ESA MUJER
ESA MUJER
María José Cisneros
¿Para qué valen los bienes de la educación
si no nos une a ellos la experiencia?
Walter Benjamin
“Eh…¡no te metá! ¡No te colé! ¡Qué te creé vo que nosotro estamo pintao! Meta transpirá estoy, hace como mil hora y vo vení a queré colate! Te ha pasao de pícara! “
Los gritos de una mujer que está detrás de mí en la cola del Banco Nación me sobresaltan, me sacan de mi lectura, me devuelven al mundo. Me doy media vuelta para mirarla y veo como su mano saca con furia el barbijo de su boca. Boca procaz, que lanza advertencias cada vez más fuertes y belicosas contra una mujer que intenta colarse. Boca jugosa, con dientes que brillan por su ausencia y de que la emanan profusas, cada vez más profusas, gotas de saliva.
De manera instintiva retrocedo unos pasos y uso mi libro como escudo. La potencia feminista de Verónica Gago me sirve de muro de contención, de demarcación de frontera entre esa mujer y yo. Esa mujer menuda, enérgica y de edad indescifrable, presa de su enojo, irrumpe con sus gritos, su saliva, sus gestos desaforados en “mi espacio” (en ese metro y medio de distancia que establecen las marcas amarillas en las baldosas), dejándome estupefacta. Nada puedo decirle. Aferrada al imperativo de obrar conforme distanciamiento social, me siento perpleja. No sé cómo hacer para calmarla, menos para poner límite a su invasión.
En pleno despliegue de su barbarie, sin querer esa mujer me golpea. Recién entonces registra mi presencia. Da unos pasos hacia atrás, se encoge de hombros, me mira directo a los ojos y me pide disculpas, entonces me estremezco y trastabillo. Con gran determinación esa mujer logra agarrarme del brazo y evitar mi caída. Luego, mientras se acomoda un poco el barbijo, con un dejo de burla me dice: “Eh..! mami parece q te está haciendo mal tanta calor, ¿no? Si queré anda sentate un rato ahí.” Con un gesto un tanto brusco señala hacia un cantero que está cerca de nosotras y se dirige con gran autoridad a una chica que está sentada ahí y le indica: “Eh…vo.. dale el asiento a esta mujer que está descompuesta” Después vuelve a mirarme y con picardía me dice: “¿No estará embarazada vo?”. Yo sonrió tímidamente y le digo: “Nooo. Paso”. Ella lanza una carcajada y agrega: “Como si se pudiera pasa de esa. Sei hijo tengo yo. Lo quiero a todo, pero a vece me vuelven loca”.
Otra vez no sé qué decirle. Quisiera advertirle que por fin el aborto es un derecho en nuestro país, pero no me sale. Solo atino a sonreírle y me dirijo al cantero para sentarme. Aunque no tenga ganas, ni me sienta descompuesta, le obedezco. Casi sin mirarme, la chica señalada por esa mujer, se corre para darme lugar. Le agradezco, me aseguro de tener bien puesto el barbijo y me siento en un borde. Quietita me quedo, con el libro entre las manos y la mirada perdida, sintiendo como la humedad tucumana se apodera de mi cuerpo.
Después de un buen rato, escucho a esa mujer de cuerpo desvencijado, pero enorme presencia, con voz potente advertirme: “Eh..! chica te toca. Metele, que ya está por salí uno del cajero”. Me paro obediente, toda nerviosa le digo gracias, y justo cuando empiezo a buscar mi tarjeta en ese agujero negro que es mi bolso, un hombre desocupa un cajero y esa mujer vuelve a advertirme: “Dale chica, metele, metele” Otra vez le obedezco y no sé cómo logro dar con mi tarjeta. Para cuando termino de sacar mi clave de home banking y algo de plata, veo que esa mujer está ya en otro cajero puteando porque al parecer cobró menos de lo que esperaba. Me paro por unos segundos atrás de esa mujer para decirle “Chau, que ande bien”. Pero no me sale, me da no sé qué interrumpirla.
Salgo a la calle, presurosa paro un taxi. Quiero llegar rápido a casa. Ahora si me siento un tanto descompuesta, o mejor dicho, conmovida, atravesada por esa mujer. Esa mujer que para mí siempre será “esa”, la radicalmente otra, la que me incomodó, interpeló, provocó rechazo, pena, ternura, admiración y hasta un dejo de envidia por su potencia tan plebeya, tan capaz de ser sí misma. Esa mujer, sin saberlo, sacudió el automatismo con el que últimamente enfrento mis días y me saco de la pobreza, de esa pobreza de experiencia que se esparce como un virus entre quienes -como dice el gran Walter Benjamin- lo hemos “devorado’ todo, la “cultura” y “el hombre” y estamos sobresaturados y cansados.
Imagen de tapa: Guadalupe REARTE, Cuerpos aliados (proyecto). Estampa de linoleografía digitalizada. 165 x 50 cm. 2017 (Imagen intervenida por SinMiga con la autorización de la autora)