ARTE QUE INTERPELA
ARTE QUE INTERPELA
Construcciones de memoria y representaciones del pasado en la Casa Histórica
por María José Fernández Pascual
En Argentina, este año el museo que conmemora la independencia recordó los ochenta años de la reconstrucción e inauguración de la antigua fachada de la Casa de la Independencia (1943-2023), arquitectura que data del tiempo virreinal. La imagen de aquella casa colonial es entrañable para el sentir nacional, ya que representa uno de los mitos de origen en los que se asienta la idea de Nación. Dibujada innumerables veces en los cuadernos escolares se atesoró en la memoria colectiva: los techos de tejas, las torsadas columnas salomónicas y las robustas puertas de madera son parte del imaginario escolar y nacional. Sin embargo, esa casa tal como hoy se la conoce, no siempre estuvo allí, si bien se conservó el original Salón de la Jura de la Independencia, el resto del sitio fue demolido y atravesado por significativos cambios desde el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. La casa de frontis colonial pudo verse en las calles tucumanas hasta 1874, cuando por disposiciones nacionales, el frente colonial fue demolido y, en su lugar se levantó una fachada de estilo italianizante para el funcionamiento de las oficinas del Correo y el Juzgado Federal. Por su gran deterioro, a principios siglo XX, se decidió derrumbar la construcción y se erigió un nuevo edificio de gran altivez: el Templete o Pabellón de la Independencia en el que se preservó el original Salón de la Jura, espacio en el que se jurara la independencia, el 9 de julio de 1816. Tomando como referencia al investigador Juan Carlos Marinsalda (2015), estudioso de la histórica casa, en aquel edificio de aire francés se expresaban las ideas de progreso optimista al calor de tecnología de la revolución industrial. El Templete mostraba el poder alcanzado por las elites locales estrechamente vinculadas a las nacionales. La nueva arquitectura en los albores del Centenario de 1810, requería una imagen trascendente, para la consolidación del Estado-Nación liberal. Recordaba a los imponentes pabellones de las exposiciones internacionales en las que los países mostraban sus logros al mundo. Para Marinsalda la construcción del pabellón, que se destacaba en el paisaje urbano tucumano, fue parte de los edificios que promovieron las elites de la agroindustria del azúcar. Puede verse a este edificio como una crítica al pasado colonial hispano y un acercamiento a la idea de modernidad, y a la inserción de la Argentina en el mercado mundial a través de la producción agroexportadora. El edificio mostraba el poder alcanzado por las elites locales y nacionales.
Treinta y ocho años después los contextos económicos políticos y sociales se modificaron, la década de 1930 y 1940 se vio conmovida por la crisis de las democracias liberales, la proliferación de movimientos autoritarios, los nacionalismos y el estallido de la 2da Guerra Mundial. En la Argentina hubo un fuerte arraigo de sentimientos nacionalistas hispano-católicos entre las clases dirigentes, frente al avance del cosmopolitismo, al que consideraban una amenaza a los valores tradicionales. Los funcionarios nacionales, y las elites locales junto a historiadores, como Ricardo Levene, impulsaron la idea de nación asentada en la reconstrucción del pasado hispano, por lo que se propusieron la recuperación y reconstrucción de la casona colonial en la que habían sesionado los congresales en 1816 y, en ese contexto, se demolió el majestuoso Pabellón de la Independencia. Esta opción implicó la reconstrucción de la casa del período virreinal. Como menciona el arquitecto Marinsalda, se recuperó la escala doméstica, en la que se auto representaron las elites a través de muebles y objetos, ubicándose como activas protagonistas en la construcción de la nación. Desde la década de los años cuarenta, la casa colonial se preservó, adquiriendo la categoría de monumento nacional.
En tanto las representaciones del pasado y las modulaciones de la memoria colectiva son resultado de procesos socioculturales complejos atravesados por lo político, estas líneas proponen reflexionaran sobre el valor del arte contemporáneo como un dispositivo desde el cual se pueden problematizar los procesos históricos en ámbitos museales. Por ello la evocación del ochenta aniversario de aquella reconstrucción emblemática como casa del XVIII es, una oportunidad para reflexionar sobre los procesos de cambios y transformaciones que atravesó un espacio conmemorativo tan relevante como la Casa Histórica. Museo Nacional de la Independencia. En este contexto conmemorativo, el artista tucumano Agustín González Goytía se sumergió en las memorias y en las representaciones de la Casa Histórica y para ello contó con el respaldo del Ministerio de Cultura de la Nación, por medio de la Beca “Activar Patrimonio”. El artista intervino con una obra de site specific, el tercer patio del museo. La propuesta llevó por título “Estudio para una reconstrucción pictórica del Templete”, en la que hizo referencia al Templete o Pabellón de la Independencia y a las antiguas placas conmemorativas colocadas como ofrendas de agradecimiento a los congresales de 1816. La obra del artista dio vida, a través del color y la línea, a delicados fragmentos que recuperan el imponente monumento de inspiración francesa que se inauguró en 1904 y que se mantuvo en el espacio público de la ciudad de Tucumán hasta 1942. Las telas se despliegan a gran altura en el patio del museo, hay un uso del espacio suspendido y la teatralidad escenográfica cobra relevancia. En ese uso del espacio suspendido el pasado se manifiesta en el presente. Se observan en los lienzos rastros del estilo ecléctico academicista, se asoman huellas del omnipotente techo de vidrio y hierro que en su interior alojaba el Salón de la Jura. El estilizado templo cívico aparece y se oculta, las telas que lo cobijan juegan con el viento y se desgastan con la lluvia y el sol. El patio de homenajes a la Independencia, se transforma y dinamiza ya que las pinturas de González Goytía, acompañan a los bajorrelieves[1] realizados en bronce por la escultora Lola Mora, en 1904.
Con sus imponentes escenografías, González Goytía dramatiza el pasado. Los fragmentos de telas pintadas a la manera de telones aluden a tiempos pretéritos, en los que se observan capas de memoria. La obra del artista es compleja, ya que logra un dialogo entre los diversos tiempos y los actores sociales que en distintos momentos construyeron los escenarios para representar la independencia.
En un desafiante ejercicio utilizó el recuerdo como forma de conocimiento, en el que están presentes la memoria y el olvido. Propone juegos entre el arte y la memoria, en esta interacción, cobran relevancia los dibujos de aquellos grandes pórticos de aire francés, emergen detalles de ornamentadas columnas y cornisas. Se destacan también personajes femeninos, altivos y decididos símbolos alegóricos de la libertad. Las formas vegetales se insinúan por medio de estilizadas hojas, organicidad que se asocia con las ideas de victoria y eternidad. En los textiles flotantes, se aprecian rastros de las placas de homenaje, en las que cobró vitalidad la fuerza del ritual cívico que adquirió un carácter sagrado. El autor indagó en los imaginarios en torno a la casa ícono de la gesta nacional.
La concepción del tiempo en los espacios museales se percibe de una manera diferente, esta característica se puede trasladar a la obra del artista. En sus telas están pintados los tiempos y las memorias. Para Georges Dibi-Huberman (2015), las imágenes son portadoras de memoria, de modo que la relación entre tiempo e imagen supone un montaje de tiempos heterogéneos y discontinuos que se conectan.
González Goytía indagó en los imaginarios en torno a la Casa Histórica. En efecto, en su obra los tiempos se conectan, dialogan desafiando la cronología lineal, de manera tal que los pasados se hacen presentes y se proyecta el porvenir pues el artista es consciente de que en los espacios museales, el tiempo se percibe distinto. Podemos decir que el creador visual construye escenografías de la memoria, en las que, a través de la representación de la materialidad explora símbolos, emblemas y observa los olvidos de la memoria colectiva.
Actualmente las instituciones museales promueven vínculos horizontales, de cercanía y participación ciudadana. Son agentes de cambio, impulsores dinámicos en los que se reflexiona sobre los procesos constructores de las memorias sociales a través de la materialidad. El trabajo de González Goytía en Casa Histórica, se inscribe en los aires renovadores que atraviesan actualmente los museos nacionales. En 2023, las Becas “Activar Patrimonio”, promovidas desde el Ministerio de Cultura de la Nación contribuyeron a la investigación y difusión del patrimonio nacional a través de las artes. Así, nacidas de una idea amplia e inclusiva de ciudadanía, estas políticas intentan acercar a los diversos públicos a los museos.
A modo de conclusión, el artista Agustín González Goytía, realiza una invitación para pensar los espacios conmemorativos como construcciones sociales atravesadas por procesos complejos en los que se resignifican los sentidos del pasado, definidos siempre estos desde las valoraciones del tiempo presente.
[1] Llamados “9 de julio de 1816” y “25 de mayo de 1810” respectivamente.
Imagen de tapa: Agustín GONZÁLEZ GOYTÍA, Estudio para una reconstrucción pictórica del Templete. Intervención en el Patio de Homenajes de Casa Histórica Museo Nacional de la Independencia. 17 pinturas realizadas en acrílico, látex y grafito sobre lienzo de algodón crudo. Medias variables. 2023. Fotografía: Camilo Figueroa