NOSOTRAS LAS MUJERES

NOSOTRAS LAS MUJERES

Si algo sabemos de los feminismos, nada o casi nada sabemos de los feminismos en Tucumán. En este 8 de marzo de 2024 que adviene en medio de una renacida misoginia y peligro para derechos adquiridos, Marcela Vignoli nos acerca este ensayo a fin de recordarnos que la lucha tiene larga data pero no debe darse nunca por concluida. Que lo disfruten (y que la sororidad nos abrace).

 

 

NOSOTRAS LAS MUJERES

Cuando lo personal se hizo político en Tucumán

1975-1983

 

 

Los feminismos a ras del suelo

Marta Guevara, de Concepción, una ciudad del interior tucumano, tenía dieciocho años cuando escuchó hablar del Frente de Izquierda Popular (FIP), partido liderado por Jorge Abelardo Ramos a nivel nacional. Se enteró porque su marido militaba allí y luego supo de la existencia de la asociación feminista “Nosotras las Mujeres” creada por las militantes de ese partido en Tucumán. Recuerda las revistas y otro material de lectura que su marido traía:

“[…] Empecé a leer. Me ha gustado porque ellas nos decían la realidad. Yo salía a las 5 de la mañana para ir a trabajar y volvía a las 7 de la tarde a mi casa, tenía que lavar ropa, preparar la comida, terminaba a las 11 de la noche y dejaba todo organizado. Era justo que nos den una jubilación para cuando yo esté grande y no pueda trabajar”.

Marta Guevara llegó a “mover todo Chicligasta” alrededor de la idea del Sindicato de Amas de Casa. Al principio se juntaban hasta 150 personas “[…] en el patio, en la cocina, en el fondo, en la galería, en la calle […] después alquilamos un local para 400 o 500 personas que venían”. Cuando hablaba con las mujeres para que se integren al sindicato hacía hincapié en que no toda la vida iba a poder trabajar. Sin embargo, no eran estos los únicos temas de las reuniones entre mujeres. “Comenzamos a escuchar las historias de mujeres golpeadas […] El reconocimiento del trabajo del ama de casa también era para que los maridos nos respeten en nuestra propia casa”.

Publicación en el diario La Tarde, Ca. 1982 (Gentileza de Marcela Vignoli)

En sus palabras están contenidos muchos de los cuestionamientos que a escala planetaria comenzaron a hacerse sentir a fines de la década de 1960: polémica en torno al rol de la familia, la división sexual del trabajo y el trabajo doméstico. No eran problemas de lo privado, sino de lo público. Dicho en otras palabras, lo íntimo podía transformarse en acción pública.

Es muy conocido el impacto que tuvo la segunda ola del feminismo en América Latina cuestionando la representatividad del modelo hegemónico de mujer blanca, occidental de clase media. Al mismo tiempo, las reivindicaciones concretas como el derecho al voto o la educación femenina se revelaban insuficientes para desmontar toda una estructura social desigual como era el patriarcado. Menos conocido es que al norte de la Argentina, en la pequeña provincia de Tucumán, un grupo de mujeres provenientes de sectores medios universitarios crearan una asociación con perfil femenino y feminista. Se trató de “Nosotras las mujeres”, que tuvo su actuación entre 1977 y 1983 y fue el antecedente del Sindicato de amas de casa de la República Argentina.

 

La “pequeña primavera feminista”

Como respuesta al llamado de la ONU por la celebración del año internacional de la mujer en 1974, algunos partidos políticos integraron el feminismo a sus demandas; además se crearon algunas agrupaciones feministas, que junto a las ya existentes de principios de los ‘70, llevó a considerar esta etapa como una “pequeña primavera” antes del golpe de Estado de 1976. En particular, el FIP creó el Movimiento Feminista Popular (MOFEP) y lo nutrió de una serie de ensayos y escritos, muchos de los cuales fueron redactados por la militante Fabriciana Carvallo. La inclusión de las demandas del feminismo dentro del FIP, por varios motivos, significó un desafío. En primer lugar, implicaba la incorporación de una temática que para gran parte de la izquierda estaba asociada con ideas burguesas que desviaban el camino a la verdadera revolución; además, la referencia al feminismo planteaba un desafío en cuanto al acercamiento del FIP con el peronismo y la disputa de significado que Eva Perón había mantenido con el feminismo de la década de 1940. Por último, otro de los problemas se relacionaba con que el FIP había intentado desmarcarse de teorías importadas acríticamente alentando la formación de una militancia local, que se nutriera de bibliografía criolla, latinoamericana. Según Lucila “Pimpi” Colombo, una de las fundadoras de NLM, la circulación de este ideario se reforzó principalmente porque las propias militantes del FIP comenzaron a cuestionar el rol secundario y organizativo que gran parte de las mujeres tenían dentro del partido.

En 1976, el MOFEP deja de existir como sección dentro del FIP y sus integrantes lo transforman en el Centro de Estudios Sobre la Mujer Argentina (CESMA). Esto no significó que el feminismo se desvaneciera, sino que se transformó en un activismo importante dentro del partido. Su impacto se dejó sentir en varias provincias argentinas que crearon asociaciones feministas dentro del FIP, como la que nos ocupa.

 

El surgimiento de “Nosotras las mujeres” en un contexto represivo

Creada en 1977 en Tucumán bajo la iniciativa de Elisa y Lucila Colombo, Beatriz Mirkin, Susana Maidana, Graciela Neme, Graciela Jotar, Julia Salinas y Ana María Giacosa, la asociación asumía los planteos a nivel nacional sobre quiénes eran las mujeres a las que se dirigían:

A las mujeres solas, a las que la sociedad margina. A la muchacha que lucha entre la terrible opción de la carrera profesional o el matrimonio. A la obrera y la empleada que dividen sus angustias entre el trabajo y los hijos. A aquella que no entiende nada de política ni le interesa y que mientras el marido habla en el café de la esquina de los grandes temas nacionales, pone y levanta platos, friega, acuesta a los chicos, plancha los guardapolvos, ordena la casa y se pasa el día entero frente a la máquina de coser. A las profesionales. A las adolescentes… y a los hombres que quieran acompañarnos.[1]
Desde el techo de una camioneta, Beatriz Mirkin ofreciendo un discurso en Los Ralos. s/f (Gentileza de Graciela Neme)

La convocatoria a incorporarse a la asociación era –según las propias fundadoras– flexible, basada en la adhesión a sus propósitos y sostenida por el compromiso y dedicación de las socias que trabajaban con diferentes grados de intensidad, desde colaboraciones esporádicas hasta integrantes decididas y predispuestas a las tareas de NLM. En un primer momento se iniciaron con charlas y reuniones de discusión, en las que se distribuían números de las revistas en las que colaboraban las socias tucumanas y el CESMA. La dictadura impactó en las actividades de la asociación, desde prohibiciones a reunirse y los modos de organizarse, hasta los tópicos que se trataban en los encuentros.

Durante todo 1979 sus socias participaron de un programa radial sobre las mujeres. Hacia fines de ese año se programó un gran encuentro nacional de mujeres y se lanzó la idea de realizar las primeras jornadas nacionales sobre la condición de la mujer en Buenos Aires. Las socias recuerdan este año, 1980, como el más productivo y de intensa militancia:

[…] nos vinculamos a sindicatos, especialmente aquellos con más cantidad de afiliadas. El resultado más notable fue con el sindicato del vestido que envió una representante a las jornadas. Ese año también concretamos otra aspiración, la de tener un local para funcionar.[2]

El gran proyecto para ese año, que había surgido de una reunión nacional feminista llevada a cabo en Tucumán, era la realización de las jornadas. La provincia tuvo una importante participación en ese evento. Las socias recuerdan que viajaron 30 mujeres en ómnibus, de las cuales diez llevaban trabajos para presentar. El despliegue policial para impedir la realización de las jornadas significó un duro golpe que repercutió hacia el interior de la asociación: Las presiones y persecuciones policiales, la acción de los “servicios” y el temor de ser reprimidas y/o desaparecidas, impactaron en la asociación y generaron el alejamiento de muchas socias que habían participado activamente hasta entonces. De hecho, en un balance de los primeros seis años de dictadura, la cúpula de la asociación tucumana describía la situación en los siguientes términos:

[..] estos años de dictadura han incidido notablemente en la mujer. El desarrollo consecuente de una política tendiente a achicar el país, a desmantelar el aparato del estado, privatizar las obras sociales, reducir las universidades, acompañado de una política para mandar de vuelta a las mujeres al trabajo doméstico; ha llevado la situación de la mujer a límites impensables de desprotección social en el trabajo, la educación, la salud, la maternidad.[3]

En este momento de repliegue, NLM se recostó en la Comisión Nacional Feminista, la que apoyó sus proyectos. Entre ellos el de la publicación de una revista, que despertó gran expectativa entre las socias. La revista Mujeres se pensaba para ser distribuida por todos los medios, incluso comerciales, por lo que debía abordar una diversidad de temáticas. A mediados de 1981, la asociación comenzó a realizar charlas nuevamente, también llevaron una campaña de subscrición a la revista que les permitió ampliar su base de apoyo, logrando vender más de 100 ejemplares durante la presentación de la publicación, la que contó con medio centenar de asistentes. Además, iniciaron una campaña de firmas para bregar por la modificación de la ley y obtener la patria potestad compartida. Todas estas actividades fueron acompañadas por una campaña de prensa a partir del contacto con periodistas tucumanas. En vista de la apertura democrática, a principios de 1982, proyectaron una amplia campaña de comunicación de ideas feministas para sumar adeptas a la causa, convocando a mujeres universitarias con las que debían encontrar un lenguaje común, tanto con docentes como con las organizaciones estudiantiles de los centros de estudiantes de las distintas unidades académicas de la Universidad Nacional de Tucumán. También apelaban a entrar en contacto con la mujer trabajadora, planteaban que debían “retomar y dar continuidad a la relación (postal y personal) con los sindicatos y la CGT. Además, se propusieron revitalizar el trabajo que se había realizado en el interior de la provincia, sobre todo en Concepción, donde había un núcleo importante de afiliadas a NLM. Consideraban que el trabajo hecho hasta el momento debía intensificarse, y confiaban que apelar a la modificación de la patria potestad constituía una excelente herramienta, así como la revista un formidable medio para comunicar ideas.[4]

No eran estos los únicos temas que surcaban las reuniones feministas de la asociación. Durante estos años hubo debates en torno al aborto y al divorcio. Estos temas generaban controversia hacia dentro del FIP y esos escritos circularon profusamente por la asociación.

“Espero de mi partido una solución al drama de miles de mujeres”, comenzaba el escrito de Julia Salinas, para quien el problema del aborto exigía una solución urgente. Haciendo foco en las mujeres de escasos recursos, su práctica –o el temor permanente a tener que realizarlo– era una realidad cotidiana, junto con la desnutrición infantil, la deserción escolar, la desprotección social y el desempleo:

¿Cómo explicar a una adolescente que las consecuencias de su ignorancia en materia sexual son sólo suyas, aun cuando la responsabilidad por esa ignorancia le es ajena? ¿Cómo sacudir, en fin, el espeso manto de hipocresía y temor que sepulta todo lo relacionado con el sexo? […] a fin de protegerla de los tremendos daños a los que se expone con los abortos realizados ilegalmente […] nos pronunciamos por la despenalización del aborto en el marco de una Ley integral de protección a la maternidad y el niño.[5]

 

Los orígenes del Sindicato de amas de casa de la República Argentina en Tucumán

Con la vuelta a la democracia el FIP estructuró su programa político sobre la base de tres ejes: Malvinas, la deuda externa y la cuestión de la mujer. En este último aspecto planteaba la creación de un Ministerio de la mujer en el gabinete nacional. Una consigna de ese entonces era la “municipalización de las tareas domésticas” y consistía en que “[…] en cada barrio existieran guarderías, lavaderos comunitarios y servicios que facilitaran y aliviaran las tareas domésticas. Que el Estado estuviera presente acompañando esas tareas. Según Colombo esta propuesta que hoy entusiasma de nuevo, tenía por detrás una idea y es que nosotras no renegamos del trabajo en el hogar”.[6]

Instantánea de una reunión de “Nosotras las mujeres”, en su sede de calle Laprida y Córdoba (al centro Elisa Colombo y Rosa Hurtado de Pucci) Ca. 1981 (Gentileza de Marcela Vignoli)

Lo cierto es que la asociación tuvo desde sus orígenes una preocupación por lo que en la actualidad se describe como compatibilizar las tareas de cuidado con las de asalariadas. Con el tiempo se fue dando forma a un reclamo más específico, el de un reconocimiento del trabajo de las mujeres en la casa, que excedía “[…] las diez horas diarias, sin contar con descanso dominical ni protección social en su condición de trabajadora. Ser la reina del hogar es el reinado máximo sacrificio y soledad”.[7]

Fue así como, desde NLM se planteó la creación, en 1983, del SACRA, en donde se unían a todas las integrantes que conformaban las asociaciones civiles de las diferentes provincias argentinas. La reorientación de energías hacia este proyecto también impactó en la membrecía de la asociación. Algunas socias se alejaron ya que consideraron que esta preocupación no les incumbía como otros asuntos que habían tratado anteriormente. Además, la fuerte crisis del FIP a comienzos de los 90´s, dividido entre un grupo que adhirió al menemismo y otro que lo rechazaba, impactó en la asociación que progresivamente se diluyó dentro del SACRA.

Aquellas diferencias no deberían opacar el hecho de haber podido demostrar que el mundo personal e individual de las mujeres también debe considerarse político, y que esas luchas conjuntas de antaño marcaron un hito en la historia de los feminismos en Tucumán

 

 

 

[1] Archivo Asociación Nosotras las Mujeres (en adelante: ANLM), “Aportes para la discusión y evaluación de la política feminista”, Congreso del Distrito Tucumán, 1982.

[2] ANLM, “Aportes para la discusión…”, op. cit., 1982. También recuerdan otras actividades de 1980 y que, junto con la participación en programas de radio, la realización de cines debates –con integrantes de Nuestro Teatro– y el empleo de los servicios de correo para invitar a mujeres a jornadas y eventos, posibilitaron que la asociación alcance gran visibilidad.

[3] ANLM, “Aportes para la discusión…”, op. cit., 1982.

[4] ANLM, “Aportes para la discusión…”, op. cit., 1982.

[5] ANLM, Julia Salinas, s/f.

[6] Entrevista a Lucila Colombo, diciembre 2019.

[7] ANLM, “Dificultades de las mujeres en Tucumán”, S/F.


Marcela Vignoli
Profesora en Historia y Doctora en Humanidades por la Universidad Nacional de Tucumán. Investigadora adjunta del CONICET y profesora de Metodología de la Investigación Histórica en la carrera de Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales e IML de la UNT. Sus investigaciones están centradas en torno a la historia de las mujeres y el género, especialmente los orígenes de los feminismos en Argentina desde una perspectiva transnacional y comparada. Ha recibido becas para realizar estancias posdoctorales en la Universidad de San Pablo, Brasil y en la Universidad Estatal de Ohio, EE.UU. 

Imagen de tapa: Fotografía documental de la marcha de 8 de marzo de 2017.