa: Pieter BRUEGEL, el viejo. “El triunfo de la muerte”. Óleo sobre tabla 117 x 162cm. 1562-1563 (tomada de Montero et al. 2021:13).