EL MITO DEL ETERNO COMIENZO

EL MITO DEL ETERNO COMIENZO

Durante el mes de enero próximo pasado, nuestra provincia recibió la fuerte crítica de un tucumano residente en el extranjero que, ni siquiera dando lugar a una expresión más radical, la encontró mediocremente “fea”. Las respuestas no se hicieron esperar. Pero entre ellas no dominaba más que la narcisista emotividad herida con la que solemos reaccionar cuando alguien roza lo amado. Por eso hoy Sin Miga presenta un ensayo del arquitecto y urbanista J. Miguel Saidisi quien, para aportar un poco de claridad al debate, transita retrospectivamente sobre el origen y devenir de los problemas de urbanización de nuestra provincia, nos acerca su diagnóstico desde una mirada regional con foco en lo local, y nos presenta una propuesta que ayuda a repensarnos desde lo histórico, transdisciplinar y socio-político.

 

 

EL MITO DEL ETERNO COMIENZO

El neoliberalismo en la raíz de nuestros problemas[1]

 

Sabemos que las ciudades no son más que la expresión de un orden fundamentalmente pautado por la economía. No en vano, durante la virulenta etapa neoliberal de los años ’90, los tucumanos y las tucumanas hemos visto convertir las señoriales casas de Yerba Buena en emprendimientos comerciales de diferente índole, de manera que no sólo su superficie cubierta sino sus generosos parques y jardines pasaron a formar parte vital de una voraz especulación productiva e inmobiliaria. Todo ello al tiempo de que una pequeña nueva burguesía enriquecida y con aspiraciones clasistas se cobijaba tras los muros de sus countries y de los vidrios polarizados de sus camionetas importadas. Como contrapartida, otro fragmento de la población tucumana dramáticamente empobrecida también se retiró, pero sólo para engrosar los barrios periféricos o las ciudades de su interior, habitando casitas precarias casi siempre rodeadas de basurales. Al mismo tiempo, el centro de la ciudad capital se fue poblando y despoblando simultáneamente de pequeños comercios que “hacen su agosto” al tiempo que se reciclan una y otra vez hasta que se agotan, dejando un tendal tiendas desocupadas que otorgan al paisaje un aspecto híbrido y caótico.

Martín Horacio CORREA, S/T. Pintura a la cal y acrílico, s/madera. 90 cm x 120 cm. 2002

Asimismo, sabemos que la brecha de la desigualdad es, no obstante, de larga data. En efecto, si bien podríamos decir que su origen se debe a las diferencias en el reparto de la riqueza entre el puerto, la fértil zona agrícola ganadera y el resto de las provincias, también podemos afirmar que tanto de la mano de los tres últimos golpes de Estado como de un paradójico gobierno democrático, fuimos víctimas de numerosos golpes de gracia que nos han ido empobreciendo año tras año. En efecto, por no citar a toda la provincia, el perfil híbrido y amorfamente intervenido de nuestra ciudad capital, con el paso de los años terminó convirtiéndose en una clara demostración de cuánto pueden dañarse los códigos de convivencia urbana más elementales ya que el mapa físico de una ciudad está pautado por sus políticas económicas e impacta directamente en los modos de vida que adoptan sus habitantes. Cada día, San Miguel se “monstruifica” más y más y hoy nos encontramos en un momento en el que gobiernos tan problemáticos como contradictorios amenazan con debilitar los ya frágiles vínculos sociales en donde una creciente inseguridad acecha,  forzándonos a naturalizar que es imposible salir de la encrucijada en la que nos hallamos y que nunca podremos concretar algún proyecto de mediano o largo plazo, lo cual es, a todas luces, profundamente  desmovilizador.

 

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

En términos de programa urbano de largo alcance, es increíble que el último que tuvimos en Tucumán fuera el de la llamada Generación del Centenario, considerada  protagonista de una de las expresiones culturales más relevantes en nuestra comunidad como consecuencia del arribo del ferrocarril y del florecimiento de la industria azucarera a partir de 1874.  Efectivamente, desde fines del siglo XIX, en nuestra provincia se gestaba una transformación hacia una modernidad que tenía sus bases en aquella potente industria local. Podrá objetárseme el marcado afrancesamiento de la clase dirigente[2] que comandó esa transformación la cual, pensando Tucumán a espaldas de Tucumán, llegó a derribar nuestra Casa Histórica por considerarla de un rancio colonialismo hispano. Sin embargo, los tucumanos  y las tucumanas no volvimos a tener un proyecto de esa envergadura que, me atrevo a decir sólo pudo ampliarse con los aportes de la UNT en su época de mayor florecimiento bajo el rectorado de Horacio Descole, a partir de 1946. Aprovechando el Plan Quinquenal lanzado por el primer gobierno de Perón, este científico y notable gestor agrandó la oferta académica de aquella casa de estudios y las cinco carreras que ya existían se ampliaron a cuarenta, conjuntamente con la creación simultánea de numerosos institutos entre los que se contaron los de Ciencias Exactas puras y aplicadas, Farmacia y Bioquímica, Hidráulica, Mecánica, Electrotecnia, Arquitectura y Urbanismo más el Superior de Arte. Como es de imaginar, todo esto impactó sobre la comunidad tucumana propiciando el surgimiento de una notable clase ilustrada que logró alcanzar proyección regional, nacional y hasta internacional.

Pero este largo, complejo y rico proceso se vio brutalmente cercenado con la llamada Revolución Libertadora de 1955. Esta irrupción de facto, abortó el ambicioso plan de crear la Ciudad Universitaria en el cerro San Javier y en Horco Molle, que contaba con el aval del propio Perón[3] y que era, para Descole, el remate de su ideario que concebía los saberes integrados como una forma  de construir la verdadera soberanía. Testigo de aquella mutilación es el bloque de concreto en San Javier, cuya triste estructura ya se exhibe como una curiosidad turística para poder hablar de la provincia que nunca pudimos llegar a ser.

Aunque no ya en términos de proyectos integrales de largo plazo, con una ya lastimada industria azucarera el gobernador Celestino Gelsi (1958-1962) impulsó, sin embargo, un ciclo de obras públicas como la terminación de los edificios de la Maternidad Nuestra Señora de las Mercedes; el inicio de la construcción del dique El Cadillal[4] y la habilitación de una amplia red de rutas provinciales destacándose al mismo tiempo, entre uno de sus legados más persistentes, el conocido Septiembre Musical que persiste hasta la actualidad y que, a lo largo de los años  permitió acceder  tanto a las interpretaciones de artistas locales como a las de artistas de alcance nacional e internacional a una instruida clase universitaria tucumana, notablemente ávida de consumos culturales.

Martín Horacio CORREA, Agua y energía. Acrílico y ferrite s/madera. 120 x 120 cm. 2003

Todos estos discontinuados momentos de bonanza volverían a interrumpirse a partir de 1968, con el primer intento de instauración de políticas económicas neoliberales a través del tristemente célebre Operativo Tucumán. En el Encuentro ciudadano con Naomi Klein realizado en Santiago de Chile el 29 de abril de 2008, la célebre politóloga y periodista canadiense aseguró que ese país había sido el laboratorio para un liberalismo fundamentalista que condujo a la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet, en 1973. Sin embargo, en Argentina, durante el gobierno de facto del General Juan Carlos Onganía (1966-1970) el experimento neoliberal había comenzado cinco años antes y su globo de ensayo fue, nada menos que el Operativo Tucumán llevado a cabo en nuestra provincia. Éste tuvo su origen con el cierre de once de sus ingenios, dejando sin trabajo a 250.000 personas de las poco más de 500.000 que constituían toda su población. Aún pueden observarse los efectos de ese terrible golpe que, seguido por el del Operativo Independencia durante la última dictadura, impactó no sólo en la ya precaria economía tucumana, sino en los  procesos de inversión en el paisaje urbano de sus ciudades con el consecuente deterioro de los códigos de convivencia cívica. Comenzaba pues, un negro período de decadencia profundizado aún más, bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem, con su ministro de Economía Domingo Cavallo (1989-1996) quien propició el aislamiento político y económico del NOA y de otras regiones del territorio argentino alejadas del centro, declarándolas geoeconómicamente inviables[5].

A partir de este superficial análisis, es necesario advertir que en nuestro pasado inmediato sólo destacan los años del kirchnerismo en los que el desendeudamiento con la banca internacional, permitió obras que el controvertido gobernador José Alperovich logró llevar a cabo, a saber la construcción y traslado de la Legislatura del microcentro tucumano a la Avenida Sarmiento; la refacción, modernización y equipamiento de CAPS y hospitales ya existentes como la mencionada Maternidad “Nuestra Señora de las Mercedes”; la construcción del Hospital del Este “Eva Perón” en Lastenia y del “Néstor Kirchner” en San Miguel de Tucumán; la de 180 escuelas y la de miles de viviendas y soluciones habitacionales para gente de escasos recursos. Durante este período también destacó la intendencia de Domingo Amaya con una ciudad un poco más ordenada en la que se valorizaron muchas de sus plazas y espacios verdes, o con la creación del Museo de la Industria Azucarera en la Casa del Obispo Colombres del Parque 9 de julio. Sin embargo, la mayoría de estas obras son sólo adecuaciones de lo ya existente y/o remedios de coyuntura, pero ninguna gran inversión ni modernización de la traza urbana a mediano y largo plazo, como se hubieran merecido nuestra provincia en general y su capital en particular. Como agravante, cuatro años de macrismo han sido devastadores. En efecto estos comenzaron a notarse con el paupérrimo y vergonzante festejo del Bicentenario de nuestra Independencia que echó por tierra todos los sueños de nuestros gestores políticos, académicos y culturales. No nos será fácil olvidar aquella humillación que no fue la única en medio de un gobierno peronista que resistió como pudo con un escaso o nulo acceso a la coparticipación federal, en medio de un inexistente Plan Belgrano y con su ciudad capital atormentada por una  intendencia que hoy le hereda una decena de edificios patrimoniales, calles y plazas valladas, más reformas de circulación urbana de dudosa calidad y eficacia.

 

La ciudad como no-lugar

Muy poco sobrevive de aquella pequeña ciudad de provincia con su cultura del azúcar y su progresismo universitario. Nuestro pasado no es idílico, pero a las claras se ve que no hemos sido capaces de superarlo con opciones que, al tiempo que se adaptaran a las demandas de la contemporaneidad, también pudieran valorizar los rasgos identitarios ya construidos que nos hacían particulares, entre los que destacan los de nuestros olvidados pueblos originarios. Muchas de nuestras ciudades y villas se hibridan con aportes “bastardos” de otras culturas (estoy pensando en el panteón de superhéroes de cemento policromado que, bajo los sauces de la entrada a Tafí del Valle, suele recibir a los turistas). En efecto, si un lugar ofrece un espacio propicio para la configuración de identidades y referencias sociales que enriquecen culturalmente la vida de una comunidad porque le permiten ir más allá de la mera pulsión consumista, está claro que más de una de nuestras ciudades, se ha convertido en un no-lugar. Un no-lugar es pues, un espacio en donde las personas permanecen anónimas tomando lo dado como propio, es decir, diluyéndose en el sentido común y en la relación costo-beneficio impuesta por la lógica del neoliberalismo económico que todo lo uniformiza y que también (a no olvidarlo), es cultural. No hay dudas, hace rato que los tucumanos y tucumanas hemos perdido nuestro destino de polis.

A continuación, enumero sólo algunos de nuestros problemas urbanos más evidentes, que convierten nuestras ciudades en espacios siniestros ya que mudan lo que nos era familiar y querido, hacia lo irreconocible. Veamos:

  • El parque más importante de la provincia tiene 105 años y desde hace unos cincuenta que no se construyen plazas ni espacios verdes significativos; tampoco otros espacios públicos que congreguen a la ciudadanía, estimulen su uso recreativo y se conviertan en referencia como puntos de confraternización, más allá de los genéricos shoppings creados con el fin inducir al mero consumismo.
  • La estructura arquitectónica del aeropuerto Benjamín Matienzo es un básico prisma de hormigón sin gracia ni identidad alguna que puedan indicar al viajero que ha llegado a una provincia con geografías, historias y culturas particulares.
  • Por todos lados hay proyectos urbanos inconclusos la Avenida 2 de abril; el ensanche de la calle 24 de setiembre; retranqueos interrumpidos u obras abandonadas como el Palacio de los Deportes.
  • Edificios de fuerte identidad arquitectónica local como el famoso paraboloide hiperbólico de la Confitería El Lago en el Parque 9 de Julio, son desatendidos hasta que deben ser desmantelados, naturalizando que su destino será un espacio muerto, una playa de estacionamiento o un edificio más en la selva de construcciones  genéricas que se erigen indiscriminadamente.
  • En efecto, detrás de la respuesta a las necesidades habitacionales de la ciudadanía, se esconde la más desembozada especulación inmobiliaria que no contempla construcciones ni de diseño ni de calidad, sacrificando el arbolado, los espacios verdes, las reglamentaciones viales y hostilizando el paisaje urbano al punto de convertir tanto la circulación peatonal como el tránsito vehicular en una dificultosa empresa, no exenta de riesgos para la vida humana.
  • Desde los tempranos años 90 vimos desaparecer muchos cargos del Estado, entre ellos el de “placero”. Ha sido reemplazado por una cuadrilla de “desyuyadores” que circula alternativamente por los espacios verdes de la ciudad y el resultado es que cada poda de árboles es una mutilación que acorta su existencia, no se los fumiga y en nuestras plazas han desaparecido los canteros y macetones con flores cuidadosamente cultivadas para cada estación del año. En otoño e invierno se ven completamente desangeladas; en verano sólo pueden esperar un corte mensual de pasto y de no ser por los lapachos, tarcos y naranjos que aún sobreviven, la primavera pasaría por ellas sin pena ni gloria.
  • Son muchas las ciudades de Tucumán que llevan casi cien años sin ningún tipo de previsión respecto a nuestras características climáticas, como por ejemplo la época de las tormentas. En efecto, se construye indiscriminadamente tanto en las villas turísticas, como en el pedemonte; en Yerba Buena como en San Miguel, sin hacer estudios de impacto ambiental ni tener en cuenta la necesaria ampliación de la red cloacal o los desagües pluviales que colapsan cada vez con mayor frecuencia, inundando zonas rurales y urbanas que antes desconocían ese flagelo. La respuesta más frecuente a esta tragedia: carteles con consejos de seguridad.
  • Mientras Salta creó su Centro Cívico Grand Bourd y su Ciudad Judicial a los que trasladó las sedes de dos de sus tres poderes, facilitando así la consolidación de un casco histórico, cultural y turístico en el centro de su ciudad capital; San Miguel de Tucumán no ha podido superar la traza realizada ¡en 1821! por el ingeniero y agrimensor francés Felipe Bertrés, conformada por cuatro avenidas principales y la ubicación de sus edificios públicos más importantes alrededor de la plaza central. Actualmente se continúa urbanizando con esta lógica sin tener en cuenta las necesidades del ciudadano contemporáneo, la protección del patrimonio arquitectónico ni la creación de nuevas centralidades o nodos que convoquen el interés de los turistas, como nuevos museos, por ejemplo.
  • Salta en cambio, reciclando viejos edificios históricos, en sus últimos años ha creado al menos tres museos[6], en tanto que la infraestructura de los nuestros sigue siendo la misma desde el siglo pasado. Sin ir más lejos, la sede del actual Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo Navarro, forma parte del penoso paisaje de edificios apuntalados que ornan nuestro microcentro poniendo en constante peligro su valioso patrimonio  y obligando a sus empleados a trabajar en un riesgoso clima de precariedad.
  • También en pleno centro, el bello edificio art deco del Mercado del Norte hoy es una boca oscura y maloliente que amedrenta a los consumidores con sus puestos sucios o decididamente abandonados. No ha recibido noticias de cómo los tradicionales mercados de provisión de alimentos se han deconstruido ofreciendo no sólo sus mercaderías tradicionales, sino paseos en los que encontrar restaurantes, comprar artesanías de diseños o presenciar algún espectáculo.
  • Los alrededores de nuestro monumento histórico más emblemático, la Casa Histórica, se hallan poblados de tienditas sin ningún atractivo para el turista que ofrecen artículos para el deporte, cigarrillos, fotocopias y artesanías locales que carecen de control de calidad.
  • Antiguos edificios de gran interés arquitectónico como la vieja e imponente sede del Banco Provincia de Tucumán o el Centro Cultural Juan B. Terán, se hallan muy mal aprovechados sin que exista para ellos un proyecto que ponga en valor ni su valiosa estructura edilicia ni  el tipo de misión cultural para la que se busca destinarlos.
  • Otros ocultan sus bellas fachadas detrás de estructuras de metal que, a la manera de marquesinas, exhiben carteles de comercios, muchos de los cuales han cerrado sus puertas dejándolos envejecer  en el olvido. La propia fachada de mármol travertino de la Caja Popular de Ahorros de la Provincia, antaño estuvo cubierta parcialmente por uno de esos adefesios  de latón intentando “mejorar” el espléndido estilo art decó con el que fuera originalmente diseñado este emblemático edificio de los tucumanos y las tucumanas.
  • Santiago de Estero ha construido su Estadio Único Madre de ciudades que será la sede de torneos de fútbol nacionales e internacionales, mientras que Tucumán nunca ha podido estar a la altura de certámenes deportivos de esta envergadura ya que sus canchas más importantes siguen siendo las de los clubes de Atlético y de San Martín.

En medio de este nebuloso conjunto de patologías que parecen concebidas para enajenar a los habitantes y rechazar al forastero, sólo Tafí Viejo asoma con su Hostería Municipal; su Policlínico “Mercedes Serrano”; su Programa de Emergencia Alimentaria, su Banco de Tierras; sus canchas de hockey “Club Villa Mitre” o de basquet “Club Juventud Unida”; el recientemente creado Ecobus; sus Centros de Interpretación Ambiental y Tecnológico y el Arqueológico “Thaaui”; su política cultural de apoyo y promoción de valores e iniciativas locales y sus programas de forestación y reforestación urbana.

 

¿Qué hacer?

He mencionado dos de nuestras provincias vecinas que han decidido actualizarse, refuncionalizarse y poner en valor los aspectos más notorios de sus identidades; pero podría haber agregado a San Fernando del Valle de Catamarca que también se involucró en un proceso similar. Se me dirá que, mientras la urbanización de Tucumán involucionaba,  el florecimiento urbano y turístico de Salta aconteció bajo la Gobernación del liberal Juan Carlos Romero[7]. Se me dirá también que el kirchnerismo tuvo su representación en Tucumán y que no puede haber resultados más opuestos entre ambas ciudades. Mi hipótesis es, pues, que los experimentos[8] realizados bajo dictaduras cuya continuidad se vio interrumpida sólo por tres años de una convulsionada democracia, dejó nuestra provincia tan gravemente herida, que aún no hemos podido superar el trauma.

Martín Horacio CORREA, S/T. Acrílico s/tela. 210 x 1,40 cm. 2016

Así, debemos aprender de la experiencia de nuestras provincias vecinas y volver a trazar programas de largo alcance con sus proyectos anexos de concreción inmediata  e intermedia,  los cuales deben  no sólo tener una lógica apoyada en estudios de impacto ambiental y cultural, sino que  también deben ser transparentes, es decir, conocidos por toda la comunidad.  Ésta debe poder expresarse a través de comisiones de expertos con participación consultiva directa en los proyectos, de manera que  nuestros profesionales universitarios calificados en humanidades y ciencias  tales como arquitectos, urbanistas, antropólogos, arqueólogos, restauradores, sociólogos, historiadores, abogados, biólogos, botánicos, veterinarios y expertos en salud pública entre muchos otros, puedan controlar con rigor, ratificando o rectificando aquellos proyectos. Un ejemplo es la conformación de un cuerpo de especialistas para la creación y conservación de espacios verdes que pueda asesorar de qué manera preservar el arbolado ya existente y con qué especies y cómo reemplazar y cuidar el que se ha perdido. Lo mismo para el área del patrimonio arquitectónico; para la del trazado del paisaje urbano o para la del turismo; siempre bajo la coordinación de las autoridades municipales y gubernamentales porque la sustentabilidad de cualquier proyecto a largo plazo requiere arraigo y reacomodaciones constantes de los objetivos que les son  comunes.  Debemos verdaderamente ser capaces de superar la lógica mercantilista neoliberal que nos hace renunciar al bienestar común  en favor de la renta, volviendo nuestra mirada hacia las comunidades que han podido construir una idea de futuro superando sus viejas estructuras  urbanas y sociales, hoy ineficaces para controlar la violencia, promover la biodiversidad y  producir y valorar las culturas, la equidad y la justicia.

 

 

[1] Subtítulo inspirado en “El neoliberalismo. La ideología en la raíz de todos nuestros problemas” de George Monbiot, publicado en The Guardian el 15 de abril de 2016, y que fervientemente recomiendo leer. https://www.theguardian.com/books/2016/apr/15/neoliberalism-ideology-problem-george-monbiot

[2] Entre otros, constituyeron la Generación del Centenario Juan B. Terán, Alberto Rougés, Ernesto Padilla, Julio López Mañán, Juan Heller, José Ignacio Araóz, tanto oriundos de Tucumán como de origen extranjero residentes en su territorio.

[3] En carta fechada el 3 de octubre de 1947, Perón le escribió a Horacio Descole: “Desde que leí su Plan Quinquenal para la universidad, tuve la impresión fehaciente de que lo desarrollaría allí, en bien de toda la ciencia argentina”.

[4] Hoy formalmente llamado Dr. Celestino Gelsi.

[5] Cavallo continuó con esta política durante su corto desempeño en 2001, bajo el gobierno de Fernando De La Rúa.

[6] El Museo de Arqueología y Alta Montaña (MAAM), el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y el Museo de Bellas Artes de Salta (MBAS)

[7] Si bien la gestión de Romero se inició en 1995, bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem cuyas políticas globales fueron formuladas en el marco de un evidente fundamentalismo de mercado, terminó en 2007, bajo el kirchnerismo, el cual se caracterizó por un notable regreso de la “cosa” pública al dominio del Estado. No así Santiago de Estero y San Fernando del Valle de Catamarca, ciudades cuyos florecimientos urbanos se dieron completamente bajo las presidencias del matrimonio Kirchner.

[8] Me refiero a los ya mencionados operativos “Tucumán” (1968-1973) e “Independencia (1975-1977).


Literatura citada


J. Miguel Saidisi
Nacido en 1949, es arquitecto y urbanista egresado de la UBA. Trabajó en la Secretaría de Obras Públicas entre 2004 hasta 2015. Militante del campo popular y gran amante de las ciudades y del tango.

Imagen de tapa: Martín Horacio Correa, Cancha de fútbol. Pintura a la cal y acrílico, s/madera. 120 x 90 cm. 2001


Martín Horacio Correa
Joven artista y Lic. en Artes Plásticas por la Facultad de Artes de la UNT, ha participado en diferentes salones y congresos. Vive y trabaja en Tucumán.