CUATRO DÉCADAS DE CULTURA Y DEMOCRACIA

CUATRO DÉCADAS DE CULTURA Y DEMOCRACIA

En Argentina, el 10 de diciembre asumió un nuevo presidente y también conmemoramos cuarenta años de democracia. Este encuentro con la memoria se desluce en tiempos en los que la imagen triunfa por sobre el contenido y se acelera la velocidad en la que circulan la información y la especulación financiera en tanto que se colonizan las subjetividades. Efectivamente, la memoria es una forma del pensamiento lento, del encuentro con nuestro propio legado histórico, de la introspección, de la reflexión. No parece que viviéramos buenos momentos para estas experiencias, por eso Sinmiga comparte con Uds. un texto de Martín Ruiz Torres en el que celebra los sinuosos caminos que ha sorteado nuestra democracia para construir un hoy, y postula que ésta sólo triunfa en la medida en que se convierte en Cultura.

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CUATRO DÉCADAS DE CULTURA Y DEMOCRACIA

por Martín Ruiz Torres

 

Nuestros héroes de Malvinas, de alguna manera, se constituyeron también, en las últimas víctimas de una dictadura militar que gobernó el país desde 1976. A decir de Anaya, en diciembre de 1981, “el proceso se ha deteriorado mucho, y tenemos que buscar una causa que aglutine a la sociedad. Esa causa es Malvinas”. La frustración en el conflicto bélico con Gran Bretaña aceleró, sin ninguna duda, el retorno a la democracia. A partir de junio de 1982 comenzó la debacle y la sociedad salió a la calle a reclamar por sus derechos durante tanto tiempo silenciados. En el mes de julio se levantó la veda política y al mes siguiente, las Madres de Plaza de Mayo le pidieron a la Corte Suprema de Justicia que interviniera en el caso de los desaparecidos.

Los vientos de cambio no podían ser contenidos. Es que el cambio cultural siempre es precedente al cambio político.

El 30 de octubre de 1983 los argentinos volvieron a las urnas, y el 10 de diciembre, Raúl Alfonsín, desde el balcón del Cabildo inicio un período de cuarenta años ininterrumpidos de régimen democrático.

El flamante gobierno, necesitaba de manera fundacional, una renovada política en el área de cultura, potencialmente generadora de una nueva identidad nacional acorde a los estándares axiológicos propios de la democracia, con la esperanza de dejar atrás un pasado signado por el terror y la falta de libertades.

En mi opinión, las políticas culturales que surgen de los estados nacionales, se construyen mediante estrategias que tienden principalmente a generar procesos de visibilización o invisibilización de determinadas personas, hechos, objetos o saberes y cuyo fin último es la afirmación, construcción, reconstrucción de la identidad de sus habitantes.

La nueva democracia argentina no fue distinta, y a mediados de 1984 el gobierno de Alfonsín, lanzó el “Programa Nacional de Democratización de la Cultura” (PRONDEC), con Marcos Aguinis como titular de la Secretaría de Cultura de la Nación. El mismo encontraba como fundamento principal que “el Derecho a la Cultura es uno de los Derechos Humanos y el Estado debe proveer para que su libre ejercicio esté asegurado para todos los habitantes de la Nación a fin de incentivar los hábitos democráticos en una sociedad sometida a la promoción y prácticas de conductas autoritarias”.

Los años 90 llegaron cargados de globalización, relativismo posmoderno y vacío de identidad. Así, la cultura de la primera década del siglo XXI, adoptó una perspectiva multiculturalista, a través de un proyecto anti-homogeneizador de defensa de la diversidad cultural.

En el año 2010, los festejos del bicentenario vinieron acompañados del Plan Nacional Igualdad Cultural, que propiciaba la integración digital de espacios culturales de todo el país

Como vemos, durante estos últimos cuarenta años, las políticas culturales fueron variando, adaptándose a los objetivos circunstanciales de los gobiernos sucesivos. Sin embargo; existe una idea subyacente de la cual casi todos han abrevado y que otorga a la cultura un papel fundamental en la permanencia del sistema democrático y en la salud de sus instituciones y que nos impide olvidar que, es en el campo de la cultura donde se libra la gran batalla entre el autoritarismo y la democracia.

 

 


Martín Ruiz Torres
Abogado. Presidente del Ente Cultural de Tucumán