Volver

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por María Eugenia Rubio

 

Marzo del 2022. Un mes intenso. El país, las cartas que van y vienen, la fractura inevitable, la incertidumbre, la tristeza de haber ganado sin haber podido volver.
Recuerdo la primera vez que vi 678. Era el primer programa y yo lo enganché de casualidad, gracias a un televisor viejo con una antena clavada en una papa que sólo sintonizaba la TV pública.

Marcha por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, San Miguel de Tucumán, Marzo 2022 | Fotografía: Patricia Salazar

La sorpresa de sentirme, por primera vez en mi vida, expresada en un programa de TV abierta, fue inesperada. Había cumplido los cuarenta y nunca había tenido un solo programa que representara mi perspectiva de la vida. Recuerdo que bromeábamos con una compañera llamándolos “amigos”, por el simple suceso inédito de escucharlos decir cosas con las que coincidíamos.
Era un programa diario de una hora y media. Un mísero programa con seis personas opinando, con sus aciertos y errores, en conversaciones francas. Un breve espacio que le hacía lugar a una mirada que desató tempestades reaccionarias. Así de desacostumbrados estábamos a que lo nuestro fuera escuchado.
Recuerdo perfectamente sentirme interpelada, por primera vez en toda mi vida, y darme cuenta de que tenía completamente naturalizada mi invisibilización y la de todos los que pensábamos como yo. Como si hubiera asumido, resignada, que me tocaría ser siempre la parte de la población condenada a no verse reflejada en ningún espacio mediático, asistía azorada a un telediario amigable, parecido a mis sueños.
Aquella vez, como en una epifanía, advertí que mi voz nunca había sido éter ni pantalla. Y con 678, al fin, sucedía. En ese hallazgo descubrí también, que éramos muchos, miles. Tantos, que se develó en las urnas que éramos la mayoría.
El kirchnerismo vino a zurcir una masa enorme de soledades, de pequeños colectivos, de recuerdos, de olvidos. El kirchnerismo es mucho más que simple peronismo. Resucitó utopías, desenterró quimeras. Un movimiento bellamente imperfecto que sacudió los cimientos de la hegemonía simbólica, al poner en el juego un jugador dormido: los que heredábamos la lucha de los desaparecidos. Y no estaba dormido por las Madres y Abuelas y todos los incansables militantes por los derechos humanos, que jamás abandonaron la lucha, aún en los peores momentos de indiferencia social, sino por los que, como yo, habíamos crecido en la secreta convicción de la derrota. El kirchnerismo vino a despertarnos, y la lucha inclaudicable de los imprescindibles nos andamió el camino.

Marcha por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, San Miguel de Tucumán, Marzo 2022 | Fotografía: Patricia Salazar

De pronto descubrimos que quienes aún esperábamos justicia frente a la impunidad genocida y sus cómplices empresariales, no éramos pocos. No éramos balas perdidas. Éramos millones. Y eso nos dio fuerza. Y pudimos con mucho. Y soñamos con tanto.
No pretende este posteo hacer una apología de 678, programa que celebro y agradezco. Traigo a cuento aquella sensación porque lo que sentí este mes, leyendo y escuchando tanta letra, es que, otra vez, a nuestra manera de ver y entender el mundo, pretenden regresarla a su sitio: la palabra estigmatizada, la voz silenciada. El consabido intento fascista de invalidarnos de plano, como si nuestro pensamiento fuera fruto de la alucinación fanática de unos pocos.
Yo no sé cómo llegaremos al 2023, lo único que sé es que existimos. Que somos millones. Que tenemos algo para decir y que si nuestro candidato contribuye a encapsularnos, habrá que desmarcarse de él y construir con lo que nos define, volver al centro, recuperar el orgullo y la razón de ser kirchnerista.
Habrá que bancar a Alberto por el solo hecho de bancar la democracia y evitar la avanzada de los criminales. Pero nuestro objetivo, es ganar, esta vez volviendo de verdad, como cuando lo que teníamos para decir se articuló en un partido político cuya existencia nos articuló a nosotros mismos y nos devolvió el espíritu que el poder real de los facinerosos nos había secuestrado a golpes.
Hablo de eso. Ese sentido inasible que nos permite reconocernos. Volver es recuperarlo.
Y yo creo más en antenas clavadas en una papa para recuperar la sintonía, que en satélites sofisticados controlados por el enemigo, que nos acorralan desde sus propaladoras mediáticas, contra la desesperanza.
Como siempre, como tantas veces, no nos han vencido. Sólo falta creerlo y volver, para ser mejores de lo que fuimos.

 

 


María Eugenia Rubio
Licenciada en Sociología por la UBA. Desde 1991 trabaja como docente desde 1991, en el área de Educación para Adultos y Adolescentes. Estudió cine y guión en la EICTV (Cuba) y la FUC y dramaturgia con Alejandro Tantanian. Entre 1991 y 2000 integró la Comisión de Educación de la APDH, desde donde participó en talleres para capacitación docente y como co-autora de diversas publicaciones como “Memoria y Dictadura” o “Discriminación. Un planteo desde los DDHH para su abordaje pedagógico”. Fue profesora en institutos de encierro dependientes del ex Consejo del Menor y la Familia, para el Programa Pedagogías Alternativas. Actualmente es Supervisora Escolar de las escuelas primarias para jóvenes y adultos de la zona sur de la CABA y profesora de Sociología en escuelas medias de la modalidad.


Imagen de tapa: Marcha por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, San Miguel de Tucumán, Marzo 2022 | Fotografía: Patricia Salazar